Televisión

Ana Rosa Quintana cumple 69 años: el arte de sobrevivir al paso del tiempo (y a lo que haga falta)

Ana Rosa Quintana, de joven

Cuando hace más de 20 años le dije a mi jefe que Ana Rosa Quintana dejaba las tardes de Antena 3 y Sabor a ti, y se iba a Telecinco para ocupar el hueco de María Teresa Campos en las mañanas de esa cadena, me dijo que no se lo creía. Pero cuando en ese mismo momento le conté que además estaba embarazada y que eran mellizos quería echarme del despacho. Publicamos ambas primicias: la portada de la revista decía algo así como "Ana Rosa ficha por Telecinco y está embarazada de mellizos". Y acertamos. Hoy, sigue en Mediaset y Juan y Jaime son unos hombres de 21 tacos. Este domingo Ana Rosa Quintana cumple 69 años al pie del cañón. Después de vencer un cáncer y luego otro, este animal de la comunicación volvió y se enfrentó al reto de sostener las tardes. Ahí está: siendo un coloso que resiste en condiciones muy complicadas, defendiendo las tardes en una cadena que se hunde por todas partes menos por los frentes que defiende esta soldada que resiste mirando a cámara con una fuerza inusitada, contra viento y marea. A esta señora de armas tomar "hay que echarle de comer aparte", nos dice una persona que la conoce bien, "porque es de abrigo", nos matiza. Unos dirán que es una facha redomada, otros, que en realidad es progresista pero que está cabreada con este Gobierno en concreto. Pero por muchas luces y sombras (es del Atlético de Madrid) que se junten en ella, ni sus enemigos declarados podrán negarle que es una superviviente porque una mujer que resiste en televisión a ese nivel, haciendo un programa diario de varias horas, que se va a la Dana o a donde haga falta, es una bestia. Felicidades.

Y es que si algo ha aprendido Ana Rosa a lo largo de los años ha sido a caminar con un paso firme y seguro, como quien atraviesa un campo de minas sin perder el equilibrio ni el norte.

Hoy, cuando la periodista celebra 69 años, no hay en su mirada ni un ápice de melancolía, sino la chispa incandescente de quien ha hecho del presente su único aliado. Desde su trinchera en TardeAR, se bate por las tardes televisivas entre la búqueda de espectadores, la actualidad y los recuerdos forjados entre platós y contratos millonarios. Ana Rosa es la prueba viviente de que, en el arte de reinventarse, la clave está en no detenerse ante nada. Ella es muy de "ladran, luego cabalgamos". Y desde luego que cabalga.

La televisión, espejo inagotable donde los rostros se desgastan al mismo ritmo que las audiencias, rara vez otorga segundas oportunidades. Pero Ana Rosa no solo las ha tomado: las ha convertido en espectáculo. Su salto de las mañanas al horario vespertino, tras casi dos décadas de liderar el día con una audiencia fiel, parecía un salto al vacío. Las circunstancias, como la calma chicha que paraliza a un velero, no estaban de su lado. En un momento en que Mediaset daba un giro radical, dimos la primicia: ella asumía el timón de la tarde tras el fin de Sálvame, un fenómeno que había moldeado la parrilla televisiva. "No se trataba de competir con un fantasma", nos diría después, "sino de construir algo nuevo". Y así lo hizo. TardeAR nació en septiembre de 2023 como una apuesta arriesgada, pero Ana Rosa, consciente de que el tiempo no espera, tomó cada reto con el mismo brío con el que un gladiador entra al coliseo.

Para llegar hasta aquí, Ana Rosa ha tenido que sortear no solo las trampas del espectáculo, sino también las de la vida misma. En 2010, un cáncer de mama la apartó temporalmente de las cámaras. Con la misma franqueza que caracteriza su estilo periodístico, narró su proceso sin adornos, como quien recita un parte médico: diagnóstico, tratamiento, victoria. Once años después, la enfermedad regresó, esta vez como un carcinoma. Y nuevamente, Ana Rosa decidió plantarle cara, demostrando que no solo es resistente, sino también valiente.

"Hay batallas que no puedes delegar", nos confesó en su regreso triunfal a la televisión. A partir de entonces, tomó la decisión de reducir su ritmo frenético, reservándose los viernes para el descanso. Sin embargo, incluso en esos momentos de pausa, Ana Rosa sigue siendo Ana Rosa: la empresaria, la descubridora de nuevos valores (algunos han volado solos, claro), la estratega, la mujer que ha construido un imperio mediático (y no mediático) con su productora, Unicorn, y que, a pesar de los desafíos, nunca pierde el control, al menos si hay una cámara.

En este recorrido, hay un personaje secundario que siempre ha estado presente: Juan Muñoz, su marido y principal apoyo. Juntos han tejido una relación discreta, lejos de los focos, pero sólida. Ella dio la cara por el hombre de su vida cuando se el empresario se enfrentó a los tribunales y a una condena más antiestética que grave.

Porque es Juan el amor de su vida y no el periodista Alfonso Rojo, padre de su hijo mayor ni el director José Luis Garci, amores que no todos recuerdan pero que ella sacaría en su plató si un personaje como ella la visitara una tarde reñida contra Sonsoles Ónega, esa ex empleada del mes, del año y de la década, que triunfa enfrente y escribe libros millonarios en premios y lectores.

Estas Navidades, como en otras tantas, Ana Rosa y su marido viajaron a Andalucía, tierra natal de Juan, para reencontrarse con el calor familiar. Allí, entre sobremesas y villancicos, Ana Rosa, lejos de su Usera del alma, encuentra ese refugio que toda guerrera necesita para recuperar fuerzas.

Pero no solo es Juan. El círculo de Ana Rosa está compuesto por amistades que ha cultivado a lo largo de décadas, compañeros de oficio que la admiran tanto por su temple como por su carisma. La periodista sabe que el éxito no solo se mide en números de audiencia, sino también en la capacidad de rodearse de gente que la haga brillar más allá del plató.

A sus 69 años, Ana Rosa Quintana no es solo una rica y exitosa empresaria (no solo audiovisual) y presentadora de televisión; es un símbolo de resistencia y adaptación. La niña que soñaba con contar historias se convirtió en una mujer capaz de transformar cada revés en un capítulo más de su biografía, esa que escribe todos los días frente a millones de espectadores. En el mundo de la televisión, donde la juventud parece ser la moneda de cambio, ella ha demostrado que el tiempo, lejos de ser un enemigo, puede ser el más valioso de los aliados. Su historia es un recordatorio de que, en un medio tan voraz como este, solo sobrevive quien sabe adaptarse a las corrientes sin perder su esencia. Quizá mañana, o dentro de diez años, alguien se pregunte cuál es el secreto de Ana Rosa. No crean a quienes les digan que su secreto es la ambición, la capacidad de llevarse por delante lo que haga falta, enfrentarse a lo que sea, la fuerza para levantarse, su capacidad para recordar que la vida. No crean que su secreto es una mezcla de riesgo, superación y, sobre todo, perseverancia. La respuesta es mucho más sencilla: es todo lo anterior pero sobre todo que tiene un don que casi nadie tiene: se llama comunicar.

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