Televisión

Errejón regresa a los titulares tras el escándalo gracias a Google y junto a Topuria: el vacío del algoritmo

Topuria y Errejón: ¿lo que de verdad nos importa?

Si en el umbral de una civilización elocuente, que aspiró a forjarse como un faro del pensamiento y la cultura, nos hubieran revelado que un día sus hijos más despiertos dedicarían sus indagaciones al nombre de Íñigo Errejón o al puño de Ilia Topuria, seguramente la incredulidad habría teñido de amargura las palabras de quienes soñaron con un pueblo ilustrado. Sin embargo, aquí estamos, rendidos al dato y los dictados de Google, ese oráculo que nos devuelve el vacío más estrepitoso, el del algoritmo. Y lo hace con la precisión de un espejo deformante, desnudando los apetitos más fugaces y las distracciones más triviales.

Se nos asegura que el ranking anual de búsquedas refleja los intereses más "variados" de nuestra ciudadanía. Pero, ¿qué variedad puede encontrarse en este paisaje de mediocridad? El nombre de un político venido a menos, cuyo mayor mérito en el año parece haber sido la denuncia de una actriz; el reality La isla de las tentaciones 7, nueva dosis de morbo para un público embrutecido; o la mano no sancionada de un futbolista en un partido que ya nadie recordará dentro de un mes. Todo ello coronado por un boxeador. Entendemos la importancia del aviso meteorológico. Todo lo demás parece solo el testimonio de nuestra esclavitud ante lo inmediato.

Es inevitable recordar a aquellos que advirtieron que el exceso de información acabaría por ahogar la capacidad crítica. Hoy, con cada consulta que tecleamos en el buscador, no solo dejamos constancia de nuestra ignorancia, sino que la perpetuamos. La cultura, que en otro tiempo fue un esfuerzo ascético por extraer belleza y sentido de lo eterno, se ha convertido en un barrizal donde campea lo grotesco. ¿Qué más da que nuestros escritores contemporáneos publiquen obras memorables, que en los laboratorios se gesten hallazgos revolucionarios o que los archivos históricos nos aguarden con sus misterios? Preferimos escudriñar las extravagancias de un ex político impresentable o debatir, con la frivolidad de un todólogo televisivo sobre la coreografía de la indignación futbolística.

Google nos delata: no buscamos lo que necesitamos saber, sino lo que nos distrae del hastío

En este desierto de propósito, donde las búsquedas no son más que migajas de un apetito mal educado, el algoritmo se erige como el gran dictador de la época. Nos creímos amos de la tecnología, pero Google nos delata: no buscamos lo que necesitamos saber, sino lo que nos distrae del hastío. La inquietante paradoja es que el buscador, espejo de nuestras inquietudes, podría también ser el archivo de nuestra decadencia. El ranking de 2024 no es, por tanto, un listado anecdótico de curiosidades populares; es un acta de defunción cultural. España, que una vez alumbró genios y poetas, hoy se entretiene con realidades virtuales de tercera categoría y nombres que serán polvo antes que historia. A este paso, nuestras búsquedas más relevantes en 2025 incluirán "cómo evitar pensar" y "formas rápidas de olvidarlo todo". Y Google, solícito, nos responderá con una oferta de pasatiempos tan mezquinos como nosotros mismos.

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