Ya había caído la noche cuando los reyes de España han aterrizado en Roma. Vestidos completamente de negro en señal de respeto y duelo por el fallecimiento del Papa Francisco, Felipe y Letizia se han dirigido directamente a la Embajada Española, donde han sido recibidos con vítores y aplausos por un grupo de ciudadanos entre los que se encontraba el Padre Ángel. Ellos, agradecidos, han dedicado tiempo a saludarlos e incluso fotografiarse con algunos antes de retirarse a descansar.

Los reyes encabezan la delegación española que asiste este sábado al funeral del Santo Padre, fallecido el pasado lunes a los 88 años por un ictus en su residencia de Santa Marta. Junto a ellos han viajado otros representantes del gobierno, como las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, o el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Todos ellos asistirán a la Misa de Réquiem en la Basílica de San Pedro, que será presidida por el decano del Colegio de Cardenales y concelebrada por cardenales y obispos presentes. El rito incluirá cantos solemnes y oraciones especiales, culminando con la Absolución Final, en la que se encomendará el alma del Sumo Pontífice a Dios.

Los reyes han lamentado públicamente la muerte de Papa Francisco: "Ha dado testimonio a lo largo de su pontificado de la importancia que para el mundo de nuestro siglo tienen el amor al prójimo, la fraternidad y la amistad social. Nos seguirá inspirando siempre su convicción de la necesidad de llevar ánimo y consuelo a los más pobres y necesitados y la importancia que concedió al diálogo y al consenso para lograr un mundo más justo y solidario".

El martes acudieron, junto a doña Sofía, a la Nunciatura Apostólica de Madrid para firmar en el libro de condolencias: "Nuestro recuerdo más sentido a la figura y personalidad del su santidad, el papa Francisco, que trasciende la dimensión eclesiástica; y nuestra total admiración y respeto por su total entrega a la tarea evangélica hasta el último aliento de su vida", escribió Felipe VI.

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