Casas Reales

La infanta Elena y el heteropatriarcado sin filtro del emérito: "Que cambiara de peinado, que así no la iban a casar nunca"

La infanta Elena cumple 60 años este miércoles 20 de diciembre. Su mayor admiración es para su padre, Juan Carlos I, con quien habla día sí, día también desde el lejado Abu Dabi donde vive el emérito. Sabido es que al ex jefe del Estado le gusta mucho la gente, estar con sus amigos y compartir buena mesa con ellos. Sabido es también que echa mucho de menos estar en España, donde ha regresado en seis ocasiones desde su marcha a Emiratos en agosto de 2020. Con motivo de este cumpleaños, Pilar Eyre elabora en Lecturas un retrato de la hija mayor de los reyes eméritos y asegura que está "más sola que nunca".

La pinta la escritora de marchosa. En una discoteca en Barcelona, allá por los años 80, vio entrar a la infanta Elena. "Era una de las más animadas del local, cerraba los ojos, echaba la cabeza hacia atrás". Tras esta anécdota, Eyre asegura que "le gustaban los chicos, se enamoraba apasionadamente, pero todos acaban abandonándola". Y remata con un rotundo: "No les compensaba el sacrificio, no la querían lo suficiente". Hasta glosa este capítulo con Cayetano Martínez de Irujo, a quien intentaron "presionar para que se casara con la infanta por patriotismo", según versión de Pilar. El duque de Arjona no doblegó y se negó. "No era lo que yo buscaba, no era lo mío", desliza el jinete.

Especialmente duras y impactantes son las palabras que Pilar le atribuye a don Juan Carlos cuando, preocupado por la melancolía de Elena, le comenta a doña Sofía que "la vistiera distinto y le cambiase el peinado, que así no la iban a casar nunca". Este heteropatriarcado sin filtro continúa con otra revelación. Que la infanta trató su "melancolía" con una especialista. Hasta que Jaime de Marichalar se cruzó en su camino y se casaron en Sevilla en 1995.

La evolución de la infanta es exponencial, gracias al exquisito y refinado gusto por la moda de su marido que se convierte en su asesor de imagen. En 2001 Marichalar sufre un ictus y su mujer se dedica en cuerpo y alma a su recuperación, fijando su residencia en Nueva York. El matrimonio se rompe y da paso a un "tormentoso" divorcio que se firma en 2007. Con el nido vacío (sus hijos se han independizado), la infanta no ha vuelto a rehacer su vida. Esta unida como uña y carne a su padre. Es la más borbónica.

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