Opinión
Sexo, mentiras y tarjetas de móvil
José María Triper
Se jactaba Pedro Sánchez de que con la entrada en eso que ha dado en llamar la nueva normalidad, su gobierno está más unido que nunca, lo que no significa cohesionado. Y no le falta razón al presidente cuando habla de unidad. Lo que no dice es que en el caso de su vicepresidente segundo habría que aplicarle ese aforismo popular de que "a la fuerza ahorcan", y que al propio jefe del Gobierno Dilna Bousselham le ha venido a ver cuando más necesitaba atar en corto a su socio podemita.
"A Sánchez esta situación le encanta", apuntan dirigentes socialistas próximos a La Moncloa. La deriva del caso Dilna "ha minimizado el protagonismo de Pablo Iglesias y Pedro le tiene cogido por donde más le duele. Iglesias depende ahora de la Fiscalía y la Fiscalía, ¿de quién depende?, del Gobierno, no; pues eso", añaden parafraseando las declaraciones del Presidente a la televisión navarra, para apostillar que "Sánchez tiene la llave de la Fiscalía y por eso Iglesias ahora votará lo que le pidan y renunciará a lo que tenga que renunciar para evitar a la Fiscalía y a los Tribunales y sobrevivir en el Gobierno, como ha hecho ya con ese abortado impuesto a las grandes fortunas".
El futuro judicial de Iglesias depende de la Fiscalía que está controlada por el presidente Sánchez
De hecho, llama la atención que ni Sánchez ni nadie del Gobierno, incluido los ministros podemitas o su apéndice Garzón hayan salido a defender a un Pablo Iglesias al que se le están complicando las cosas también en su propia casa política y que, por lo mismo, no va a romper una coalición que le garantiza seguir formando parte de esa casta a la que antes denostaba, al menos hasta el final de la legislatura.
A Sánchez todo esto del caso Dilna le encanta. "Tiene a Iglesias cogido por donde más le duele y ahora votará lo que le pidan y renunciará a lo que tenga que renunciar para evitar a la Fiscalía y a los Tribunales"
Ahora sabemos, y hay pruebas fehacientes, que tanto el "macho alfa" de Podemos como su pupila Dina Bousselham, intentaron engañar al juez para parecer perjudicados de sus propios contubernios; que el juez García Castellón está trabajando para imputar a Iglesias por delitos informáticos; que el líder morado y su equipo falsearon una denuncia por acoso sexual contra el responsable del área legal de Podemos, José María Calvente, para impedir una investigación de corrupción de los dirigentes del partido, como el cobro de sobresueldos o la utilización de datos confidenciales para purgar a los disidentes, al más puro estilo estalinista. Y sabemos también de las relaciones sentimentales de Marta Flor, abogada de Podemos, con el fiscal Ignacio Stampa y las filtraciones desde la Fiscalía Anticorrupción a Iglesias y sus escolanos.
Estas sí son las cloacas a las que se referían los morados con el vicepresidente segundo y sus monaguillos Monedero y Echenique. Pero no las cloacas del Estado, sino las de una Unidas Podemos y un Pablo Iglesias que, probablemente, no acabe ante los Tribunales, pero que sufrirán un coste político y un desgaste personal y de credibilidad difícilmente recuperables, y todo indica que en Galicia va a empezar a pagar.
Unas cloacas de mentiras, sexo y una tarjeta de móvil robada y destruida, para encubrir intrigas, traiciones, depuraciones y, en palabras de mujeres que han salido de Podemos, el "machismo patológico y agresivo" de un personaje y un partido que han hecho del feminismo su bandera identitaria.
Iglesias probablemente no acabará en los Tribunales pero sufrirá el coste político y personal de las cloacas de mentiras, sexo y machismo de un personaje y un partido que habían hecho del feminismo su bandera identitaria.
Son las mismas mujeres ex podemitas que recuerdan como todas las féminas a las que se ha relacionado con Iglesias están o han sido colocadas, y que se suman a las muchas voces que ya desde dentro de Unidas Podemos confiesan que "el aura de Iglesias ha pasado del brillo a la más absoluta sordidez"…
Y la ministra de Igualdad, ¿qué dice de todo esto?