El expresidente de Estados Unidos, Joe Biden, de 82 años, ha sido diagnosticado con una forma agresiva de cáncer de próstata con metástasis ósea, según confirmó su oficina en un comunicado difundido este domingo. El diagnóstico se produjo tras una serie de estudios médicos que se iniciaron luego de que el exmandatario presentara síntomas urinarios, lo que motivó una revisión más exhaustiva de su estado de salud.
Durante los exámenes, los médicos detectaron un pequeño nódulo en su próstata. Las pruebas posteriores revelaron que se trataba de un cáncer avanzado, caracterizado por un Gleason score de 9 (Grupo de Grado 5), una de las clasificaciones más altas de agresividad para esta enfermedad. Además, el cáncer ya se ha diseminado a los huesos, una condición que complica el tratamiento y el pronóstico general del paciente.
No obstante, la oficina del expresidente ha subrayado que, a pesar de la naturaleza agresiva del tumor, la enfermedad parece ser hormonosensible, lo que significa que responde a terapias que reducen o bloquean la acción de las hormonas masculinas —principalmente la testosterona— que favorecen el crecimiento del cáncer prostático. Este tipo de tratamiento hormonal se considera uno de los pilares fundamentales en el manejo del cáncer de próstata avanzado.
Biden y su familia están revisando las diferentes opciones de tratamiento junto a su equipo médico
En estos momentos, tanto Biden como su familia están revisando las diferentes opciones de tratamiento junto a su equipo médico. Las alternativas terapéuticas incluyen tratamiento hormonal, quimioterapia, radioterapia dirigida a las zonas óseas afectadas, inmunoterapia y fármacos de nueva generación como los inhibidores de PARP, que podrían indicarse en función del perfil genético del tumor. La elección dependerá de múltiples factores clínicos y personales, incluyendo la evolución del paciente y los efectos secundarios esperados. Aunque el cáncer con metástasis no se considera curable en términos absolutos, sí puede ser tratado de manera eficaz en muchos casos, permitiendo una calidad de vida aceptable y una supervivencia prolongada. En pacientes que responden bien a la terapia hormonal, es posible controlar la enfermedad durante varios años.
Joe Biden, que dejó la Casa Blanca en enero de 2025 como el presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos, ha mantenido un perfil bajo desde su retirada de la vida política activa. Se ha instalado principalmente en Delaware, aunque ha realizado visitas ocasionales a Washington para organizar asuntos relacionados con su legado presidencial y sus memorias. Su decisión de no presentarse a la reelección fue atribuida, en parte, a las crecientes preocupaciones sobre su salud y su capacidad para enfrentar otro mandato de cuatro años.
Durante su presidencia, Biden se enfrentó a repetidas dudas sobre su estado físico y mental, que se intensificaron tras un debate presidencial en junio de 2024 donde su desempeño fue ampliamente criticado por mostrarse desorientado y apático. A raíz de ese episodio, muchos dentro del Partido Demócrata comenzaron a cuestionar abiertamente su candidatura, a pesar de haberlo apoyado inicialmente con firmeza.
La situación actual del expresidente también se ha visto envuelta en la polémica por la reciente publicación, por parte de Axios, de una grabación de cinco horas correspondiente a una entrevista realizada en 2023 por el fiscal especial Robert K. Hur. En la cinta, Biden aparece con una voz débil y presenta dificultades para recordar fechas y detalles, lo que ha reavivado los debates sobre su salud mental, especialmente entre sus críticos.
En medio de estas circunstancias, la noticia del cáncer ha generado una ola de preocupación y solidaridad tanto en el ámbito político como en la opinión pública. Figuras de todo el espectro ideológico han expresado su apoyo al exmandatario y su deseo de una pronta recuperación. Mientras se definen los próximos pasos médicos, la atención se centra ahora en cómo enfrentará Biden este nuevo desafío de salud. La comunidad médica y política estará atenta a la evolución del tratamiento, que podría marcar no solo su bienestar personal, sino también la percepción pública de su legado tras décadas de servicio a su país. La familia del expresidente ha pedido respeto por su privacidad durante este proceso, mientras continúa evaluando junto a los médicos cuál será la mejor estrategia para hacer frente a esta compleja enfermedad.