Opinión
Desmontando el Bitcoin... o no
Javier Castro-Acuña
A nadie sin conocimientos médicos se le ocurriría redactar un artículo sobre el tratamiento de una enfermedad. Sin embargo, cuando se trata de economía parece que es lo mismo que hablar de fútbol o política: casi cualquiera opina, aunque no tenga ni la más remota idea sobre la materia. Prueba de ello son algunos de los artículos que últimamente hemos podido leer sobre bitcoin o criptomonedas en general, artículos que más que ser de opinión, suelen ser una recopilación de clichés sin fundamento alguno. Tulipanes, burbujas, ausencia de valor intrínseco, gasto energético, especulación, volatilidad, lavado de dinero…
Nos encontramos ante lo que probablemente vaya a ser la mayor transferencia de valor de la historia, un cambio de paradigma en el modo en que almacenamos y transferimos valor. Una conjunción de tecnologías (sistemas distribuidos, estructuras de datos, protocolos criptográficos y algoritmos de consenso) que, combinados con teoría económica y sistemas de incentivos, dotan de robustez y descentralización a las criptomonedas. Un mundo conectado demandaba un dinero por y para internet. Un dinero no controlado por un ente central sino por las matemáticas y programas informáticos preestablecidos, que no pueden alterarse, manipularse ni corromperse, sin el consenso mayoritario de la red.
Una red pública, abierta y accesible a todo el mundo, transparente, sin fronteras, sin censuras, por la que circula un dinero no manipulable, no confiscable, no falsificable, de emisión limitada y programada, fácilmente transferible y que no necesita de terceros para su custodia. Posiblemente la mejor versión del dinero jamás creado por el ser humano hasta la fecha.
Se habla de burbuja cuando es una simple cuestión de oferta y demanda; de ausencia de valor intrínseco cuando el valor, como en el sistema actual, es el de la confianza en el sistema. Aquí no existe el respaldo de un país o entidad supranacional porque no hace falta, aquí el respaldo es la confianza en el propio sistema, tan ingeniosamente diseñado que lo que permite es, precisamente, poder operar en él con seguridad y confianza a pesar de que las partes intervinientes no confíen la una en la otra.
Se critica el coste energético de manera tendenciosa comparándolo con el gasto de electricidad de algún país, pero nunca se contrasta con el muy superior del conjunto del sistema financiero actual al que podría sustituir.
La especulación, ese término usado de manera peyorativa cuando se trata simplemente de adelantarse en el tiempo a las variaciones de precio. Todos somos especuladores cada vez que invertimos nuestro tiempo o dinero para conseguir un mayor valor en el futuro, como cuando estudiamos un máster para conseguir un aumento salarial o un trabajo mejor remunerado, o cuando compramos la acción de una empresa o un piso para poder venderlo después a mayor precio.
La volatilidad, desde luego real e inherente a un activo incipiente con una adopción creciente, pero no muy diferente a la de otros activos que sí están estrictamente regulados (me vienen a la mente las populares acciones de algún banco).
Supone un cambio de paradigma en el modo en que almacenamos y transferimos valor
Y por último mi favorito: el lavado de dinero, lo que usan los delincuentes para blanquear lo obtenido con sus actividades ilícitas. Según una de las principales empresas que se dedican a monitorizar las transacciones de las diferentes blockchains, sólo el 0.34% de las transacciones realizadas con criptomonedas en 2020 estarían asociadas a actividades ilegales, por un valor de 10.000 millones de dólares, según el informe "The 2020 state of crypto crime", elaborado por Chainalysis.
Según datos de Naciones Unidas (de 2017), entre un 2 y un 5% del PIB mundial es dinero lavado, esto supone entre 800.000 millones y dos billones de dólares. Es decir, se lava al menos 80 veces más dinero en el sistema financiero tradicional que con criptomonedas. Además, una de las propiedades de bitcoin es que es un sistema en el que cualquiera puede ver todas las transacciones realizadas, y no es una red anónima, sino pseudónima, por lo que en cuanto se asocie una dirección de bitcoin a una identidad, lo último que querría un delincuente sería dejar una huella perenne e inmutable de sus acciones a la vista de cualquiera para la eternidad.
Desde luego no todo son bondades y parabienes. Existen problemas pendientes de resolver para que la adopción y el uso se conviertan en masivos, siendo algunos de ellos la experiencia de usuario, el menor volumen de transacciones que se pueden procesar en comparación con otros métodos de pago o la educación financiera en general.
En definitiva, el mundo de las criptomonedas como muchos otros, es un tema complejo sobre el que hay que informarse y profundizar antes de verter opiniones sin conocimiento, para que, una vez comprendido, se puedan tomar decisiones acerca de en qué entorno financiero, centralizado o no, se quiere estar dependiendo de las circunstancias.