Edwin Arrieta nunca supo que su vida se convertiría en una historia de sangre y destino. Caminaba por las calles con la confianza de un hombre que ha visto el horror en la ficción, sin imaginar que algún día lo vería en su propia piel. El destino es un cazador paciente, y cuando menos lo esperas, te toma del cuello y aprieta.

Años atrás, el cirujano colombiano asesinado y descuartizado por Daniel Sancho estuvo frente a una cámara interpretando un papel que no olvidaría. No porque fuera el mejor, ni el más difícil, sino porque aquel personaje, aquel coronel de mirada dura y manos firmes, estaba maldito. O quizá no era el personaje, sino la historia. En la serie, el coronel mataba a su mujer, la descuartizaba en la bañera y esparcía sus restos por la ciudad. Un crimen por celos, brutal y definitivo.

Cuando rodaron la escena, Edwin tomó la sierra con fuerza, la levantó en el aire y sintió la pesadez del metal. Sabía que era solo un simulacro, que al final del día dejaría el set, se quitaría el maquillaje y volvería a su vida. Pero en la ficción y en la vida, hay líneas tan delgadas que a veces uno no sabe en qué lado está.

Los años pasaron. Edwin dejó atrás las luces del set, las cámaras, las órdenes del director. Se dedicó a otra vida, a otros sueños, a otros lugares. Pero el destino no olvida, solo espera.

Cuando su cuerpo apareció descuartizado, la historia se cerró como una trampa oxidada. La gente susurraba sobre la coincidencia, sobre el eco cruel de aquel episodio de televisión. Era como si el destino lo hubiera escrito con antelación, como si la sierra que él blandió en la ficción hubiera estado esperando su turno en la realidad.

Había quienes hablaban de casualidad, otros de ironía macabra. Algunos decían que el asesino conocía su pasado actoral y que por eso replicó la escena, como un tributo enfermizo. Otros, los más supersticiosos, decían que Edwin había sellado su suerte el día en que interpretó aquel crimen. Como si el universo no olvidara las historias de muerte y solo estuviera esperando el momento de hacerlas realidad.

El hombre que una vez simuló un asesinato terminó siendo la víctima de uno real. Y la sierra, aquella herramienta que un día sostuvo en una grabación sin importancia, fue la misma que lo convirtió en un fantasma de su propia historia. El destino no tiene sentido del humor. Solo sabe cerrar círculos. Se especula con la posibilidad de una conversación entre Daniel Sancho y Edwin, explicando el español al colombiano que su padre es actor y al cirujano contándole a su futuro verdugo que él también fue actor para interpretar a un asesino descuartizador. Y eso… ¿Pudo darle al hijo de Rodolfo Sancho la peor de las ideas que jamás escuchó?

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBeloudBluesky