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La verdad del atronador silencio sepulcral de Isabel Preysler tras la muerte de Vargas Llosa, según Beatriz Cortázar

Apenas 24 horas de que el Premio Nobel Mario Vargas Llosa falleciera en su residencia de Lima (Perú), los hijos de Isabel Preysler, JulioJosé, Tamara y Ana, regalaban en su red social una fotografía exultantes y alegres por reencontrarse tras muchos meses cada uno por su lado. La Semana Santa, al igual que la Navidad, sirve para que estos encuentros se produzcan e Isabel pueda tener a todos sus retoños en casa. Esas sonrisas, con esos dientes impolutos, mostraban no solamente la felicidad que tenían sino el vínculo tan estrecho y familiar que ha conseguido Preysler con absolutamente todos sus hijos, que sienten adoración por su madre.

Por eso es en sus hijos en los que Isabel ha encontrado el muro de contención y apoyo tras enterarse en plena madrugada que había fallecido el escritor peruano, su amor durante casi ocho años. Isabel fue la última pasión de Vargas Llosa, que no dudó en romper su matrimonio de 50 años con Patricia Llosa, para hacer las maletas e instalarse en la casa de Puerta de Hierro y vivir junto a la filipina. Ahí encontró la paz en la biblioteca famosa de la calle Miraflores y allí todas las mañanas, a primerísima hora del día, salía a dar su paseo matutino acompañado por un empleado de Isabel, que siempre le hacía de apoyo en esos paseos que el autor de La fiesta del Chivo mantenía desde hacía décadas.

Como ya hemos repetido hasta la saciedad, la pareja se convirtió en el atractivo del panorama social y especialmente del papel couche donde Vargas Llosa posaba feliz junto a su enamorada , dando ejemplo de cómo una pareja puede encontrar la pasión en una edad más que madura. Bailes, miradas picaras o gestos que delataban que allí no solamente había compañía sino también mucho fuego. Evidentemente, y al igual que ocurre con tantas parejas, eso fue durante los primeros años. Después llegó la calma y la madurez se fue haciendo dueña de una relación que era el perejil de todas las fiestas y cenas de postín. Tener a Mario Vargas Llosa en la mesa era más que un lujo, era un sueño que pocos hubieran imaginado cumplir. Pero ni el destello que reflejaban ni el escándalo que protagonizaron con titulares que dieron la vuelta al mundo, consiguió que la unión fuera más allá de esos ocho años, protagonizando una ruptura muy mal gestionada y que no salvó lo mejor de su amistad. Por eso nada más conocer la noticia Isabel bloqueó a todos sus contactos, metafóricamente hablando, y decidió que no iba a dar ni una sola declaración. Un silencio sepulcral, un aviso a conocidos diciéndoles que por favor desistieran de seguir llamando o interrogando porque no quería hablar.

La muerte de Mario no ha sido una sorpresa dado que todos sabían lo grave que estaba. Incluso la mismísima Isabel tenía esa información. Al escritor, su familia se lo llevó a Lima porque querían que descansara en su ciudad. Y así ha sido. Pero su muerte estaba más que avisada y todos preparados para un final que quisieron endulzar rodeándole de abrazos, de mimos y besos por parte de sus hijos, de sus nietos y hasta de su exmujer Patricia que se tragó el orgullo herido como tantas veces había hecho en esos más de 50 años de unión. Por expreso deseo del fallecido, no habrá grandes funerales ni grandes pompas. La familia, siempre la familia, acompañará sus restos mortales y le velarán en una intimidad ajena a los focos y los titulares de la prensa. Mientras tanto, a miles de kilómetros, Isabel sigue fiel a su silencio.

Hay dolor, hay pena, y sobre todo lo que no hay son ganas de seguir dando titulares y menos en un momento así. Sabe que su lugar está fuera de las cámaras y por eso insiste y asegura que no quiere hacer declaraciones y que quiere vivir este momento en la intimidad. El tiempo dirá si es una decisión definitiva o cuando pase el duelo vendrán los recuerdos y hasta las palabras. Hasta entonces hay que respetar un silencio que dice más por lo que calla y que no solo es respetuoso, sino también elegante y justo. Si su final amoroso fue demasiado escandaloso y con detalles que no deberían haber visto la luz, hoy es el momento de enmendar esos errores y mantenerse al margen, respetando la decisión, no solo de la familia, sino del propio Mario.

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