La única certeza que deja la reforma de las pensiones
Giorgio Semenzato
En los últimos días hemos visto cierta polémica en los medios, al trascender la propuesta del Gobierno de rebajar la desgravación por aportaciones a planes pensiones individuales de 8.000 a 2.000 euros al año, y de elevar la cuantía para los planes de pensiones de empleo. Pensamos que el recorte a este incentivo fiscal, si no va acompañado de medidas alternativas más contundentes que premien a los españoles por completar su pensión pública durante la jubilación mediante ahorro privado, resultará contraproducente, porque desincentiva todavía más al ahorrador a afrontar este reto.
La cruda realidad -con esta última reforma o sin ella- es que no se está consiguiendo que las personas se tomen en serio el ahorro para la jubilación. Lo demuestra el hecho de que en España hay unos 79.850 millones de euros invertidos en planes de pensiones individuales, con 7,5 millones de partícipes netos… pero solo tres de cada diez planes de pensiones reciben aportaciones más allá de la de apertura. La polémica sobre el hachazo al incentivo fiscal se ha centrado en dirimir si realmente los planes de pensiones son productos utilizados por las clases altas o si son para todos los públicos, y este debate está distrayendo la atención sobre ese hecho tan grave que es que el 70% de los partícipes de planes de pensiones no están aportando nada actualmente, independientemente de su perfil económico. Vemos este dato como un indicador de que los planes de pensiones son un producto al que no se le da el valor que merece; han quedado reducidos a algo que el banco te obliga a contratar cuando vas a suscribir una hipoteca, y poco más.
Los bancos controlan el mercado de planes de pensiones a costa del cliente
Por tanto, estamos en una situación en la que es evidente que los españoles no consiguen ahorrar de manera privada para complementar la pensión pública, al tiempo que las entidades financieras tradicionales tampoco han sabido adaptar sus productos y dotarlos de atractivo para los partícipes más allá de los incentivos fiscales, y estos ahora se han visto recortados.
Con nuestra pirámide de población se necesitan reformas más profundas
Queremos invitar a los ahorradores a reflexionar sobre dos asuntos más. El primero tiene que ver con los proveedores tradicionales de planes de pensiones individuales, es decir, los bancos. Estos siguen controlando el mercado a costa del beneficio del cliente final, vendiendo productos que cobran altas comisiones a cambio de unas rentabilidades mediocres. En resumen, un oligopolio "de facto" que es dañino para el cliente final.
El segundo sujeto de reflexión es la propia sostenibilidad del sistema de pensiones público en España: se ha visto tan comprometida a lo largo de la última década que podemos afirmar sin dudarlo que hoy simplemente ha desaparecido. Con una pirámide de población como la que tiene España, se necesitan reformas más profundas, más ambiciosas y por qué no decirlo, más radicales. Necesitamos darle la vuelta al sistema de financiación de las pensiones como si de un guante se tratara: el primer pilar está agotado, se están dando tímidos pasos para reforzar el segundo, y se necesitan pasos de gigante para reforzar el tercero, es decir, el ahorro privado como complemento a la pensión pública. Por desgracia, no es una situación exclusiva de España: los sistemas públicos de pensiones se van a ver abocados a una crisis en numerosos países porque ya no son sostenibles, y menos lo van a ser con el paso del tiempo. Esto significa que millones de personas se van a ver en una situación económica irreversible, por lo que ofrecer herramientas al ciudadano para incentivar el ahorro privado ya no va a ser una necesidad meramente económica, sino que se ha convertido en una misión social para todos.