Gente

De Rafael del Pino a los Onassis: el nivelón de los multimillonarios que se juntaron en Madrid la semana pasada

El pasado 15 de diciembre, Informalia desvelaba en rigurosa exclusiva la fiesta de alto copete celebrada en Madrid y que reunió a los royals más distinguidos de Europa, a la flor y nata de la aristocracia y a millonarios de renombre mundial. Los reyes de Dinamarca, Guillermo de Holanda y una selecta élite empresarial y social se habían dado cita en la finca Soto de Mozanaque, propiedad del duque de Alburquerque, en Algete.

El secreto que rodeó este evento no permite salvo a los asistentes entender la magnitud del poder económico y político que se concentró esa noche en la finca. Ferdinand Baumbach, el magnate alemán propietario de una de los gigantes farmacéuticos más poderosos del planeta, celebraba su cumpleaños en un escenario donde la exclusividad se convirtió en la norma. Informalia avanzó la primicia: la concentración de poder más notable que haya sucedido en España en décadas.

Una invitación a esta fiesta era más que una entrada a una velada de lujo; era una puerta trasera a la élite mundial. Los reyes Federico y Mary de Dinamarca llegaron acompañados de sus cuatro hijos y de un equipo de seguridad digno de una fortaleza. Junto a ellos, Guillermo de Holanda, cuya esposa Máxima se encontraba en Argentina, hizo acto de presencia, llevando consigo a la princesa Amalia, su hija y heredera, y a otros miembros de la familia real holandesa.

La lista de invitados era un desfile de apellidos ilustres, como los Livanos, antiguos enemigos de los Onassis en el mundo del transporte marítimo, y los Chandris, eternos rivales en la historia de la alta sociedad griega. Entre los asistentes, los nombres sonaban como una melodía de la opulencia: Acompañaron a Ferdinand Baumbach, uno de los hombres con mayor fortuna de Alemania, Christine D'Ornano, propietarios de Sisley, Christian de Hannover y su esposa Sassa de Osma, los hijos de Juan Abelló, Pablo Hohenlohe, su esposa María y sus hijas Allegra y Cecilia; Alberto Cortina y Elena Cué, con su hija Alejandra, el príncipe de Baden, el príncipe Pierre D'Arenberg, Rafael del Pino, Miriam Ungría, nuera de Simeón de Bulgaria y ahora princesa de Jordania. Todos ellos unidos por el magnetismo de un anfitrión cuya fortuna parecía no tener fin.

La noticia llegó como un susurro a las redes sociales y se expandió como un incendio forestal: Informalia había dado con el epicentro de la fiesta más cerrada y exclusiva, que se celebró en la finca Soto de Mozanaque, en un Madrid que ya no es solo la capital política, sino el alma de la alta sociedad internacional. Más de 85 millones de turistas al año visitan España, pero pocos saben que, entre esos visitantes, se encuentran los miembros de las familias reales europeas.

La atracción por este país, lleno de historia y belleza, no solo responde a sus playas y monumentos, sino también a su capacidad para ofrecer un respiro a aquellos que, por su estatus, viven siempre bajo el ojo de la opinión pública. Los reyes Federico y Mary de Dinamarca, en un intento por desconectar, llegaron a Madrid el 13 de diciembre en lo que, en principio, parecía un viaje privado. La Casa Real danesa se apresuró a comunicar que la pareja estaba fuera de Copenhague, y su ausencia se la achacaron a un simple viaje personal. Pero Madrid se convirtió en su refugio, en una ciudad tan silenciosa como vibrante. En el Hotel Santo Mauro, el lujo y la discreción se encontraron.

La presencia de la familia real danesa no pasó desapercibida, aunque intentaron mantener el anonimato. El hecho de que se alojaran en uno de los hoteles más exclusivos de Chamberí y de que pasearan por las calles madrileñas con un aire tan discreto como elegante, no hizo sino confirmar que Madrid es ahora uno de los puntos de referencia para aquellos que buscan huir del mundanal ruido. Los reyes daneses aprovecharon su estancia para hacer compras navideñas y disfrutar de la capital, como cualquier turista, pero el eco de sus pasos resonaba en los pasillos de los palacios reales daneses. Sin embargo, no eran los únicos monarcas que se encontraban en la ciudad.

La cita más esperada en Madrid no era otra que la fiesta de cumpleaños de Ferdinand Baumbach, el hombre que, con su fortuna desmesurada, había logrado reunir a la crema y nata de la aristocracia y la alta sociedad internacional en una de las fincas más lujosas de la región. Con una seguridad tan discreta como imponente, la velada se desarrolló con una atmósfera casi mística, rodeada de secretismo. Informalia no solo dio la primicia sobre el evento, sino que, a través de sus palabras, la fiesta parecía haber sido organizada como una obra de arte: la mezcla perfecta de glamour, dinero y poder. En ese rincón aislado del mundo, los presentes estaban rodeados de lo mejor que la humanidad puede ofrecer: dinero, influencia y poder.

Y así, mientras los reyes daneses disfrutaban de su breve estadía en Madrid, los reyes holandeses recorrían el país, no solo por motivos turísticos, sino también por un deseo de retorno a una España que siempre había tenido un lugar especial en su historia. Guillermo y Máxima de Holanda eligieron España como su destino también días antes. Primero Toledo, donde cazaron perdices junto a Felipe y Matilde de Bélgica. Luego, Málaga, aunque poco se sabe de ese segundo viaje. España, siempre tan suculenta y tan cálida, parece ofrecerles no solo la tranquilidad de sus paisajes, sino también la oportunidad de mantener la privacidad que buscan. En todo esto, hay algo de nostalgia y de historia personal, pues en Sevilla, hace ya 25 años, Guillermo y Máxima se conocieron durante la Feria de Abril. Ese es el origen de una relación que, más allá de las cámaras y las grandes celebraciones, sigue siendo un vínculo entre los Países Bajos y España.

Pero no solo estos royals se refugian en España. El príncipe Emmanuel de Bélgica, por ejemplo, ha elegido Zaragoza como su nueva residencia, no para descansar, sino para formarse en un deporte que lo aleja de la atención mediática. Y así, poco a poco, España se convierte en la opción preferida para muchos de los jóvenes herederos de la realeza europea, aquellos que desean una vida más normal, menos expuesta y más conectada con el día a día.

Al mismo tiempo, España sigue siendo el destino favorito de aquellos que buscan esconderse tras el telón de la alta sociedad. Las islas Baleares, y en especial Mallorca, se han convertido en el refugio de la familia real sueca, que ha encontrado en estas islas un rincón tranquilo para vivir su vida fuera de los focos. Los últimos en llegar, la princesa Victoria de Suecia, quien asistió en octubre al bautizo del hijo de su prima, Helena Christina Sommerlath, en un acto tan discreto como entrañable.

Así, entre secretos, fiestas y desplazamientos, España sigue siendo la gran protagonista de la realeza europea. El país que, a pesar de no ostentar un trono propio, se ha ganado el corazón de aquellos que, por ser quienes son, necesitan encontrar en su geografía un refugio de paz y anonimato.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBeloudBluesky