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La restauración de la Macarena divide Sevilla: "No parece nuestra virgen, parece una actriz de Hollywood"

La Virgen de la Macarena y la polémica restauración que ha desatado la indignación de sus devotos es un asunto que trasciende el ámbito de los devotos. En Sevilla, donde la fe se mezcla con la estética y el rito con la identidad colectiva, no basta con conservar. Hay que sentir. Y cuando una pestaña cambia, para muchos, cambia el corazón de una ciudad entera.

La capital andaluza es tierra de fervores sagrados y emociones desbordadas. A la orilla del Guadalquivir hay imágenes que no solo se veneran, sino que se viven como parte del alma colectiva. Entre ellas, ninguna como la Virgen de la Macarena. Su rostro sereno, sus ojos de cristal humedecidos por la pena y el consuelo, y sus detalles milimétricos han sido durante décadas objeto de una devoción que trasciende lo religioso para instalarse en el terreno de lo emocional y lo identitario. Por eso, no es extraño que la reciente restauración de la imagen haya generado un terremoto en el corazón de muchos sevillanos. Esta polémica pone sobre la mesa una cuestión delicada: ¿hasta qué punto deben intervenir los expertos en obras sacras sin alterar su dimensión emocional? ¿Puede una restauración técnica despojar de alma a una imagen que, para miles, es algo más que arte?

No es comparable a la polémica del Ecce Homo de Borja, cuando en 2012 Cecilia Giménez Zueco, una aficionada a la pintura que antes había realizado algunos pequeños trabajos en otros centros religiosos (entre ellos el retoque de un lienzo de la Virgen del Carmen en el convento de Santa Clara de Borja) decidió repintar encima sin contar con los conocimientos técnicos necesarios para una auténtica restauración. En este caso no ha sido para tanto pero la intervención de la Macarena, llevada a cabo por el restaurador Pedro Manzano, pretendía una limpieza y conservación de la talla mariana que no ha gustado a todos. No se restauraba desde 1920, no había sido objeto de un tratamiento integral. Sin embargo, lo que debía ser una intervención técnica y respetuosa ha desembocado en un mar de controversias tras un detalle que, a ojos de los devotos, lo ha cambiado todo: las nuevas pestañas postizas de la imagen.

Más largas, más curvadas y visiblemente distintas de las originales, las pestañas han sido interpretadas por muchos fieles como un atrevimiento estético innecesario, una especie de maquillaje fuera de lugar que, según sus detractores, despoja a la Virgen de su expresión de dolor contenida y la convierte en una figura más mundana. Las redes sociales se han llenado de comentarios indignados, memes, comparaciones con iconos de la cultura pop e incluso peticiones para que se revierta el cambio. "No parece nuestra virgen parece una actriz de Hollywood", señalaba una devota con lágrimas en los ojos tras contemplar el rostro restaurado. Otros hablaban de una "mirada vacía", de una pérdida de autenticidad, de un gesto de modernidad innecesario en una imagen que nunca pidió nada más que ser respetada en su forma más pura.

La Hermandad de la Macarena, por su parte, ha defendido la restauración, explicando que se trata de una medida reversible y que las pestañas anteriores no eran originales. Según el informe técnico, estas fueron añadidas en décadas anteriores sin criterio conservador, por lo que la intervención buscaba dar coherencia a la obra. Aun así, la explicación no ha logrado calmar a todos los fieles, que sienten que no han sido tenidos en cuenta en decisiones que afectan directamente a su vínculo emocional y espiritual con la Virgen.

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