Cuando muere un Papa no solo se extingue una vida. Se cierra un ciclo que, en el corazón del Vaticano, representa mucho más que un nombre o una figura: cae el telón sobre una era de la Iglesia, y el mundo asiste en silencio al lento crepitar de los siglos. Esta vez, el Pontífice que se despide no fue un príncipe de la curia ni un teólogo de biblioteca, sino un pastor con acento porteño, que vino del sur del mundo a desordenar la casa de Pedro con gestos sencillos y un discurso de misericordia sin solemnidades.

El funeral de Francisco, que se celebra este sábado en la Plaza de San Pedro, a las 10 de la mañana, no será solo una ceremonia de Estado, sino una escena cargada de simbolismo. Todo el aparato litúrgico, diplomático y espiritual se pondrá en marcha para ofrecer un último homenaje al hombre que quiso ser recordado sin mármoles ni tronos. Murió el pasado lunes, a los 88 años, por un derrame cerebral, y desde entonces la basílica vaticana ha sido cruzada por miles de fieles, en una fila interminable que no avanzaba hacia un mito, sino hacia un hombre.

La voluntad de un Papa sin oropeles

Francisco había dejado por escrito cómo quería ser despedido. Y lo hizo con la misma sencillez con la que vivió sus años de pontificado. Nada de ataúdes triples ni catafalcos barrocos. Su cuerpo reposará en una sola caja de madera, con revestimiento de zinc, y será vestido con la sotana blanca, la mitra episcopal y una casulla roja, color litúrgico del luto pontificio. No llevará los títulos pomposos de "Santo Padre" o "Romano Pontífice", sino el nombre de bautismo que eligió para recordar al santo pobre de Asís. Presidirá la ceremonia el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio. Y será él, junto a la vieja guardia eclesial, quien vele por que se cumplan al detalle los deseos de Francisco, consignados en el Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el texto que regula, en latín y con precisión casi notarial, el modo en que debe despedirse al Sucesor de Pedro. Uno de los gestos más cargados de significado será su sepultura fuera del Vaticano. Francisco será enterrado en la basílica de Santa María la Mayor, donde tantas veces rezó en silencio ante la imagen de la Virgen Salus Populi Romani antes y después de cada viaje apostólico. "Deseo que mi último viaje terrenal termine precisamente en este antiguo santuario", escribió. Y ese deseo será cumplido. No será enterrado junto a sus antecesores en las grutas vaticanas. Como León XIII, hace más de un siglo, descansará lejos del centro del poder.

La coreografía del poder terrenal

A los funerales de un Papa no solo acuden los fieles. También desfilan los jefes de Estado, las realezas europeas, los ministros, los embajadores, los prelados. Cada uno con su lugar, su atuendo, su forma de expresar el luto. Es un protocolo que se parece más a una partitura de Bach que a un guion político. Todo está medido: los cardenales van delante, vestidos de rojo; luego los patriarcas, arzobispos, obispos y sacerdotes. Detrás, el mundo civil, ordenado por jerarquía: reyes, presidentes, primeros ministros, todos en silencio, todos con una lágrima de Estado en el bolsillo. Los hombres vestirán de frac o uniforme militar, las mujeres —si no son jefas de Estado— con mantilla negra. El negro como color de respeto, el silencio como idioma común. Pero incluso en ese orden ceremonial hay matices: los católicos tienen prioridad. Y entre iguales, la precedencia puede regirse por la antigüedad en las relaciones diplomáticas con la Santa Sede o, simplemente, por orden alfabético.

Felipe VI y Letizia: el gesto y el símbolo

España estará representada por los Reyes Felipe y Letizia. La imagen de ambos, sentados entre los monarcas de Europa, no es solo un acto protocolario: es un gesto de afinidad histórica con Roma, una señal de respeto hacia un Papa que supo, en sus años de Pontificado, tender puentes con la tradición católica hispánica. No asistirán ni el presidente Pedro Sánchez ni ningún alto dirigente del Ejecutivo. En su lugar acudirán las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz, junto al ministro de Presidencia, Félix Bolaños. También estará Alberto Núñez Feijóo, como líder de la oposición, porque la muerte de un Papa convoca a todos, incluso a quienes ya no creen. El funeral de Francisco será también un espejo. En él se verá reflejada una Iglesia que se despide de su líder sin soberbia, un poder que entierra a un hombre sencillo y una sociedad que aún busca, entre incienso y plegarias, un sentido al silencio.

Un rito para la historia

Un Papa muere, y con él se apaga una forma de estar en el mundo. Pero su despedida, lejos de ser un mero ritual, nos obliga a mirar hacia dentro. En cada gesto, en cada silencio, se esconde una pregunta. ¿Qué queda del hombre que fue? ¿Qué Iglesia hereda su legado? ¿Qué mundo se sentará mañana en la silla vacía de Pedro? Todo eso se decidirá después, en el cónclave. Hoy solo queda mirar la Plaza de San Pedro llena de fieles, escuchar el canto pausado del coro y dejar que la liturgia, con su sabiduría milenaria, haga lo que hace siempre: poner orden al misterio de la muerte.

Este viernes, cuando ya había caído la noche, los reyes aterrizaron ya en Roma. Vestidos completamente de negro en señal de respeto y duelo por el fallecimiento del Papa Francisco, Felipe y Letizia se dirigieron directamente a la Embajada Española, donde fuern recibidos con vítores y aplausos por un grupo de ciudadanos entre los que se encontraba el Padre Ángel. Ellos, agradecidos, dedicaron tiempo a saludarlos e incluso fotografiarse con algunos antes de retirarse a descansar.

Los reyes encabezan la delegación española que asiste este sábado al funeral del Santo Padre, fallecido el pasado lunes a los 88 años por un ictus en su residencia de Santa Marta. Junto a ellos han viajado otros representantes del gobierno, como las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, o el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Todos ellos asistirán a la Misa de Réquiem en la Basílica de San Pedro, que será presidida por el decano del Colegio de Cardenales y concelebrada por cardenales y obispos presentes. El rito incluirá cantos solemnes y oraciones especiales, culminando con la Absolución Final, en la que se encomendará el alma del Sumo Pontífice a Dios.

Los reyes han lamentado públicamente la muerte de Papa Francisco: "Ha dado testimonio a lo largo de su pontificado de la importancia que para el mundo de nuestro siglo tienen el amor al prójimo, la fraternidad y la amistad social. Nos seguirá inspirando siempre su convicción de la necesidad de llevar ánimo y consuelo a los más pobres y necesitados y la importancia que concedió al diálogo y al consenso para lograr un mundo más justo y solidario".

El martes acudieron, junto a doña Sofía, a la Nunciatura Apostólica de Madrid para firmar en el libro de condolencias: "Nuestro recuerdo más sentido a la figura y personalidad del su santidad, el papa Francisco, que trasciende la dimensión eclesiástica; y nuestra total admiración y respeto por su total entrega a la tarea evangélica hasta el último aliento de su vida", escribió Felipe VI.

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