Firmas

Diagnóstico acertado y análisis correcto

  • No es cierto que, como salida de la crisis, los Estados hayan gastado menos

Fernando Méndez Ibisate

A principios de julio, analistas, expertos y buena parte de agentes concernidos por asuntos de ahorro o inversión sostenían con firmeza que los tipos de interés cero e incluso negativos habían venido para instalarse largo tiempo entre nosotros, llegando a señalar hasta el 2021 como año de persistencia de la situación o tendencia.

Ya señalé como un enorme atrevimiento tal conjetura, dado que nadie conoce con exactitud el momento y la cuantía o dimensión de unos acontecimientos que apenas podemos intuir, tanto mediante el análisis teórico (siempre correctamente aplicado sobre un diagnóstico acertado de la realidad, lo que les aseguro no es fácil ni abundante) como a través de los datos, signos o señales (complejos de percibir, observar, deducir o interpretar) que nos va enviando la economía, los mercados, y que conocemos siempre a tiempo pasado, cuando se hacen públicos los números.

Quienes defienden que los tipos serán cero o negativos al menos hasta 2021 podrían, no obstante, acertar. Pero soportan sus argumentos sobre bases endebles. Afirman que tras una experiencia de auge, gasto y endeudamiento, diría de excesos, la crisis produce ajustes y respuestas de signo contrario, que incluso pueden ser exagerados, en forma de desapalancamiento por parte de los agentes privados: familias y empresas.

Algunos incluso añaden dentro de tal dinámica a los Estados, que reducirían sus gastos y deudas. La demanda flojea, tirando los precios en general hacia abajo, y contrae los proyectos de inversión y la demanda de activos, también financieros, reduciendo su rentabilidad y prolongando la etapa de tipos extraordinariamente bajos.

Para paliar los problemas derivados de tal situación se propone, ¡cómo no!, una política de gasto aún mayor (se incluye una justificación distributiva también) que sostenga la demanda agregada y, ¡claro está!, una política monetaria expansiva que la acompañe y se subordine a ella (tipos bajos o cero) para aliviar los costes que ello acarrea.

Otros incluso plantean, para la UE, el establecimiento de mecanismos ordenados de aceptación de pérdidas (vamos las quitas de deuda de toda la vida) junto con la creación de un activo (los eurobonos) "seguro" y libre de riesgos -no existe tal cosa- y la coordinación centralizada en Bruselas y Frankfurt de las políticas fiscales y monetaria, perdiendo cotas de libertad no ya en la acción política por parte de los gobernantes de cada país, sino para los ciudadanos o personas que los conforman.

No es cierto que, como salida de la crisis, los Estados se hayan sometido a una austeridad inicua y hayan gastado menos. Si así fuese, incluso a pesar de la caída cíclica de ingresos, que -no olvidemos- fue compensada por fuertes subidas de impuestos, los déficit y el crecimiento del endeudamiento público habrían mostrado a lo largo de todo este tiempo otras tendencias, que no las actuales. Habrán caído unas partidas en favor de otras, pero no el gasto en conjunto.

Y, sin duda, tipos bajos, endeudamiento a espuertas, demanda animada (inflamada incluso), inflación (más del 2%), gasto e inversión en exceso, etc. ya estaban y ocurrían antes de agosto de 2007 y no puede decirse que no tuviesen consecuencias negativas o dañinas, ni que sean solución para nada.

Desde luego que ha habido recortes. Junto con la reducción de su endeudamiento, familias y empresas han visto mermar mucho sus niveles de vida, patrimonios (coche, casa, participación en planes de pensiones...) e ingresos; unos más que otros y con diferentes resultados, según las circunstancias de cada uno.

Por cierto, ahí han pescado muchas voluntades (votos) los políticos populistas de todos los partidos, en todas partes del mundo, como sucedió en el pasado, siendo falso que hoy la política, las autoridades, cuenten en menor medida, tengan menos peso en nuestras decisiones y vidas y se sometan cada vez más a los mercados o las grandes empresas, entre otras cosas porque de haber sido así, al menos ellos habrían logrado reducir sus impuestos y es justo al contrario.

Visto que los remedios expansivos de toda la vida, o sea la expansión artificial de gasto o monetaria, tienen -cuando lo tienen- un corto recorrido y que no logran los efectos u objetivos deseados (conocemos períodos de estancamiento con inflación y ahora de baja o nula inflación con crecimiento), y ante la magnitud y persistencia de algunas de las políticas aplicadas o las incertidumbres que empiezan a percibirse en las autoridades de buena parte del mundo, surgen cada vez más voces que temen podamos estar comprometiendo nuestro futuro económico y hasta sembrando el germen de otra futura crisis o recesión, con la continuidad o ampliación de tales medidas.

Llegan demasiado tarde. Hace ya tiempo que hemos puesto medios y medidas, trabas, regulaciones, intervenciones, liquidez y gasto (déficit y deuda incluidos) sobrados como para, ignoro cuándo o en qué magnitud, retornemos a las dificultades.