Mayo del 68: cincuenta años después
Juan Velarde
En estos momentos hemos pasado a recordar cómo los universitarios españoles consideraron necesario un movimiento de cambio político-económico radical. Ahí está el espléndido libro del profesor Elorza sobre las utopías del 68, derivados de los acontecimientos surgidos en París, con los Cohn-Bendit y colegas, a más de las novedades económicas existentes en aquellos momentos, aparte del intento surgido en Praga, de coordinar comunismo procedente de la línea stalinista con democracia, y por supuesto, con el contenido del Libro Rojo de Mao. Después no ocurrió nada de eso.
El analizar, medio siglo después, el caso concreto de qué España económica pasó a existir, puede ser interesante. También entonces se anunció un cambio político en España. En 1969 tuvo lugar la designación de don Juan Carlos de Borbón como Príncipe de España y heredero de la Jefatura del Estado como Rey.
De todo ello, el interés de la observación de lo sucedido en este medio siglo que, en lo económico, no parecía mostrar aspectos demasiado agradables. Piénsese que, a partir de 1968, se observó un cambio coyuntural claro. El incremento del PIB a precios de mercado que había sido en el año 1969 del 7,8%, en 1970 inició un descenso al 6,2%; en 1971, fue ya del 3,7% y se mostraría incapaz de resistir tres potentes choques que coincidieron en 1975 con la muerte de Franco, año en el que el crecimiento se redujo al 1,3%, además con una clara inflación: el incremento de los precios implicados en el PIB fue del 16,2%. Naturalmente, esto originó, sobre todo a partir de 1973, y efectivamente desde el 19 de febrero de 1974 hasta el 2 de septiembre del mismo año, como consecuencia de una grave enfermedad de Franco, que surgiese todo un conjunto de dificultades muy serias. En primer lugar, experimentamos el llamado choque petrolífero, sobre todo por las consecuencias de los embargos de petróleo relacionados con la guerra del Yon-Kippur, desarrollada en octubre de 1972. Pero esto parecía ir más allá del conflicto en el Oriente Medio.
En España, Perpiñá Grau, de vuelta de la Conferencia Mundial de la Población celebrada en Belgrado, precisamente en 1968, había traído la noticia de que, en ella, el profesor King Hubbert, geólogo y geofísico de la Universidad de Stanford había hablado "de la ciega dilapidación de los recursos minerales de la Tierra, a muy altas tasas exponenciales, provocando un irresponsable e inaudito desarrollo fomentado por la ideología consumista" -esa que era la condenada por el movimiento estudiantil iniciado en la Sorbona-, añadiendo King Hubbert que motivaría tal conducta económica, que el actual desarrollo "no había sido más que un fenómeno intrínsecamente efímero (doscientos años), en el más amplio cuadro de la historia de la Humanidad".
Ahí se encuentra también la raíz de la obra, dirigida por encargo de las Naciones Unidas a Leontief, quien con el modelo input-output, efectuó un estudio publicado en 1977 con el ambicioso título de The Future of the Economy. En él surgía un pronóstico lamentable para el presente siglo. El título de una versión en español recibió el nombre de 1999. Nunca se me olvidará que, paseando con él, años después por Valencia, en muy agradable diálogo con este economista, se me ocurrió preguntarle por lo que había pasado a opinar del futuro anunciado en ese libro. Leontief me miró con un gesto agrio y me respondió: "¿Por qué no hablamos de otra cosa?". Pero en aquellos años previos, todo eso creaba un aire de pesimismo y no solo el del petróleo que repercutía en nuestra coyuntura.
El segundo choque se experimentó, con mucha gravedad, en el terreno crediticio. Yo lo he achacado a la rápida sucesión de ministros de Hacienda, que se proyectaba de modo cada vez menos riguroso, en la conducta del Banco de España, combinada con el intento iniciado por Barrera de Irimo, como ministro de Hacienda, de incrementar el gasto público y los préstamos bancarios. Naturalmente, esto produjo un choque adicional: el empeoramiento de la relación real de intercambio. La relación de los índices de los precios de exportación y de los de importación, a partir de los índices 100 en 1970, descienden a 88,6 en 1974 y a 79,7 en 1977. Esta caída de competitividad creaba muy serios problemas en la balanza comercial, y también a la llegada de inversiones del exterior, tanto por un freno a la inversión, a causa de empresas que se habían endeudado mucho en la anterior etapa de expansión, como por la caída de las cotizaciones en la bolsa española. Consecuencia de todos estos factores, fue que el índice de cobertura del endeudamiento exterior pasó a desplomarse a partir de 1975. Basta contemplar la cifra de las reservas dividida por la deuda viva a largo plazo. Y todo ello acabaría repercutiendo: una crisis bancaria muy fuerte asomó la cabeza.
El panorama hace medio siglo no podía ser más preocupante. Recuerdo que lo resumía así Fuentes Quintana en una entrevista aparecida en Actualidad Económica el 12 de abril de 1977, págs. 18-31: "La política económica no se enfrenta al problema utilizando las duras palabras de la verdad de un diagnóstico, temerosa de perder el apoyo popular que podía seguirse a planteamientos radicales. De esta forma, la situación crítica de la economía se agrava, pues la mayoría de los españoles la ignoran, mientras los políticos no lo confiesan ni la combaten con los medios adecuados". Y concluía que si no se ponían medios radicales en marcha "se corre el grave riesgo de que la democracia se convierta en anarquía". El 4 de abril de 1977 pasó Fuentes Quintana a ocupar la Vicepresidencia del Gobierno para Asuntos Económicos, y así se empezarían a enmendar las cosas.
Y a todo esto se va a añadir el que podemos denominar choque laboral o, si se prefiere, sindical. Al efectuar una búsqueda de los acontecimientos de hace medio siglo y sus consecuencias, creo que una fecha clave es la del 20 de noviembre de 1973, día de la vista del juicio en el Tribunal de Orden Público, iniciado contra los dirigentes de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras. Lo de menos es la sentencia a que se condenó a los encausados por el Proceso 1.001. Al coexistir esa fecha con el asesinato por ETA del almirante Carrero, presidente del Gobierno, a más de las noticias políticas señaladas anteriormente, era evidente que el mundo laboral seguiría, con fuerza, el sendero hacia otra legalidad con sus lógicas consecuencias, no solo sociopolíticas, sino económicas. Según los datos facilitados por Nicolás Sartorius, dirigente de Comisiones Obreras, aumentaron fuertemente las alteraciones huelguísticas: de 10.355.170 horas perdidas por estos conflictos en 1975, se pasó a 101.714.666 en 1976. El centro fundamental de esta nueva realidad se encontraba en la entonces existente Coordinadora de Organizaciones Sindicales, constituida por Comisiones Obreras, UGT y USO, mientras se liquidaba la ya tambaleante Organización Sindical Española (OSE), acción que culminó el 12 de noviembre de 1977, subrayada así por Sartorius: "En estos momentos se están desarrollando paros generalizados en la metalurgia madrileña, en la Seat de Barcelona y en la banca en todo el país" para conseguir "abrir un gran boquete en el frente de la congelación salarial". Y triunfaron las presiones para subir los salarios. Las consecuencias derivadas de ello las mostró con claridad el Servicio de Estudios del Banco de España el cual, como colofón a la polémica desarrollada en El País entre Enrique Barón y Álvarez-Rendueles, mostró cómo España iba por delante en los incrementos de las remuneraciones de la mano de obra de los incrementos europeos y, en general, de los de la OCDE.
Afortunadamente, todo ese panorama de hace medio siglo, ha pasado a ser historia. Hoy, el panorama plantea otras interrogaciones.