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Rockefeller, Carnegie y Broad: lecciones de inversión a través de la lectura

  • Los inversores dedicamos gran parte de nuestro tiempo a leer.
  • "En un día normal puedo dedicar más de seis horas a la lectura"
  • "La lectura técnica es esencial en nuestro oficio. Pero también empleamos nuestro tiempo en otro tipo de lecturas"
Los inversores dedicamos gran parte de nuestro tiempo a leer

Pedro Escudero

Los inversores dedicamos gran parte de nuestro tiempo a leer. Una parte importante de la jornada la ocupamos repasando memorias, cuentas de resultados, análisis, estudios sectoriales y documentación de todo tipo. Esa lectura técnica es esencial en nuestro oficio. Pero también empleamos -y de hecho, en mayor medida- nuestro tiempo en otro tipo de lecturas, mucho más estimulantes y enriquecedoras.

Ensayos, biografías, historia… En un día normal puedo dedicar más de seis horas a la lectura, algo más los fines de semana. Los libros son una herramienta valiosísima para entender lo que está ocurriendo, anticipar hacia dónde se dirige el mundo, inspirarse en líderes del pasado cuyas enseñanzas siguen vigentes, o recordar que la historia, al fin y al cabo, tiende a repetirse. Toda esa perspectiva aporta un valor añadido clave a la hora de decidir en qué invertir… y qué conviene descartar. Dedico especial atención a las biografías de personajes ilustres: empresarios, economistas y también políticos que han dejado huella en nuestra sociedad. Aprovechando estas semanas estivales, que nos regalan un tiempo extra, quería compartir algunas lecturas que me marcaron.

Uno de los libros que nunca dejo de recomendar es The Art of Being Unreasonable, la autobiografía de Eli Broad. Es una historia fascinante. Broad (1933–2021) nació en Nueva York, en una familia trabajadora de inmigrantes judíos lituanos. Estudió contabilidad en la pública Michigan State University y pronto descubrió que las constructoras generaban márgenes y beneficios muy elevados. Con solo 23 años, en 1957, fundó KB Home, una constructora de viviendas para clase media que aún cotiza en Wall Street y es una de las mayores de Estados Unidos.

Pero no se detuvo ahí. En los años setenta compró una aseguradora en Los Ángeles y la transformó en SunAmerica, especializada en productos financieros para la jubilación. En 1998 la vendió a AIG por 18.000 millones de dólares. Triunfar en dos negocios tan distintos está al alcance de muy pocos, y Broad fue uno de ellos. Sin duda, un empresario poco convencional, que se involucraba a fondo en sus proyectos y desterraba el "no se puede" con decisiones rápidas, incluso frías, cuando la situación lo exigía. Su legado como filántropo es sobresaliente y, a través de The Broad Foundation, apoyó proyectos de educación pública, ciencia y arte contemporáneo.

Otro personaje que me fascina es John D. Rockefeller, un empresario impecable en los negocios, pero que dejó una huella filantrópica inmensa. Su vida se puede descubrir en Titan, escrito por Ron Chernow. Rockefeller (1839–1937) detectó muy pronto el enorme potencial de la industria petrolera y, en 1870, fundó Standard Oil, un grupo que controlaba todo el proceso, desde la extracción hasta la distribución, lo que le permitió aplastar a sus competidores. Su poder fue tan absoluto que, en 1911, la Corte Suprema ordenó desmantelar Standard Oil, el caso antimonopolio más importante de la historia de Estados Unidos. A pesar de sus despiadados métodos empresariales, Rockefeller es considerado el primer gran filántropo del siglo XX, con donaciones cuantiosas a causas científicas, educativas y sanitarias.

Ese legado filantrópico ayudó a preservar su figura, algo que no ocurre con Cornelius Vanderbilt, uno de los pioneros del capitalismo estadounidense. Vanderbilt fue clave en la consolidación del transporte ferroviario, una contribución fundamental para entender el desarrollo de EE.UU. en el siglo XIX. Sin embargo, su dureza con competidores y trabajadores, junto con su ausencia total de filantropía, lo convierten en una figura denostada. Su vida está recogida en The First Tycoon, de Ron Chernow, biografía publicada en 2009 y galardonada con el Pulitzer.

Todo lo contrario que Andrew Carnegie (1835-1919), inmigrante escocés que ascendió desde la pobreza hasta fundar la mayor empresa de acero del mundo. Con unos inicios duros como empresario, Carnegie se transformó en un filántropo ejemplar, donando la mayor parte de su fortuna a bibliotecas, educación y cultura, y sentando un modelo ético sobre la responsabilidad social de la riqueza. Todo ello lo explica en Autobiography of Andrew Carnegie.

Ya por último, Sam Walton: Made in America, escrita por el propio Walton junto a John Huey, narra la construcción del imperio Walmart; y Shoe Dog, en la que Phil Knight, cofundador de Nike, relata el desarrollo de su empresa, son otras dos lecturas muy recomendables.

*Este artículo refleja exclusivamente la opinión de Pedro Escudero y no es una recomendación de Doma Perpetual