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El desastre de la Macarena contado por el 'New York Times': la Anna Wintour de la Semana Santa

En Sevilla nadie parece dispuesto a pasar página tan rápido con el espinoso asunto de la restauración de la Macarena. Y en el resto del mundo tampoco. El desastre que cruza nuestras fronteras ha dejado una herida en el orgullo local y ha recordado al mundo que aquí, en la ciudad del Guadalquivir, las imágenes sagradas no son meros objetos artísticos: son parte viva de la identidad colectiva. Y si alguien osa tocarles el rostro —o las pestañas—, la respuesta será tan intensa como un saetero en plena Madrugá. Por increíble que parezca, la noticia cultural de Sevilla que llama la atención del New York Times no tiene que ver con la Feria, con el Betis o con el calor asfixiante de agosto, sino con las pestañas postizas de la virgen que tantos devotos mantiene.

Esas pestañas son las que, según muchos sevillanos, han arruinado el rostro más venerado de la ciudad: la Esperanza Macarena. El escándalo ha cruzado fronteras y ha acabado en las páginas del New York Times, donde es descrito como una mezcla de devoción, política, errores técnicos y orgullo herido.

La historia, según recoge el medio, comenzó con buenas intenciones. Cuenta que en junio, la Hermandad de la Macarena decidió enviar a la imagen a un taller para un "retoque ligero". Cuenta que se trataba de una talla del siglo XVII, protegida con celo durante siglos, y a la que incluso sus más fervorosos devotos reconocían que le vendría bien un repaso. Citan en el periódico al elegido: Francisco Arquillo Torres, profesor de restauración de la Universidad de Sevilla y conocido como el "médico de la Virgen", con décadas de experiencia sobre la imagen.

El plan era simple, dice el medio, una limpieza superficial, la revisión de las lágrimas de cristal y la sustitución de unas pestañas que presentaban signos de desgaste. Pero lo que debía ser una intervención discreta se convirtió en lo que el New York Times describe como "un cambio de imagen de dudoso gusto", con pestañas más largas, un maquillaje más marcado y ligeros retoques en la piel y la nariz.

La reacción en Sevilla fue inmediata y "visceral". Devotos con medallas de la Macarena colgando del cuello comentaban el "cambio" en bares de tapas, entre fotos de la procesión de Semana Santa que cuelgan todo el año. "No es buen trabajo", lamentó al diario Salvador Fernández, de 84 años, tras inclinarse ante la imagen en la basílica, recoge el periódico. Su esposa fue más contundente: "A la Macarena no se le maquilla". El desconcierto se transformó en crisis interna en la Hermandad, con acusaciones de mala gestión y teorías conspirativas sobre un intento del actual Hermano Mayor de ganar puntos de cara a las elecciones de noviembre. El diario relata cómo la apertura precipitada de la basílica, el 21 de julio, sin revisar a fondo el resultado, desató la tormenta. Las redes sociales se llenaron de comparativas "antes y después", y algunos hermanos pidieron dimisiones.

"Madre... ¿qué te ha pasado?"

Entre los testimonios más pintorescos que recoge el New York Times está el de Jorge Pulgar, un joven que se autodefine como "la Anna Wintour de la Semana Santa" y que retrasó un viaje para ver de cerca a la Virgen. Su reacción, sentado en la primera fila, fue de horror: "Madre… ¿qué te ha pasado?".

La Hermandad trató de reaccionar convocando a otros restauradores, incluyendo a un especialista en pestañas y a un artesano de pelucas. El resultado, según los fieles, fue aún peor. La tensión llegó a su punto álgido en una asamblea multitudinaria el 29 de julio, a la que asistieron más de 1.800 hermanos. Entre insultos, reproches y votos de censura, se decidió por mayoría someter a la Macarena a una nueva restauración, esta vez bajo supervisión externa y con estudios radiográficos para evaluar daños más profundos, como posibles plagas de insectos.

El periódico neoyorquino no pierde ocasión para subrayar cómo este episodio refleja tanto la intensidad de la devoción en Sevilla como el orgullo por sus tradiciones. Desde bares decorados con carteles de la Virgen hasta restaurantes con su nombre, todo el barrio respira Macarena. Y en todos, el tema de conversación sigue siendo el mismo: "¿Cómo ha podido pasar algo así?".

El caso ha servido también para alimentar la rivalidad norte-sur dentro de España. El New York Times menciona que algunos sevillanos critican al Hermano Mayor por sus "maneras del norte" e incluso por su gusto por mezclar Coca-Cola con vino tinto, un detalle anecdótico pero revelador de lo personal que se ha vuelto el debate.

La talla sigue recibiendo visitas y oraciones. El diario recoge también las palabras del párroco de la basílica, el padre Amador Domínguez Manchado, que recordó que, más allá de la estética, lo importante es lo que la Macarena inspira. "Si llevas pestañas postizas, sigues siendo la misma persona", dijo.

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