Vacunarse contra la desinformación
Juan Rivera, Manuel Marín
La desinformación -o Fake News- no es un fenómeno nuevo, mucho menos en lo que respecta a enfermedades infecciosas, vacunas y salud pública. En 1998 la prestigiosa revista médica The Lancet publicó un artículo del físico británico Andrew Wakefield. El texto establecía un vínculo entre la Triple Vírica (vacuna del sarampión, las paperas y la rubeola) y síntomas de autismo. Aunque se demostró posteriormente y de manera reiterada que el estudio carecía de cualquier base empírica, el mensaje caló con tanta fuerza que provocó una caída documentada por la OMS de las tasas de vacunación, haciendo que estas enfermedades volvieran a aparecer en países occidentales que las daban por erradicadas.
En los últimos años el movimiento anti-vacunas ha encontrado un nuevo y poderoso canal de comunicación con alcance global: las redes sociales. Valga como ejemplo reciente la malinterpretación interesada de unas declaraciones de Bill Gates efectuadas en verano en el foro Redditt, según la cual surgió el bulo de que con la nueva vacuna del Covid se implantaría un microchip para poder controlar a los individuos vacunados a través del 5G. Aunque Gates ha desmentido esta información de manera pública y en numerosas ocasiones, la conspiración ya estaba servida en redes sociales, hasta el punto de que llegaron a compartir falsas informaciones sobre el asunto distintas personalidades.
¿Es posible cuantificar el impacto real de las fake news en el debate sobre la vacunación? La conclusión a la que llegamos es que sí, las fake news difundidas por grupos anti-vacunas en redes sociales tienen un impacto serio sobre el mundo real: la tasa de vacunación global de la Triple Vírica experimentó una caída del 3% entre 2014 y 2018, pudiéndose atribuir más de la mitad de los casos directamente a la desinformación. En el caso español, según datos del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría, la incidencia del sarampión se ha incrementado desde los 0,8 casos por millón de habitantes documentados en 2015 hasta una tasa ligeramente por encima de 6 casos en 2019. Cabe recordar que una caída de tan solo el 1% en la tasa de vacunación está asociada con un incremento del 2% en la tasa de incidencia del sarampión.
El reto es identificar la desinformación y concienciar del daño que provoca
Lo anterior se sustenta en un análisis estadístico aplicado a redes sociales y utilizando Machine Learning para medir la conversación; identificar los hilos de desinformación; aislarlos; y medir su impacto al cruzarlos con casos concretos y documentados de rebrotes de estas tres patologías. Posteriormente, se refinan los datos aplicando un análisis de regresión múltiple que elimina ruido e inconsistencias.
Nos encontramos con un verdadero problema de salud pública. Las poblaciones con tasas de vacunación más bajas tienen mayor probabilidad de experimentar, con más frecuencia y severidad brotes de enfermedades infecciosas. El reto por lo tanto no es sólo parar el virus con alguna de las vacunas en la que se está trabajando, sino ser capaces de identificar la desinformación y concienciar sobre el daño que provoca.
Los próximos meses van a ser fundamentales en la difusión de las ventajas de la vacunación contra la Covid-19. La certeza que nos deja 2020 es que el coronavirus seguirá parando el mundo mientras que no esté bajo control, y por tanto conseguir tasas altas de vacunación será esencial para reducir el fuerte impacto negativo que está causando el virus sobre la economía y la sociedad. Si las redes se inundan de falsas informaciones en torno a esta vacuna, esto afectará a la disposición de la población a vacunarse y, por tanto, impactará negativamente sobre la economía y el bienestar social.
Por tanto, la labor de anticipación y prevención de gobiernos, compañías y usuarios de redes sociales será fundamental para mitigar el efecto negativo de las fake news sobre la vacuna del Covid antes de que vuelvan a causar un daño real, cuantificable, y en muchos casos irreversible.