Casas Reales

Primicia: La fiesta blindada de Máxima de Holanda y Mary de Dinamarca en Madrid por el cumpleaños de un magnate alemán

  • Cumbre Royal en la finca Soto Mozanaque, propiedad del duque de Albuquerque que se alquila para eventos
  • El anfitrión de este exclusivo encuentro fue un Baumbach, heredero de la poderosa familia propietaria del gigante farmacéutico alemán Boehringer Ingelheim
  • El nivel de seguridad desplegado para la ocasión estuvo a la altura de una cumbre internacional y se precintaron los móviles
Los reyes de Países Bajos y Dinamarca

Un rincón de ensueño situado a unos 30 kilómetros de Madrid, la finca Soto Mozanaque, propiedad del duque de Albuquerque que alquila para eventos, se convirtió el pasado sábado en el epicentro de una reunión que, más que una celebración, fue una demostración de poder, linaje y fortuna. El anfitrión de este exclusivo encuentro fue un Baumbach, heredero de la poderosa familia propietaria de Boehringer Ingelheim, una de las 20 farmacéuticas más importantes del planeta.

La casa matriz de la compañía familiar fundada en 1885 está en Ingelheim, Alemania, y opera globalmente con 146 filiales y más de 47.700 empleados; más de 11.000 empleados en Alemania. Con una discreción obsesiva y medidas de seguridad propias de una cumbre diplomática, Baumbach celebró su cumpleaños rodeado de la flor y nata de las aristocracias europeas. Entre los asistentes confirmados se encontraban dos parejas reales: Máxima y Guillermo de Holanda y Mary Donaldson y Federico de Dinamarca, figuras que elevan el evento a una categoría extraordinaria y lo alejan de cualquier tipo de fiesta convencional.

Los Baumbach: aristocracia, fortuna, política, luces y sombras

El nombre de Baumbach resuena en los círculos de poder europeos con una mezcla de reverencia y misterio: representa la conjunción perfecta entre la tradición aristocrática y la modernidad empresarial, con vinculaciones en la política conservadora de Alemania. Hablamos de una de las familias más ricas de Alemania. Los Baumbach forman parte del linaje que controla Boehringer Ingelheim, una farmacéutica con ingresos superiores a los 24.000 millones de euros en 2023.

Más allá de los números, la persona que celebraba su cumpleaños con invitados tan ilustres es conocido por su magnetismo personal, su refinada cultura y su habilidad para tejer redes de influencia que trascienden el mundo empresarial. En él conviven la herencia de un apellido ligado a la ciencia y la industria con el peso de un linaje aristocrático que lo vincula a las grandes monarquías europeas. Baumbach no solo es un símbolo de riqueza; es un puente entre el pasado y el presente de las élites continentales.

Una fiesta blindada por el secretismo

La elección de Soto Mozanaque como escenario para esta celebración no fue casual. La finca del duque de Albuquerque, un enclave señorial cargado de historia, ofreció la privacidad y exclusividad que un evento de esta magnitud exigía. Los organizadores, siguiendo las estrictas indicaciones de Baumbach, desplegaron un operativo que buscaba mantener la fiesta fuera del alcance de miradas indiscretas. Los teléfonos móviles fueron "precintados", según nos revela una fuente que fue testigo de lo ocurrido. Se trataba, nos dicen, de "garantizar que ninguna imagen del evento trascendiera a las redes sociales o a la prensa". Las invitaciones, enviadas bajo un sistema de confidencialidad absoluto, incluían cláusulas que prohibían revelar detalles sobre la fiesta o los asistentes. Este celo por el secretismo no hace más que alimentar la fascinación por lo que allí ocurrió, convirtiendo el cumpleaños de Ferdinand en un enigma lleno de especulaciones.

Realeza, poder y capital europeo

El brillo de la fiesta no solo residía en su anfitrión, sino también en la talla de sus invitados, con la presencia confirmada de los reyes Máxima y Guillermo de Holanda y los de Dinamarca. Mary Donaldson regresaba a Madrid junto a Federico de Dinamarca un año después del escándalo de las fotos junto a Genoveva Casanova. La presencia de dos jefes de Estado añadió un aire de cumbre política al evento. No era la primera vez que las monarquías europeas y la familia Baumbach cruzaban caminos. Los reyes de Dinamarca habían sido vistos con dos de sus hijas, y rodeados de varios guardias de seguridad caminando en dirección Milla de Oro desde el hotel Santo Mauro, uno de lo más lujosos de la capital de España pero nada se había filtrado hasta ahora del verdadero motivo de su viaje a Madrid.

Los reyes de Holanda en una imagen de archivo, tomada en el el 40 cumpleaños de Máxima Zorreguieta, en 2011

Las relaciones entre estas casas reales y el capital que representa Boehringer Ingelheim han sido clave en diversas iniciativas filantrópicas y culturales pero también como parte de las colosales celebraciones solo aptas para las elites. Además de las figuras reales, se especula que entre los invitados se encontraban miembros de otras monarquías europeas, magnates de la industria y figuras destacadas del mundo del arte y la política. Soto Mozanaque se convirtió por una noche en un pequeño parlamento de las élites globales, una muestra de cómo el poder sigue orbitando en torno a unos pocos apellidos y fortunas.

Los reyes de Dinamarca fueron detectados este fin de semana en Madrid, la capital "maldita" del escándalo de Genoveva Casanova pero no se sabía que Federico y Mary Donaldson habían estado en la fiesta de Soto Mozanaque con los reyes de Holanda.

El blindaje de una reunión sin precedentes

El nivel de seguridad desplegado para la ocasión estuvo a la altura de una cumbre internacional. A la vigilancia habitual de la finca se sumaron de forma discreta efectivos de las fuerzas de seguridad españolas, alertados por la presencia de los jefes de Estado de Dinamarca y los Países Bajos y los servicios, que contaron con sus propios guardaespaldas y servicios de vigilancia. Además, el propio equipo de seguridad de Baumbach, compuesto por expertos en protección personal, reforzó el operativo. Aunque no se ha confirmado, se rumorea que parte de las medidas, con la presencia de servicios secretos de otros países, respondían a la posible asistencia de otras personalidades de renombre mundial, cuyas identidades permanecen en secreto. Este blindaje extremo contribuyó a la atmósfera de misterio que rodea al evento, convirtiendo la celebración en un acto comparable a una cumbre de jefes de estado.

Ioannes Osorio, duque de Alburquerque, es el propietario que alquila la finca. El aristócrata se separó hace casi tres años de Blanca Suelves, una historia de amor que había durado treinta años, veinticinco de ellos casados.

El poder detrás de la fiesta

La familia Baumbach no es solo dueña de una de las farmacéuticas más grandes del mundo, sino que también tiene lazos financieros con proyectos respaldados por el capital de diversas monarquías europeas. Boehringer Ingelheim, conocida por sus avances en investigación biomédica, ha financiado iniciativas que van desde el desarrollo de nuevas terapias hasta programas culturales en colaboración con casas reales. También tienen sombras en su historia reciente, como escándalos por la responsabilidad de vertidos. La fiesta de Soto Mozanaque no solo fue un homenaje a un Baumbach, sino también una reunión de intereses comunes entre la aristocracia y las grandes fortunas. En un mundo donde el poder se reconfigura constantemente, eventos como este sirven para consolidar alianzas y reforzar redes de influencia que trascienden fronteras y generaciones.

La celebración de Baumbach no fue solo una fiesta; fue una demostración de cómo se entretejen los hilos del poder en Europa. En la finca Soto Mozanaque, rodeados de lujo, discreción y seguridad, las grandes figuras de la aristocracia y el capital europeo reafirmaron su posición en el tablero global. Y aunque el evento estuvo rodeado de secretismo, esta exclusiva filtrada en primicia por Informalia nos permite vislumbrar un mundo donde el linaje, el dinero y la influencia continúan marcando el destino de las élites.

La finca Soto Mozanaque, ubicada en el municipio de Algete, tiene una rica historia que se remonta al siglo XVII

La finca Soto Mozanaque, ubicada en el municipio de Algete, tiene una rica historia que se remonta al siglo XVII. Su origen está ligado a Cristóbal de Moscoso, el primer duque de Algete, quien recibió este título en reconocimiento a su lealtad durante la Guerra de Sucesión. Fue él quien adquirió la finca y ordenó la construcción de un palacio de recreo, que más tarde se transformaría en un pabellón de caza.

En 1818, el marqués de Alcañices añadió una capilla al complejo, la cual fue consagrada oficialmente el 13 de junio de ese mismo año, con el beneplácito de Luis de Borbón. Este hito marcó un nuevo capítulo para la finca, que desde entonces combinó sus actividades recreativas con un papel destacado en la vida religiosa de la zona.

Durante el siglo XIX, Soto Mozanaque alcanzó gran relevancia como un centro agrícola y ganadero, con especial énfasis en la cría de caballos. Los herederos de Cristóbal de Moscoso, Nicolás y José Osorio, fueron los encargados de potenciar estas actividades, consolidando la finca como una referencia en la producción ganadera de la región. El arquitecto Francisco de Cubas, conocido por su meticulosa documentación de espacios arquitectónicos, definió la finca como un "lugar versátil que armonizaba actividades agrícolas con funciones recreativas".

Con el paso del tiempo, Soto Mozanaque se convirtió en un escenario testigo de importantes cambios sociales y políticos en España. A pesar de las transformaciones sufridas a lo largo de los siglos, la finca ha mantenido su prestigio y continúa siendo un enclave histórico de gran relevancia en Algete.

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