Roma, ciudad de símbolos eternos, ha presenciado este sábado una de esas escenas que parecen destinadas a marcar época. León XIV, el primer Papa estadounidense, se dirigió por primera vez al Colegio Cardenalicio como Pontífice en pleno ejercicio. Y lo hizo con un mensaje que sorprendió por su claridad, profundidad y sentido histórico: la razón detrás del nombre que eligió como Sucesor de Pedro.
"Hay varias razones", confesó, "pero la principal es porque el Papa León XIII, con su Rerum novarum, abordó la cuestión social en el contexto de la primera revolución industrial. Hoy, la Iglesia debe responder a otra revolución industrial: la de la inteligencia artificial".
Así, sin rodeos ni retórica florentina, León XIV trazó una continuidad espiritual entre dos eras agitadas por la transformación tecnológica. Si a finales del siglo XIX el desafío fue la dignidad del trabajador frente a la máquina de vapor y el capital sin alma, hoy —aseguró— el reto es la dignidad humana frente a algoritmos opacos, automatización del trabajo y decisiones delegadas a sistemas que no sienten, no creen ni rezan.
En un tono cálido pero firme, el Pontífice agradeció a los cardenales por la responsabilidad compartida durante la sede vacante y recordó con afecto al Papa Francisco, "quien con su vida sencilla y entrega al servicio ha dejado una herencia espiritual profunda que no podemos traicionar". En sus palabras se respiraba tanto el peso del deber como la humildad del recién elegido.
Antes de su discurso, León XIV pidió rezar juntos en latín, gesto que evocó la universalidad de la Iglesia más allá de banderas o lenguas. Luego, invitó al diálogo, "para escuchar sugerencias y propuestas", convencido de que la sinodalidad no es solo un lema, sino el modo de caminar juntos.
En su intervención, también hizo un claro gesto de continuidad con el Concilio Vaticano II, y con la visión reformadora de Francisco. Citó Evangelii gaudium, pidió una Iglesia "misionera, atenta a los descartados, en diálogo con el mundo" y recuperó el sentido de colegialidad como camino para fortalecer la comunidad eclesial.
León XIV no solo mira hacia el pasado. Observa con lucidez el presente y vislumbra el futuro. "La inteligencia artificial comporta nuevos desafíos", dijo. Y enumeró: "la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo". Palabras que suenan como advertencia y promesa.
A modo de cierre, rescató el deseo de san Pablo VI: que una gran llama de fe y amor ilumine a toda la humanidad. "Sin la fuerza de Dios", concluyó el Papa, "nada vale, nada es santo". Así, comenzó a escribir su propio capítulo en la larga historia de la Iglesia.
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