Una moción de censura en el peor momento de la democracia
- La iniciativa del PSOE llega en pleno desafío separatista catalán
Víctor Arribas
Si algún ciudadano español despertara hoy de un largo sueño de sólo cuarenta y ocho horas, no se creería lo que hoy ven sus ojos. El miércoles se acostó escuchando que el gobierno lograba el complicadísimo apoyo a los Presupuestos de 2018, que según todos los análisis auguraban una segunda mitad de legislatura estable y tranquila en lo político. Hoy se ha levantado escuchando que hay una moción de censura para derrocar al presidente del gobierno antes de que los españoles se vayan de vacaciones. Y lo que es más sensacional: en pleno desafío separatista para que una parte del país se desgaje del resto. Rajoy: "Esta moción de censura es mala para los españoles".
La circunstancia que ha mediado durante esos dos días de placentero sueño ha sido la publicación de una sentencia judicial que condena al partido que sostiene al gobierno a devolver 250.000 euros por lo que se ahorró, como partícipe a título lucrativo, en sus campañas electorales de dos municipios madrileños que no llegan a los cien mil habitantes. Los condenados por corrupción habían pagado esas campañas a cambio de jugosos contratos. La publicación de la sentencia de la Audiencia Nacional llegó catorce horas después de la aprobación de los PGE. ¿Coincidencia o correlación? Sea como fuere, la gravedad que supone la condena no es mitigable por muy equivocada que sea la respuesta de los adversarios.
Ningún gobierno conservador ha tenido en España un camino de rosas en su mandato. Ni siquiera la legislatura inicial de Aznar, que en ausencia de una oposición en recomposición se enfrentó al volantazo económico necesario para entrar en el euro. Respecto a la segunda, todos recordamos lo ocurrido en las calles. Y a Rajoy se le había escrito en su carnet de baile de presidente que el suyo sería un mandato con dolor por la magnitud de la crisis, lo que convirtió sus primeros años en una depresión insoportable y en medidas de muy difícil digestión. El primer año los sindicatos le organizaron dos huelgas generales. El último, la oposición le ha organizado dos mociones de censura.
Las dudas que surgen una vez presentada la moción de censura de Pedro Sánchez son numerosas. Comprobaremos si acepta ser presidente de un país apoyado por partidos que han tratado de descomponerlo. Comprobaremos cómo puede hacer frente a la agenda social anunciada hoy teniendo la obligación de aplicar un presupuesto al que se ha opuesto, no hace seis meses sino hace dos días. Comprobaremos si la decisión restablece la estabilidad política, como dice Sánchez, o termina de arruinar la poca que hemos tenido en estos últimos dos años. Y comprobaremos si Ciudadanos se cobra una nueva pieza, esta vez la definitiva, tras salir airoso de sus jaques a los alfiles murciano y madrileño.