En el vasto paisaje de las 4.000 hectáreas que componen su finca en Larrodrigo y Pedraza de Alba (Salamanca), Inka Martí, ex presentadora de televisión, ha dejado atrás su vida mediática para sumergirse en el reto de ser ganadera. Junto a su esposo, Jacobo Siruela, uno de los hijos de la duquesa De Alba, ha asumido la responsabilidad de una propiedad que, más allá de su extensión, es un refugio de aprendizaje constante, de adaptaciones y de un profundo respeto por los ciclos naturales que rigen la vida en el campo. Pero, en 2017, la tranquila vida de Inka dio un giro inesperado con la llegada del lobo, un carnívoro que, aunque siempre ha sido parte de los ecosistemas del norte, resultaba escaso al sur del Duero, donde ella reside. Esta incursión no solo puso a prueba su conocimiento sobre la ganadería, sino que la convirtió en una referente de la convivencia con un animal que, para muchos, es más un símbolo de peligro que de equilibrio ecológico.

El primer encuentro con el lobo fue a la vez un milagro y una tragedia. Inka grabó, en 2019, el nacimiento de un lobezno cerca de su finca. Era un hecho insólito en la zona, donde los lobos eran casi inexistentes. Sin embargo, pronto se vio confrontada con la dureza de la naturaleza cuando sus ovejas comenzaron a ser atacadas. De las 1.500 que tenía, 300 fueron asesinadas por el lobo y otras 500 desaparecieron en circunstancias misteriosas, lo que dejaba claro que el caos no solo venía del animal, sino también de las manos humanas que aprovechaban la situación para robar el ganado. Un primer balance fue devastador, pero Inka, lejos de rendirse, adoptó nuevas medidas. La clave, según ella, fue el encerrar a las ovejas de noche y la llegada de dos mastines adultos de la sierra de la Culebra, en Zamora, que, con su presencia, comenzaron a disuadir a los lobos.

La vida de Inka Martí en el campo es una historia de resiliencia. Aprender a convivir con el lobo ha sido un proceso largo, que no solo incluyó adaptaciones en sus prácticas ganaderas, sino también un profundo aprendizaje sobre el comportamiento de este animal. Martí se convirtió en observadora del lobo, capaz de rastrear su paso, identificar sus huellas y reconocer sus senderos. Gracias a su esfuerzo por comprenderlo, hoy puede afirmar con certeza que el lobo, lejos de ser un simple predador, es esencial para el equilibrio del ecosistema. "El lobo es el cirujano de los ecosistemas", señala con convicción en La Vanguardia, reconociendo que su labor de eliminación de animales débiles, como jabalíes y ciervos, es crucial para evitar que ciertas especies proliferen desmesuradamente y alteren el equilibrio natural.

La postura de Inka Martí frente al lobo es clara: la solución no es la caza indiscriminada, sino la adaptación. Su enfoque, basado en el pastoreo constante, reivindica la presencia humana como la herramienta más efectiva para disuadir al lobo. "El lobo tiene un sexto sentido que lo hace temer al ser humano", afirma, explicando que los lobos no son animales peligrosos para las personas, pero son inteligentes y aprenden rápidamente a identificar amenazas. La presencia de los ganaderos en el campo, por lo tanto, actúa como un disuasivo natural. En sus palabras, la clave es no dejar el ganado a merced de la suerte y ser conscientes de que la ganadería es un trabajo que debe realizarse a pie de campo, con dedicación, esfuerzo y respeto por el entorno.

Sin embargo, el apoyo a la coexistencia con el lobo no ha sido bien recibido por todos. En 2021, un ataque de lobos a una finca vecina dedicada a la cría de toros bravos la hizo blanco de críticas. Se decía que Inka había introducido al lobo en la zona y que lo criaba intencionadamente. De repente, ella se convirtió en "la madre de los lobos", un título que le atribuían en tono despectivo. La realidad, sin embargo, es que ella no solo ha tenido que enfrentarse a los ataques del lobo, sino también a los prejuicios y la desinformación que rodean a estos animales.

A pesar de las dificultades, la ganadera y editora se mantiene firme en su postura. Inka lamenta profundamente la decisión del Congreso de España de sacar al lobo de la lista de especies protegidas al norte del Duero, lo que abre la puerta a su caza. Para ella, este es un retroceso en el esfuerzo por encontrar un equilibrio entre la preservación de la biodiversidad y las necesidades de los ganaderos. En su opinión, los problemas del campo no se resolverán con la persecución del lobo, sino con políticas que fomenten la convivencia y la adaptación a un entorno cambiante.

Uno de los mayores retos de Inka ha sido lidiar con los furtivos que cazan ilegalmente en su finca. El relato que hace de cómo operan los francotiradores en la oscuridad, con rifles de largo alcance y tecnología avanzada, es aterrador. Ella misma ha sufrido la pérdida de varios mastines, animales que, en su lucha por proteger el ganado, han sido víctimas de la caza ilegal. Con una mezcla de indignación y desazón, Inka denuncia cómo, en pleno siglo XXI, el campo sigue siendo un lugar donde la ley se burla con impunidad y donde el trabajo de los ganaderos se ve constantemente amenazado por la violencia y el robo.

Inka Martí no es solo una mujer que vive rodeada de lobos, sino una mujer que, a través de su trabajo, está construyendo una nueva relación con el campo y con la naturaleza. Ha sabido adaptarse, aprender y encontrar soluciones, pero también ha luchado por hacer escuchar su voz en medio de un mar de voces que piden soluciones fáciles, como la caza indiscriminada. Para Inka, el futuro del campo y de la ganadería pasa por el entendimiento y el respeto mutuo, por una adaptación que permita la convivencia con el lobo, y no por su exterminio. Si algo ha aprendido, es que la naturaleza siempre encontrará su camino, y que, como el lobo, los seres humanos también debemos aprender a convivir con ella.

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