Los inversores endurecen su exigencia de transparencia en los fondos de impacto
- La medición del efecto de estos productos en sociedad y clima es compleja...
- ...pero clave para limitar el riesgo de 'impact washing', según un informe de Esade
María Domínguez, Javier Barriocanal
La inversión de impacto es solo una parte muy pequeña del creciente universo de la inversión sostenible. En España ascendió a unos 2.300 millones de euros en 2020, según los últimos datos disponibles, que ofrece Esade. Este tipo de inversiones han ido, tradicionalmente, de la mano del capital privado, de fondos cerrados que invierten en empresas en fases iniciales. Puede tratarse de una pequeña fábrica de zapatos en India, o de una escuela para niños de familias con bajos ingresos en Perú. Los fondos de impacto no invierten directamente en esos mini negocios, sino en entidades financieras asentadas en esos países, que se dedican a ofrecer microcréditos a esas empresas. Consulte más artículos en el portal especializado elEconomista Inversión sostenible y ESG.
A estos fondos se les considera lo más puro dentro de la inversión sostenible ya que, a diferencia de lo que ocurre con las inversiones líquidas, el dinero se dirige específicamente a abordar un problema concreto, y a generar beneficios ambientales o sociales. Pero se enfrentan a grandes retos en cuanto a cómo se mide su impacto, según ponen de relieve los expertos del equipo de Ecsi (Esade Center for Social Impact).
Los institucionales piden evidencias tangibles del impacto de su capital, señala el informe
Según el estudio The governance of impact measurement in European impact investing funds (La gobernanza de la medición del impacto en los fondos de impacto europeos), del Ecsi, presentado este jueves en un evento online, la medición y la gestión del impacto ya constituye una piedra angular en este tipo de inversiones. "Sin embargo, a pesar de que muchos fondos han elevado el rigor de sus prácticas en este sentido", es necesario "un mayor progreso" para "afrontar los muchos desafíos que abordará la industria en los próximos años, incluido el impact washing". Se denomina de este modo a la utilización, de mala fe, de la expresión inversión "de impacto" en productos que no pueden demostrar que lo tengan.
Actualmente, el 97% de los fondos europeos de capital riesgo, tanto de impacto como los filantrópicos, miden el impacto social y cerca del 70% publican informes de impacto. "Se espera que estos datos crezcan en los próximos años, gracias al valor añadido que la medición y gestión del impacto tiene para los fondos y la creciente demanda de inversores y reguladores en términos de rendición de cuentas y transparencia", destaca el informe. El documento enfatiza el hecho de que los inversores en este tipo de productos, "especialmente los institucionales, ahora piden ver evidencias tangibles del impacto en su capital".
En el estudio se han tenido en cuenta las aportaciones de 6 gestoras de capital privado, entre ellas la española Creas, una gestora de inversión de impacto que cuenta con dos vehículos de inversión, Creas Desarrolla y Creas Impacto, con un total de 30 millones de euros bajo gestión.
Sofisticación en las métricas
El estudio de Esade también pone de relieve que "a medida que la recolección de datos para la medición del impacto se va sofisticando, los fondos serán capaces de confiar en dichas métricas" al igual que los fondos con orientación meramente financiera se fían de los datos financieros. Al mismo tiempo, "gaps en la gobernanza de esos fondos, por el contrario, podrían tener impactos dramáticos en la industria", ya que la confianza de los socios, gestores de fondos e inversores, "que son críticos para el éxito de los fondos, podría perderse".
Actualmente existen muchas métricas, y amplios listados de indicadores, para medir el impacto en las inversiones. El problema es que, como cada organización tiene objetivos y modelos de impacto diferentes, a menudo utilizan indicadores propios porque no encuentran ninguno estandarizado que se ajuste a lo que realmente quieren medir. Ese es otro reto que la industria está abordando. Una gobernanza clara y transparente en cuanto a medición del impacto, "es clave para evitar el riesgo de impact washing" y puede movilizar más capital hacia estos productos.
Un tamaño aún residual
A nivel global, ya se consideran de impacto activos por más de 360.000 millones de euros, según el informe del GIIN (Global Impact Investing Network o Red de Inversión de Impacto Global) de 2020. En España, como se ha señalado, los últimos datos disponibles reducen la cifra a 2.300 millones en 2020 (aún así, un 26% más que en 2019). Esa cifra incluye los fondos de capital privado, la banca ética y social, y las fundaciones. Durante muchos años, el hándicap para el crecimiento de estos productos ha sido su barrera de entrada ya que, debido a su iliquidez, han estado reservados a inversores institucionales, o a aquellos que cuenten con, al menos, 100.000 euros. Esto podría cambiar a partir de ahora, con la esperada bajada de dicho ticket por parte del Gobierno.
El reducido tamaño de este segmento de fondos ha motivado que también se empiece a considerar de impacto a fondos líquidos, que invierten en compañías cotizadas. Estos fondos están etiquetados como artículo 9 dentro del Reglamento europeo de Divulgación, y se caracterizan por tener "un objetivo de sostenibilidad". Según explicó recientemente Juan Bernal, presidente de SpainNAB, en una entrevista concedida a elEconomista: "Si en España circunscribes la inversión de impacto al venture capital y a la filantropía -es decir, a lo que se consideraba el más puro impacto-, hay 536,6 millones de capital privado y 241,6 millones de filantrópico. Es necesario ir hacia cifras mayores. Si queremos pasar de millones a billones tenemos que incluir al capital privado, a las grandes empresas, y a los grandes fondos", señalaba.