Apunten el nombre de Carles Tamayo, porque acaba de firmar una de las mejores docuseries que vas a ver en esta temporada. Algunos le conocerán por sus vídeos de YouTube, como le ocurrió a Ramón Campos, uno de los productores (Bambú) más importantes de nuestro país. El responsable de El caso Asunta o Fariña, entre otros muchos títulos, se puso en contacto con él cuando vio el trabajo que estaba haciendo en Internet. En ese momento, Tamayo estaba inmerso en el rodaje de un documental para desenmascarar a Lluís Gros, condenado a 23 años de prisión por abusos sexuales.
Gros, de avanzada edad, había regentado el cine del pueblo donde también vivía Tamayo. De hecho, él mismo acudía allí cuando era un niño y soñaba con ser un gran director de cine y veía en su pantalla las películas que más le gustaban. Gros, sentenciado pero sin entrar en prisión, pidió a Tamayo que le hiciera un documental sobre su vida para lavar su imagen. Tamayo se lo pensó mucho, pero aceptó grabar con otro propósito: descubrir la verdadera historia de su vecina y conseguir que, de una vez por todas, entrase en prisión como pedían las víctimas.
"Cuando yo hablé con él, había empezado a grabar a Lluís. Le pedí que me enseñase el material y, al ver que había una historia que contar, le dimos las armas para que pudiera investigar durante tres años", cuenta Ramón Campos a Informalia en el FesTVal de Vitoria. "Las víctimas estaban dispuestas a hablar, el sistema estaba fallando porque Lluís no entraba en prisión y, encima, hablaba a cámara con gran vanidad", recuerda el productor, todavía sorprendido. Después, lo llevaron a Prime Video y "lo compraron nada más verlo".
En este brillante documental -tres capítulos que ya están colgados en la plataforma-, Tamayo hace un minucioso seguimiento de Gros que permite levantar la aterradora piel de un monstruo que estaba a la vuelta de la esquina. "Le dedicó muchas horas a Lluís para conseguir todas las perlas que suelta", comenta Campos sobre el sobrecogedor testimonio que ofrece a cámara con una tranquilidad asombrosa, como si esos 23 años de prisión no fueran con él. El estupor en el espectador crece por momentos, incapaz de entender que un pederasta condenado en firme ni se inmute ante una realidad que tiene encima.
Ayuda la "frescura" de Tamayo, que poco a poco le va poniendo frente al espejo y le muestra el sufrimiento de sus víctimas, al mismo tiempo que le ofrece el objetivo de su cámara para pedir un perdón reparador que no llega. "Un documental sobre la pederastia es algo muy duro, pero Tamayo tiene la capacidad de transmitir algo muy duro con frescura", dice Campos sobre el director de esta docuserie que está causando furor entre los consumidores de 'true crime'. "Es espontáneo e inocente, en el mejor sentido de la palabra, desde dónde pregunta", dice sobre el cineasta. "No tiene doble vuelta".
Esa agilidad, marca de youtuber, se refleja en la parte técnica, en cada plano y secuencia de Cómo cazar a un monstruo. No hay pretensiones en las formas, o la pretensión es que parezca que todo es desenfadado. Da igual, porque lo importante es que consigue su objetivo de dejarte pegado hasta el final con algún giro absolutamente sorprendente. El último capítulo, tan llamativo como surrealista, es absolutamente impactante.
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