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Las aguas argentinas parecen remansar

    La Casa Rosada de Argentina. <i>Foto: iStock</i>

    Carlos Malamud

    Después de la histeria de las últimas dos semanas, las tumultuosas aguas de la economía argentina parecen calmarse. Tras la brusca devaluación (más del 12% en lo que va de mayo y un 35% en 2018), el aumento meteórico de los tipos de interés (al 40%), el repunte de la inflación (9,6% de enero a abril, casi las dos terceras partes de la meta anual del 15%) y el pedido de una línea de crédito de 30.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI), el martes 15 de mayo pareció que el Gobierno podía respirar con más tranquilidad. Habrá que ver si la tregua es solo transitoria o, si por el contrario, hace posible el comienzo de un período de mayor calma que le permita a Mauricio Macri recuperar la iniciativa en la gestión de las políticas públicas y mejore la gobernabilidad.

    El día de San Isidro Labrador hubo señales positivas. En el flanco financiero no solo se renegociaron los títulos de la deuda argentina denominada en pesos (Lebac) por encima de las previsiones, sino también se sacaron al mercado otros bonos del Tesoro en pesos a cinco y ocho años y a tipo fijo por unos 2.500 millones de dólares. La política también aportó buenas noticias, a partir del mayor compromiso de Macri y su partido con sus principales aliados (el radicalismo y Lilita Carrió) y por el impulso a un diálogo intenso con los gobernadores peronistas y los empresarios.

    La potenciación de la política es esencial para resolver el recorte de los subsidios y el aumento de los precios a pagar en las facturas de agua, electricidad y gas, ya que la discusión sobre las tarifas complica la gestión gubernamental. La sola sospecha de un Macri en dificultades relanzó la búsqueda de la difícil unidad peronista. De momento, no hay un candidato que amenace la reelección en 2019, pero de persistir la tormenta, podrían cambiar bruscamente las preferencias ciudadanas.

    El kirchnerismo y el peronismo olieron sangre y decidieron actuar, como expresó el exministro de Economía Axel Kicillof al responsabilizar directamente a Macri de todo lo que aconteció, mientras disculpaba la gestión de Cristina Fernández y la suya propia: "Sabemos que lo que ocurre en los mercados con el dólar, que desencadenó este plan B, no es ni responsabilidad del Gobierno anterior ni de la oposición; ni siquiera de la situación financiera internacional".

    La minicrisis ha servido para recordar otras cosas importantes. Primero, el corralito y el temor a la inflación continúan presentes en la memoria argentina. Segundo, el dólar sigue siendo el mejor refugio para los ahorros y para sortear situaciones complicadas. Y tercero, que para el kirchnerismo y sus aliados (y un sector del peronismo) es imprescindible que a Macri le vaya mal si quieren recuperar el poder. De ahí la alegría desbordante percibida días pasados en ciertos grupos políticos de la oposición.

    La corrida cambiaria también puso a prueba la independencia del Banco Central y la gestión económica. La inexistencia de un ministro fuerte, capaz de liderar a sus pares del área económica, ha demostrado ser una complicación adicional agravada por el protagonismo de Macri en la materia. El momento es crucial y de su resolución dependerá la evolución política en el corto y en el medio plazo, e inclusive en el largo. Antes de todo esto, más de uno especulaba en Argentina con la posible desaparición del peronismo si Macri era reelegido y tenía éxito en su gestión. La gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, era un componente esencial de esta ecuación. De momento, estas ideas se han archivado.

    Los idus de mayo han servido para cuestionar el pensamiento mágico. Al mismo tiempo, la digestión de la crisis servirá bien para aumentar las dificultades del Gobierno, si las complicaciones persisten, o bien para reforzar a Macri si es capaz de revertir los problemas actuales. 2019 será un año electoral y si se quiere ganar habrá que desarrollar políticas más expansivas y aumentar el gasto público en lugar de contenerlo. Para ello el ajuste debería haberse completado con ciertos márgenes de éxito. La suerte del Gobierno es que, de momento, la oposición a nivel nacional es incapaz de encontrar un referente (otra cosa es lo que ocurre en ciertas provincias y en algunos ayuntamientos del Gran Buenos Aires). Y también que el recuerdo del horror y el espanto de los 12 años de populismo kirchnerista sigue vigente y condiciona el voto de muchos ciudadanos argentinos.