Firmas

Once días de octubre: un esperpento político insuperable antes del 10-N

    El Valle de los Caídos, el día de la exhumación de los restos de Franco. Imagen: EFE

    Víctor Arribas

    Cada semana tenemos la misma sensación al asistir como espectadores o como analistas a los acontecimientos que tienen lugar en nuestro país. Cada semana nos parece imposible de igualar en los hechos que se vienen produciendo, pero ahí llega rampante la siguiente semana para desmentir nuestra sensación.

    Desde que el lunes 14 de octubre se hiciera pública la sentencia condenatoria de los sediciosos que intentaron un golpe al Estado en 2017, no ha habido un día sin su afán de alucinarnos. Los altercados de Cataluña, que habían provocado la indignación de todo el país contra este levantamiento antidemocrático, milagrosamente cesaron en la semana histórica en la que España superó la "afrenta moral" de tener a un dictador enterrado en un escenario monumental concebido para ensalzar su régimen totalitario. Un paréntesis sorprendente que ha permitido llevar a cabo la operación, ordenada por el Congreso y autorizada por los tribunales, sin la tensión en las calles catalanas que venía produciéndose bastantes días atrás. Los enemigos de la nación española cesaron los incendios y el lanzamiento de proyectiles contra la policía mientras se ultimaban los detalles y se llevaba a término la histórica exhumación.

    Se puede ser indiferente al acuerdo del Parlamento, incluso se puede aceptar como necesaria la salida de los restos de un personaje como Franco de un lugar que es patrimonio de todos. Otra cosa es apoyar el esperpento proyectado y ejecutado con la televisión en directo en nombre de la dignidad democrática de un país, que lo aguanta todo por lo que hemos podido comprobar. Igual que todo lo soporta este sistema electoral en el que los abusos son pasados por alto de forma constante.

    De nada sirven las advertencias vacuas de la Junta Electoral, que sin ningún efecto sancionador ni intimidatorio advierte cada día al partido del Gobierno para que deje de utilizar los resortes del Estado con el fin de obtener rédito electoral, ya sea desde la mesa del Consejo de Ministros o desde lejanos promontorios de la Sierra de Guadarrama. No hay freno. Lo que iba a ser una ceremonia discreta y en la intimidad de los familiares se convirtió en el rodaje de una gran superproducción donde el Secretario de Estado de Comunicación daba órdenes sobre la colocación de las cámaras de TVE y sobre el recorrido que debían hacer los helicópteros Super Puma del Ala 48, intentando emular a Francis Ford Coppola en unas imágenes que sin duda pasarán a la historia del despropósito.

    Han resucitado al espantajo del franquismo, del que no quedaba ya casi rescoldo alguno, y vuelve a verse gente cantando orgullosa: "¡Arriba, escuadras, a vencer, que en España empieza a amanecer!". Algo que no veíamos desde hace décadas. Mientras tanto, de los vivos no se acuerda el poder. Los 3.214.400 españoles que no tienen un empleo y que han visto en el trimestre de las contrataciones veraniegas cómo las empresas restringen los nuevos contratos en vista del negro horizonte que tenemos por delante, eso que el gobierno llama "enfriamiento". De esos vivos este jueves no se acordó la dignidad nacional recuperada tras cuarenta y cuatro años de ignominioso reposo de los restos de un dictador en lugar prominente. Como se pasó también por alto en esta semana histórica de la dignidad reencontrada la opinión de la Audiencia Nacional sobre el juez que con sus oportunas observaciones en la sentencia de la primera época del caso Gürtel alentó la moción de censura de 2018. Estando Franco por medio, ¿a quién le iba a importar que sus propios compañeros consideren nada imparcial al juez que tumbó a un gobierno?