Firmas
Sánchez tendrá que elegir el precio de su investidura
Carmen Obregón
Quedan pocos días para que se celebre la votación de la investidura de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno, y da la impresión manifiesta de que son muchos los escenarios abiertos. Por los datos que circulan por los mentideros políticos, Sánchez podría llegar a ser el nuevo inquilino de Moncloa -con todos los derechos, y esta vez sin interinidad y gracias a unas elecciones- con la abstención de ERC y EH Bildu, y el voto favorable del PSOE, Unidas Podemos, PNV, PRC y Compromís. Dicho de otro modo, con los socios que respaldaron la moción de censura contra Mariano Rajoy, salvo el voto de JxC, preocupado por presionar a favor de Carles Puigdemont.
Con esta ecuación matemática -posiblemente en la segunda votación en la que ya no hace falta mayoría absoluta-, el candidato socialista puede echar a andar la legislatura. Pero a finales de julio, Sánchez se encontrará la primera gran piedra en su camino: la senda de déficit que hay que enviar a Europa, ahora que se marcha el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, que tan buenos empujones le ha dado a sus cuentas.
Solo con la senda de déficit se atisban las dificultades de un pacto de estas características. ERC ya ha declarado estar dispuesto a evitar otras elecciones, pero no piensa darle al socialista un cheque en blanco. El PNV, por su parte, ajustó cuentas la semana pasada, haciéndole pasar por caja en Navarra -metiendo en la cesta a EH Bildu si es quiere que sus votos le ayuden en la investidura.
Unidas Podemos, "el socio preferencial", quiere cargos y también quiere que Sánchez se deje de milongas y de jugar al gato y al ratón con nomenclaturas como coalición o cooperación, o con cargos intermedios o cargos dentro de la administración pública. Los de Pablo Iglesias piden concreciones y están con la mosca tras la oreja para que a última hora el líder socialista no les tome el pelo.
El precio a pagar de esta componenda nacionalista, de la izquierda más allá de la izquierda del PSOE, y con los secesionistas que tienen políticos presos en la cárcel, pendientes del juicio del siglo y con ganas de indulto, es elevadísima. En términos económicos resulta un imposible en tiempos de desaceleración: más gasto social, más gasto autonómico -sobre todo catalán y vasco-, más impuestos, más déficit y más deuda. Un ejercicio que España no se puede permitir con los números la Seguridad Social disparados y un SMI que hasta que no pase un año no se conocerán sus consecuencias.
La otra combinación factible es la de una abstención de Ciudadanos. Claro que este partido ya ha manifestado a elEconomista que no hará nada que no pase por el control de las Cuentas Públicas, dejando meridianamente claro que los Presupuestos que presentó María Jesús Montero son un fiasco y hay que hacer unos nuevos, con políticas de ajuste e impuestos moderados. Aquí, el precio de Sánchez es el de una política económica de contención, algo que al socialismo español le produce alergia, aunque sea lo más conveniente para la economía nacional. En este galimatías emergen la repetición de unas elecciones generales, a las puertas del fallo de una sentencia.
Pero, ya se sabe, las urnas están llenas de sorpresas.