Alain Delon y Romy Schneider fueron pareja entre 1958 y 1963, hasta que el francés la abandonó tras haberle dejado una breve nota. El actor fallecido este domingo a los 88 años y la austriaca fueron dos símbolos sexuales y artísticos de la época. La actriz que encarnó a Sissi Emperatriz tal vez nunca superó el final de su amor con el protagonista de El Gatopardo. El 29 de mayo de 1982, devastada por la muerte de su hijo de 13 años, se fue para siempre. Tenía 43 años. Después de muerta, Delon reconoció que fue el amor de su vida. Delon y Schneider se habían conocido cuando Romy tenía 19 años y Alain, 23. "Voy a decirte adiós, la despedida más larga, mi puppelé". Así es como te llamaba, "pequeña muñeca", en alemán"; así lo escribió Delon tras la muerte de Romy.
Alain Delon y Romy Schneider vivieron un amor correspondido, con la pequeña salvedad de que él era muy mujeriego. La joven actriz austríaca, que venía de interpretar a la emperatriz Sissi, fue el amor de su vida. Una pena que Delon no lo entendiera hasta después de la muerte de ella, el 29 de mayo de 1982, a los 43 años, tras una depresión y la muerte de su hijo. Romy estaba en la ruina: su funeral fue pagado por amigos. Sin autopsia, no se supo si había sido infarto o suicidio. Su hijo David había muerto en un accidente absurdo: ensartado en la reja de entrada a su casa.

Un cuarto de siglo antes de la tragedia, en agosto de 1958, Delon y Schneider se conocieron en el aeropuerto de Orly, París. Ella era ya una estrella y lo había elegido a través de una foto como compañero de reparto para la película Christine. El productor del filme sugirió a Delon que recibiera a Romy en el aeropuerto con un ramo de flores. Y había organizado un encuentro con la prensa en una sala. Schneider no hablaba francés y Delon no hablaba alemán. Más adelante, él declararía: "Es una chica linda, pero caprichosa y aburrida". A ella, el joven Alain le había parecido soberbio.
El apasionado romance surgió y se hizo imparable. Aconteció en pleno ascenso profesional. Se convirtieron en carne de cañón de la prensa rosa. Romy y Alain eran dignos de envidia. Parecían tenerlo todo: salud (desplazada luego por la fama como primera premisa de la felicidad), dinero y amor. Salvo la madre de Schneider, Magda, una actriz que había simpatizado con el nazismo y que le presagiaba a su hija lo peor junto a Delon, los planetas parecían alineados hacia la boda y un final feliz de película romántica.
En marzo de 1959, a pesar de Magda, Romy y Alain se comprometieron en la casa de los Schneider, una mansión frente al lago Lugano, en Italia. Los medios los llamaron "los prometidos de Europa". Pero la fiesta inolvidable, la de casamiento, se iría postergando. Los rodajes inmortalizaron y favorecieron su fama de símbolos sexuales de su época. Ella, algo ingenua, declaraba: "Siempre me lo juego todo. Me entrego y amo con todo mi corazón". Delon tenía el músculo cardíaco más elástico o al revés, más endurecido: llevaba como mínimo doble vida; algunos decían que conformaba un triángulo; otros, todo tipo de figuras geométricas sentimentales.

Pero Delon le era infiel a Schneider. No hablamos de un simple aventura. Se lo comunicó a Romy a través de una carta que le escribió en diciembre de 1963. Fue poco sutil: más cruel que honesto, sin belleza retórica ni reflexiones elaboradas. Alain Delon, el infiel. Schneider leyó el desgarrador mensaje del hombre al que amaba al regresar a París desde Hollywood, junto a un ramo de rosas: apenas nueve palabras, incluido el nombre de él. "Me fui a México con Nathalie. Mil cosas. Alain". Nathalie era Nathalie Barthélémy, a la que Alain había conocido en una discoteca parisina el año anterior. Su nombre real era Francine Canovas; había tomado el apellido de su primer esposo, Guy. Desde 1963, ella pasó a ser Nathalie Delon. Al poco tiempo, Alain le explicó que Nathalie estaba embarazada (de hecho, se casarían y aquel primer hijo se llamaría Anthony): "La razón me obliga a decirte adiós. Hemos vivido nuestro matrimonio antes de casarnos. Nuestro trabajo nos arrebató toda esperanza de sobrevivir. Te devuelvo tu libertad dejándote mi corazón".
Rota, Schneider entró en un periodo de confusión de deriva, con exceso de alcohol y pastillas. Sin embargo, siguió adelante con su carrera: trabajó con directores como Claude Sautet, Claude Chabrol, Orson Welles y Luchino Visconti. En julio de 1966 se casó con el alemán Harry Meyen, actor, director y productor de teatro que había estado prisionero en un campo de concentración nazi: tuvieron a David a fines de ese año. Meyen iba a ahorcarse en 1974; David moriría en el accidente de la reja. No es raro que su madre se presentara en entrevistas como "Romy Schneider, una mujer infeliz" o que dijera frases tipo: "No soy nada en la vida, soy todo en la pantalla".
Lo curioso es que a mediados de los 60 perdonó a Delon y recuperaron su relación aunque en forma de amistad. En 1966 protagonizaron La piscina, de Jacques Deray, un drama psicológico de celos y erotismo. Delon interpretó a un escritor; Schneider, a su novia. En el comienzo aparecían junto a una piscina y ella le pedía que le arañara la espalda. Él cumplía, pero luego la tiraba al agua. En una secuencia posterior, él tomaba una rama y la azotaba con fuerza. La película relanzó la carrera de Romy, pero no reavivó su amor. Mantuvieron, de todas formas, una relación cariñosa.
Delon se divorció de Nathalie en 1969. Después (¿después?) tuvo una infinidad de romances con famosas y no famosas. Ya era una estrella de cine. Su relación posterior más larga fue con la actriz Mireille Darc, con la que compartió quince años, justamente hasta la muerte de Schneider. "Soy un hombre difícil, celebro que Mimi haya estado conmigo tanto tiempo", declaró, más canchero que autocrítico. En 1987 inició su último romance formal, con la escritora, actriz y modelo holandesa Rosalie Van Breemen, 31 años más joven. Se casaron y tuvieron dos hijos: Anouchka, actriz y debilidad de su padre, y Alain-Fabien. "Hago tres cosas muy bien: mi trabajo, tonterías e hijos", dijo Delon.
Romy, obsesionada con Delon pero él, obsesionado con ella (incluso después de muerta)
Más allá de sus múltiples aventuras, amores, pasiones y romances, hijos y tonterías de Alain, Romy Schneider volvía a él como una obsesión. Delon volvió a escribirle cartas, más largas, profundas, románticas, pero lo hizo cuando había muerto. Más difícil sería explicar lo de las fotos que Delon tomó del cadáver de Romy. Y comenzó a llevarlas desde entonces en un bolsillo. Acaso las tendría cerca este domingo 18 de agosto, cuando ha muerto en Suiza después de pedir la eutanasia.
Los primeros párrafos que escribió Delon tras la muerte de Schneider son reveladores: "Te miro dormir. Estoy contigo, junto a tu cama. Estás usando una larga túnica negra y un bordado rojo en el corpiño. Éstas son flores, creo, pero no me fijo en ellas. Voy a decirte adiós, la despedida más larga, mi puppelé. No miro las flores, sino tu rostro y creo que eres hermosa. También creo que esta es la primera vez en mi vida, y en la tuya, que te veo tranquila y calmada. Estás tan callada, eres tan fina, qué hermosa eres. Parece que una mano suavemente te limpió el rostro de todas las tensiones, de todas las ansiedades del infortunio"
"Te miro dormir. Me dicen que estás muerta. Pienso en ti, en mí, en nosotros. ¿Soy culpable? Nos hacemos esta pregunta ante un ser que es amado y que aún ama. Estos sentimientos te llenan, y luego fluyen de regreso, y entonces uno se dice que no es culpable, no, pero sí responsable. Lo soy. Debido a mí, tu corazón dejó de latir la otra noche en París. Debido a mí, porque estuve ahí hace veinticinco años y había sido elegido para ser tu compañero en 'Christine'. Viniste de Viena y te esperé en París, con un ramo de flores que no sabía cómo sostener. Dios mío, éramos jóvenes y éramos felices, y al final de la película te dije que vinieras a vivir conmigo a Francia y me dijiste que querías vivir a mi lado".
Esa devoción póstuma, por llamarla de alguna manera, quedó confirmada recién en 2009, cuando Delon contó que había tomado imágenes de Schneider en el lecho de muerte. Se había acercado para despedirse de ella con los cineastas Claude Berri y Alain Terzian. "Ahí le hice tres fotos con mi polaroid, porque tenía ganas de fijar para la eternidad la imagen en su féretro. Conservo estos retratos que nunca enseñé a nadie, los llevo en mi cartera, cerca de mi corazón. Romy fue el gran amor de mi vida, el primero, el más fuerte, pero también, desgraciadamente, el más triste", explicó, causando el mismo estupor que le había causado a Schneider -con la que no se casó ni tuvo hijos, en aquella carta de despedida.