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Cuando un país renuncia a su moneda: la dolarización no sale gratis
- La propuesta de Milei en Argentina reabre el debate de la dolarización
- La idea presenta ventajas pero también importantes inconvenientes
- Los analistas señalan al efecto de las sanciones de EEUU contra Rusia
Mario Becedas
Este verano volvía a alcanzar cierto eco el término desdolarización a raíz de la cumbre en Sudáfrica de los países emergentes agrupados en torno al acrónimo (BRICS) y las repetidas quejas de sus miembros sobre la hegemonía mundial del dólar estadounidense. Casi al mismo tiempo, el término dolarización también se aupaba a los titulares después de que el candidato a la presidencia de Argentina Javier Milei lanzase la promesa de abandonar el peso y adoptar el 'billete verde' como moneda nacional. Un repaso a la historia y a los países que optaron por esta vía demuestra que la decisión no sale 'gratis'.
"La dolarización (el proceso por el que un país sustituye su propia moneda por el dólar estadounidense) vuelve a estar en el candelero tras la promesa del principal candidato presidencial argentino de dolarizar la economía. Es cierto que el país también podría utilizar otras políticas para acabar con una inflación extremadamente alta, como una fijación 'dura' al dólar respaldada por una caja de conversión. Pero la grave falta de confianza en los responsables políticos y el legado de la crisis económica (lo que significa que el dólar ya se utiliza ampliamente) han desplazado el debate hacia la plena dolarización", escribe en un reciente informe Leah Fahy, de Capital Economics.
Un plan de estabilización macroeconómica a través de los tipos de cambio no es un concepto novedoso en Argentina, ya que la nación se había aventurado anteriormente en este territorio a principios de la década de 1990, explica en una nota para clientes Luis López-Vivas, analista para Latinoamérica de AXA IM. Durante ese periodo, Argentina introdujo una caja de conversión, similar a la dolarización total. El peso estaba vinculado al dólar a un tipo de cambio de uno a uno.
"Al principio, se consideró una fuerza estabilizadora que frenaba la inflación. Sin embargo, a finales de los años noventa, la economía había caído en una trampa monetaria, de crecimiento y de deuda, exacerbada por los shocks externos. El peso estaba sobrevalorado, el crecimiento era débil y el servicio de la deuda externa cada vez más difícil. El sistema de convertibilidad acabó por desmoronarse en 2001, provocando una grave crisis económica y un traumático impago de la deuda del país", explica López-Vivas.
Sin embargo, matiza el analista, aunque existen similitudes entre la dolarización plena y una caja de conversión, hay algunas diferencias clave: "La dolarización total va un paso más allá, convirtiendo el dólar estadounidense en la moneda oficial de curso legal para todas las transacciones. Una distinción crucial es que la dolarización es permanente. Revertir esta estrategia es mucho más difícil que abandonar una caja de conversión, como hizo Argentina en 2001. Los partidarios de la dolarización consideran esta permanencia como su principal ventaja, ya que aumenta la credibilidad y la estabilidad precisamente porque no puede deshacerse".
El principal beneficio inmediato de la dolarización es que un país importa la credibilidad de la Reserva Federal al renunciar a la política monetaria y cambiaria, apunta el estratega de AXA IM. Al hacerlo, también elimina el riesgo de devaluación de la moneda, un factor que contribuye significativamente a la inflación. La idea es que la eliminación de este riesgo de devaluación también reduce la prima de riesgo de los préstamos extranjeros, lo que se traduce en tipos de interés más bajos para el gobierno y los inversores privados. Esto, a su vez, puede fomentar una mayor inversión e impulsar el crecimiento económico. "En el caso de un país como Argentina, la dolarización también puede actuar como una camisa de fuerza fiscal, impidiendo que el banco central imprima dinero para financiar el gasto público, una monetización de la deuda que ha sido el principal motor de la inflación en el país", añade.
Sin embargo, subraya López-Vivas, es importante reconocer que la dolarización está lejos de ser una 'bala de plata': "No elimina por completo el riesgo soberano, es decir, el riesgo de que un gobierno deje de pagar su deuda. También hay otras contrapartidas. Al adoptar el dólar como moneda de curso legal, un país renuncia a los ingresos por señoreaje (el beneficio que obtiene entre el valor nominal de su moneda y el coste de emisión de monedas y billetes), una fuente de ingresos a la que no se renuncia en una caja de conversión. El banco central pierde su capacidad de actuar como prestamista de última instancia del sistema bancario. Los instrumentos de política monetaria dejan de estar disponibles para gestionar el ciclo económico - as perturbaciones económicas requieren ajustes económicos reales- y la economía pasa a estar potencialmente regida por la evolución en EEUU, en lugar de en el propio país. En consecuencia, un país totalmente dolarizado se vuelve más vulnerable a las crisis reales y financieras".
El economista cita a Ecuador como uno de los ejemplos más destacados de dolarización: "Tiene el honor de ser el mayor país que abandona su propia moneda y adopta unilateralmente el dólar estadounidense. La decisión se tomó en 2000, durante un periodo de profunda agitación económica y política. Aunque la dolarización ha controlado eficazmente la inflación, Ecuador ha incumplido dos veces el pago de su deuda, a pesar de cosechar los beneficios de un largo boom petrolero. Además, la economía ha experimentado un estancamiento en términos reales per cápita durante la última década". No obstante, reconoce, el debate sobre la reversión de la dolarización es prácticamente inexistente.
Uno de los argumentos más atractivos a favor de una política de dolarización es que impone disciplina fiscal, plantea también Felipe Camargo, analista de Oxford Economics. Pero no siempre es así, indica: "Los países que adoptaron el dólar no siempre han reducido sus costes de endeudamiento, y otros han encontrado alternativas a la dolarización en la fijación temporal del tipo de cambio. A pesar de las muchas alternativas que existen, sólo se ha conseguido atajar con éxito la inflación aprendiendo a vivir con déficits fiscales más sostenibles".
Tomando también el caso de Ecuador, Camargo detalla que la dolarización no impidió que Ecuador se convirtiera en una economía con problemas fiscales: "En los veinte años posteriores a la adopción del dólar, Ecuador registró déficits fiscales y por cuenta corriente similares a los de Argentina. No es sorprendente que ambos países tengan costes de endeudamiento similares y se encuentren actualmente en programas de Servicio Ampliado del Fondo con el FMI. La dolarización no ha ayudado mucho a Ecuador".
Desde Capital Economics, Fahy admite que los países dolarizados han experimentado en general una inflación más baja que otras economías emergentes: "La inflación en Ecuador y El Salvador se ha mantenido más baja que en el resto de América Latina desde que se dolarizaron a principios de la década de 2000. Y Panamá, que se dolarizó en 1904, tiene un historial de baja inflación".
Pero la dolarización no es gratuita, avisa enseguida: "Limita la capacidad de una economía para ajustarse a las perturbaciones externas, impide a los responsables políticos aplicar la política monetaria y erosiona la posición del banco central como prestamista de última instancia. Y como demuestra la experiencia de Ecuador, aunque la dolarización puede ayudar a controlar la inflación, no es una cura para los problemas fiscales", recordando que el país ha incumplido dos veces el pago de su deuda.
También en línea con el análisis de AXA IM, Fahy subraya que la adopción del dólar da a EEUU más poder sobre una economía: "Algunos países han intentado recientemente reducir su uso del 'billete verde' por esa misma razón. EEUU impuso sanciones financieras extremas a Rusia a raíz de la guerra de Ucrania, poniendo de relieve hasta qué punto las transacciones internacionales de otras economías dependen de la buena voluntad estadounidense". Los afectados han llegado a acusar a Washington de utilizar la divisa como "arma de guerra".
¿Y optar por el yuan o el euro?
En su análisis, Fahy abre melón de la adopción de una nueva divisa distinta del dólar, si bien reconoce que los casos históricos de países que han adoptado una moneda extranjera distinta de la estadounidense como moneda de curso legal son raros. Casi siempre lo han hecho países pequeños estrechamente vinculados, tanto geográfica como económicamente, a una economía más grande. Algunos ejemplos son las islas del Pacífico que utilizan el dólar australiano o neozelandés, Bután que permite la rupia india como moneda de curso legal, Kosovo que utiliza el euro y Liechtenstein el franco suizo. Muchas de ellas utilizan otras monedas simplemente porque son demasiado pequeñas para que su propia moneda resulte práctica: Nauru, una isla de 21 km2 en Micronesia que utiliza el dólar australiano, solo tiene un cajero automático.
"La rareza del uso de otras monedas se debe en parte a la prominencia mundial del 'billete verde'. Aunque EEUU solo representa el 15% del PIB mundial, más del 50% del comercio se factura en dólares. Y el dólar estadounidense es clave en los mercados financieros, ya que representa el 60% de las reservas de divisas y casi el 90% del volumen de transacciones en divisas, Según los datos de Swift, las operaciones en dólares alcanzaron un récord en agosto. Por tanto, optar por el dólar en lugar de otras divisas es beneficioso porque simplifica las transacciones al eliminar la necesidad de conversión de divisas. Además, la liquidez del dólar significa que es más accesible que otras divisas, lo que facilita que otro país lo adopte a gran escala", enumera la analista de Capital Economics.
Girando la vista hacia las dos principales alternativas, el yuan chino o el euro, Fahy argumenta que la divisa china puede ser una alternativa viable para los países emergentes más alineados con el gigante asiático, pero aunque su uso se ha duplicado en la última década, su cuota de mercado mundial de pagos internacionales sigue siendo sólo del 2,5%. Además, apostilla, el yuan está sujeto a controles de capital que restringen los flujos de capital dentro y fuera de China, por lo que no es totalmente negociable, lo que lo hace menos eficaz como depósito de valor.
Respecto al euro, la economista defiende que, como moneda estable, ampliamente utilizada y no sujeta a controles de capital, podría ser una alternativa viable para la sustitución de divisas, especialmente para los países de la región. Sin embargo, expone, "las sanciones de EEUU a Rusia no sólo han demostrado que el dólar puede convertirse en un arma, sino que cualquier moneda puede serlo. Al adoptar la moneda de otro país, una economía siempre está renunciando a cierto control económico. Y, como demostraron las sanciones multilaterales impuestas a Rusia, EEUU no es el único país dispuesto a hacer uso de ese poder". Esto significa que optar por el euro por parte de economías emergentes presentan inconvenientes similares a los del dólar, dada la alineación geopolítica de la eurozona con EEUU. Una economía emergente que adoptara el euro correría el riesgo de sufrir sanciones e intervenciones económicas similares a las de un país dolarizado.
Todo esto arroja algo de luz sobre la posición de Argentina para la experta: "A pesar de los esfuerzos de algunos países emergentes más alineados con China y Rusia por desdolarizarse, el dólar sigue siendo incomparable en términos de estabilidad y comerciabilidad. Está claro que hablar de reducir la dependencia del dólar no bastará para destronarlo como moneda de reserva mundial. En consecuencia, es probable que el dólar siga siendo la divisa elegida por los países emergentes que se planteen la sustitución de divisas (o la fijación de otras divisas) ante la elevada inflación y la inestabilidad macroeconómica".