Opinión

UE:¿una reducción de emisiones factible?

    Soluciones ante el reto de reducir las emisiones en Europa

    Georg Zachmann

    Una rápida reducción de las emisiones requiere un único precio del carbono para todos los sectores. Pero para avanzar con la suficiente rapidez, hay que permitir cierta diferenciación durante un tiempo limitado.

    La Unión Europea se propuso esta semana una tarea ingente: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% respecto a los niveles actuales en sólo nueve años y, esencialmente, borrar esas emisiones para 2050. Estos objetivos van más allá de la zona de confort que supone la sustitución gradual por alternativas más limpias de las centrales eléctricas, los coches, los aviones, las fábricas y los sistemas de calefacción que llegan al final de su vida útil. Además, las actuales políticas climáticas de la UE son insuficientes para garantizar que las empresas y los consumidores pasen rápidamente a reducir el consumo de petróleo, carbón y gas, y a invertir en alternativas de cero emisiones.

    Un precio del carbono uniforme para todos los sectores sería la solución

    Limitarse a prohibir actividades contaminantes, como la conducción de coches con motor de combustión o la calefacción con petróleo y carbón, será extremadamente intrusivo. También sería bastante injusto, ya que las personas menos ricas, en particular, son las más propensas a depender de los coches de segunda mano o de la calefacción de carbón que serían los primeros en ser suprimidos, mientras que son las menos capaces de invertir en alternativas como los vehículos eléctricos o las bombas de calor. Mientras tanto, subvencionar públicamente la sustitución de vehículos y calefacciones contaminantes generará enormes beneficios inesperados para los más ricos y podría costar a los gobiernos más de lo que podrían soportar.

    Además, decidir el orden de los activos contaminantes a suprimir, y qué activos limpios subvencionar y cuándo hacerlo, es casi imposible. Estas decisiones dependen no sólo del tipo de activo, sino también de su uso. Un viejo todoterreno diésel utilizado para desplazarse al trabajo puede ser más fácil de sustituir que el mismo vehículo utilizado una vez a la semana por un agricultor para llevar sus productos al mercado. Confiar sólo en la regulación y las subvenciones para descarbonizar a la velocidad necesaria será intrusivo, injusto y caro.

    Entonces, ¿qué hay que hacer? La solución de menor coste sería reducir los usos de los combustibles fósiles que son más baratos de sustituir por alternativas limpias. Este enfoque de menor coste necesita una señal uniforme para todas las empresas y consumidores que les indique si es económicamente justificable seguir utilizando un coche o una fábrica contaminante, o si ha llegado el momento de sustituirlo.

    Un precio del carbono uniforme para toda la economía proporcionaría esa señal. En la UE, ese precio del carbono sólo existe actualmente para los sectores de la industria y la electricidad, mientras que el transporte y la calefacción no están cubiertos. Además, el precio del carbono ha sido muy bajo durante mucho tiempo, y todavía no es lo suficientemente alto como para lograr la plena descarbonización. Por lo tanto, la Comisión Europea debería proponer el fortalecimiento de esta señal de precios y su ampliación a los sectores del transporte y la calefacción.

    Aunque es la mejor solución, esto será política y técnicamente muy difícil. Las empresas de la UE temen que su competitividad internacional se vea afectada por el aumento de los precios del carbono. A los consumidores les preocupa tener que pagar más o acabar subvencionando a la industria. Y el establecimiento de nuevas normas para el transporte y la calefacción provocará una incertidumbre inicial que podría socavar temporalmente la credibilidad del sistema de precios del carbono para la electricidad y la industria que ha madurado durante 15 años.

    Confiar sólo en la regulación y las subvenciones para descarbonizar será injusto y caro

    Para hacer frente a estos retos, la UE debería establecer un segundo sistema de precios del carbono a escala de la Unión para el transporte y la calefacción. Esto reduciría la preocupación de los consumidores de que sus contribuciones se utilicen para subvencionar a la industria. Los ingresos de la tarificación del carbono también deberían utilizarse para ayudar a los hogares con menos ingresos. Un sistema paralelo también reduciría las preocupaciones de la industria de que los precios aumenten demasiado rápido. Un precio separado permitiría que el nuevo sistema madurara.

    El nuevo precio del carbono y el ya existente deberían estar vinculados para que el diferencial de precios se mantenga dentro de una banda que pueda ser ajustada progresivamente. Por ejemplo, cuando el diferencial de precios sea demasiado grande, parte de la emisión pública anual de nuevos derechos de emisión podría trasladarse del sistema con precios más bajos al sistema con precios más altos. Los sistemas pueden desarrollarse por separado durante algunos años, pero al final se fusionarán en un único sistema. Esto permitirá que el nuevo sistema se ponga en marcha rápidamente y comience a abordar la urgencia de la descarbonización de los sectores del transporte y la calefacción.

    Por último, para fomentar las nuevas tecnologías necesarias para la descarbonización de los sectores intensivos en emisiones, como el del acero o el del cemento, los gobiernos tendrán que proporcionar algún tipo de apoyo público. Los inversores deberían competir por esas ayudas en subastas y cualquier apoyo debería eliminarse gradualmente cuando los precios del carbono sean lo suficientemente altos como para que los productos bajos en carbono sean competitivos. Con el tiempo, esto implicará que los precios del carbono en todos los sectores convergerán al mismo nivel y, por tanto, garantizarán una transición rentable.

    Al permitir desviaciones temporales bien diseñadas del principio del precio uniforme del carbono, la Unión Europea puede acelerar la introducción de medidas eficaces de descarbonización en todos los sectores, garantizando al mismo tiempo que las emisiones de todos los sectores reciban en última instancia el mismo trato.