A pesar de ser una de las estrellas más destacadas de Hollywood, la vida de Jane Fonda no se ha medido únicamente por el éxito. La actriz de 87 creció en un entorno familiar inestable, marcado por el suicidio de su madre, Frances Ford Seymour; y por las carencias afectivas que recibió por parte de su padre, el también actor Henry Fonda. La propia artista ha hablado de ello en su última entrevista.
En cuanto al vacío que le dejó el fallecimiento de su madre, la intérprete explicó a Vanity Fair que tardó en comprender que no debía responsabilizarse de ello. "No era que yo no fuese una persona digna de amor, es que tenían problemas muy gordos sin resolver en su interior. En el momento en que comprendes eso, puedes sentir enorme empatía y finalmente perdonar", señaló.
La protagonista de películas como Barbarella o Klute se recuerda como "una hija que veneraba totalmente a un padre que nunca verbalizaba amor ni afecto". Esto derivó en heridas emocionales que le llevaron a un largo proceso de autoconocimiento.
Pero no todos los recuerdos son malos. Fonda recordó en su conversación la experiencia más tierna junto a su padre, un hecho que marcó un antes y un después en un vínculo que empezó, poco a poco, a recomponerse. La actriz produjo la película El Estanque Dorado, en la que participó su padre junto a Katherine Hepburn. "Trabajar con mi padre era como vivir con él: no recibías mucha información. No hablaba demasiado. No quería que le molestaran. Pero siempre notabas su presencia", afirmó.
"Mi padre estaba enfermo y sabía que no iba a vivir mucho más tiempo. Hacer esa película fue una manera de abordar nuestra complicadísima relación", comentó la actriz, agradecida, ya que el filme le permitió cerrar algunas heridas.