Los anuncios de Navidad de las cadenas de televisión son un clásico por estas fechas, igual que ocurre, por ejemplo, con el spot de la Lotería. Hace unos días, Atresmedia estrenó su campaña con la participación de más de 50 estrellas de la cadena. Ahora, es el turno de Mediaset, que ha optado por una estrategia distinta y ha prescindido de sus presentadores.

La cadena ha lanzado un anuncio, bajo el 'claim' Juntos, protagonizado por voluntarios reales y actores que cuentan una historia que invita a homenajear a los jóvenes y la solidaridad, con la idea de que la unión de la gente permite superar cualquier adversidad, como ha ocurrido en tragedias como la de la DANA. Ni rastro, por lo tanto de las caras más reconocibles de Mediaset.

Durante la noche, el árbol centenario de la plaza del pueblo, el que cada año se adorna con dedicación y esmero para celebrar la Navidad, ha quedado reducido a cenizas. Las llamas provocadas por un cortocircuito han acabado con cada rama, con cada brizna, con cada bola y espumillón... y con las ilusiones y esperanzas de todos. Ahí se alza al amanecer, ennegrecido y humeante, ante la mirada entre incrédula y apesadumbrada de los vecinos más madrugadores.

Tras contemplar el desastre, una mujer entra en casa y su mirada se encuentra con la de su hijo adolescente. Apoltronado en el sofá, el joven mira la pantalla de su móvil con indiferencia. No se ha enterado del incendio; o si lo ha hecho, ni se ha conmovido. Su madre lo observa y amaga con hacerle partícipe, pero se va sin hacerlo, resignada y consciente de que su atención está secuestrada por unas redes de las que le resulta imposible escapar. Como siempre. Él alza la vista, pero calla.

Mirando por la ventana, el joven observa el árbol calcinado con cierta apatía. Armado con cables y alargadores, el joven sale a la calle como guerrero que va a la batalla. Con decisión y coraje comienza a tirarlos alrededor del árbol y enrosca una primera bombilla. Otros jóvenes le observan y en sus ojos empieza a brillar la esperanza. Contagiados por su energía e inspirados por su determinación, estos y otros vecinos se unen a la tarea.

Cada uno aporta lo que puede a la improvisada restauración del árbol: el faro de una moto, el neón de un negocio, un flexo, un globo terráqueo, una vieja lámpara de salón. Aupada por su padre, una niña cuelga sus zapatillas luminosas; una joven deja encendido el móvil, su bien más preciado. Todo el pueblo trabaja unido y emocionado. Al caer la noche, todos se reúnen entusiasmados para contemplar el encendido.

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