Echar balones fuera y querer rematarlos
- La cuestión catalana se ha aprovechado para hacer política de derribo
Fernando Méndez Ibisate
Cumplidos diez años del estallido de la crisis no parece que en Europa se hayan despejado todos los problemas y peligros que han acechado nuestras economías; la verdad es que tampoco del todo en Estados Unidos, a pesar de que allí dieron por concluida, formal y oficialmente, la recesión a finales de 2009. Pero aquí mantuvimos problemas graves, manifestados en la deuda soberana y el euro, de 2011 a 2013.
En general, aunque con diferencias, las economías europeas crecen ahora a un ritmo digno, crean empleo y parecen desenvolverse en un ámbito en el que el peligro haya pasado. Incluso la economía española destaca por sus tasas de crecimiento en ambas variables, si bien el recorrido es mayor, pues nuestra economía se hundió más que la media. A tal empeoramiento contribuyeron, con inspiración de los sindicatos, nuestras autoridades políticas y gobernantes que obviaron o eludieron las reformas que la economía demandaba ya desde 2003-2004, haciendo justo lo contrario de lo que se requería.
Como otros muchos gobiernos, nuestras autoridades han tenido las facilidades del Banco Central Europeo para no acometer reformas profundas que doten de más libertad y eficiencia a nuestro sistema productivo y de intercambios, con instituciones adecuadas, eficientes y más libres. En lugar de ello han crecido la intervención, el gasto, el déficit, la deuda pública, mientras la privada se cumplía, y se ha ejecutado un sistema de mayor regulación, vigilancia e intromisión justificado porque la economía, los agentes privados, aparentemente funcionaron de forma desregulada o al margen de las leyes. Pero eso no es posible en el ámbito monetario, financiero o de cualquier mercado relacionado con las finanzas, pues hace más de dos mil años que el poder público monopoliza el dinero y nadie puede ofrecer ese tipo de servicios o abrir una empresa o institución financiera de la misma forma que se hace con cualquier otro negocio, pues los requisitos, permisos y regulación nunca fueron comparables.
La crisis fue provocada por quienes se han presentado como salvadores o solución de los males que nos han aquejado este largo tiempo y que, todavía, siguen latentes en nuestras decisiones, cálculos, expectativas, elecciones... Pero los políticos, los gobernantes, siguen presentándose como si la cosa no fuese con ellos.
Son cuando menos sorprendentes las muchas manifestaciones y declaraciones que, por cualquier motivo, se oyen o leen en medios relevantes y acreditados (excluyo redes sociales). Desde luego, sucede con la secesión de Cataluña, y no digamos ya con el referéndum; sin descanso. Pero a raíz de tal situación, creada por los políticos y no todos con el mismo peso, carga o responsabilidad, pues, como siempre, el que genera el problema o anima el delito es quien más responsabilidad tiene, se ha aprovechado la circunstancia para hacer política de derribo y ha aparecido, como asunto colateral, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de 2018. Nadie ha desaprovechado la oportunidad de sacar tajada de la situación, también con distintas responsabilidades.
Así, en medio de las negociaciones para sacar adelante dichos Presupuestos, el Gobierno vasco admite que cuando más provecho ha obtenido es cuando "el Gobierno central ha estado necesitado" y que "a río revuelto, ganancia de pescadores", obviando que a cambio otros muchos pierden. Y, tras anunciar que el PNV no tiene en este momento ninguna razón para apoyar los PGE de 2018, el portavoz del Gobierno vasco declara sin rubor que el panorama, la situación, son complicados. ¡Como si tal panorama o situación complejos en que se ha situado a los ciudadanos, nada tuviese que ver con los comportamientos de los políticos y fuese fruto de hechos y acontecimientos esotéricos o de otra galaxia! Por cierto, también nosotros, los ciudadanos, tenemos alguna responsabilidad.
Añádase a eso diversas incertidumbres en nuestro entorno que, como las descritas para España, no todas son inesperadas o sorpresivas. El futuro de la UE y el euro es incierto. El curso de las reformas en Francia y su pleno desarrollo están por ver. Otro tanto cabe decir de la situación del Gobierno alemán tras el resultado electoral o del panorama en Italia. También son precarios el rumbo y forma que tomará el Brexit, así como su materialización. Además de la inestabilidad generada por Corea del Norte; cómo se frenan todos los movimientos (insidias en la red incluidas) de Putin o qué cariz toman las políticas de Trump. Y no olvidemos que la Fed y el BCE tienen pendiente un proceso de saneamiento y reducción de balances, con previa retirada de estímulos en la zona euro y retorno a tipos de interés más acordes con la realidad.
En tal situación nos encontramos. Pero ni cualquier cosa vale, ni debemos eludir nuestras responsabilidades. Eso sería echar balones fuera y luego querer rematarlos, como hacen todos los políticos. Siempre hay opciones más serias en medio del caos y no son los populismos, ni de derechas ni de izquierdas.