Evasión

Este jueves 22h, en TCM: 'Una mujer bajo la influencia', obra maestra de John Cassavetes, con Gena Rowlands

Gena Rowlands en Una mujer bajo la influencia.

Lucas del Barco

Ver Una mujer bajo la influencia es abrir la puerta a uno de los viajes más incómodos y fascinantes que ha dado el cine. Dirigida por John Cassavetes, ese francotirador del séptimo arte que prefirió el riesgo al acomodo, la película es al mismo tiempo un estudio clínico y una confesión a gritos sobre el matrimonio, la familia y la fragilidad mental. Medio siglo tiene esta historia, del visionario que se anticipó a todos los que hoy se toman en serio la salud mental. En 1974 no estaba de moda.

La presencia de Gena Rowlands, compañera de vida del director, domina cada plano. Su interpretación, de una entrega feroz, oscila entre la ternura desbordada y el desquicio absoluto, componiendo un personaje que nunca se deja atrapar por estereotipos. Frente a ella, el Colombo Peter Falk, en un registro tan áspero como vulnerable, encarna al marido que ama, sufre y reprime con la misma intensidad. Juntos sostienen una tensión eléctrica que Cassavetes captura con la cámara como si estuviera sentado en la mesa de esa casa, respirando el mismo aire viciado.

El director evita cualquier concesión al paisaje o al artificio: todo ocurre en interiores, como si la vida de sus personajes no tuviera escapatoria. Las paredes parecen encogerse a medida que la locura —o quizá la lucidez insoportable— se abre paso en la mente de Rowlands. Cassavetes filma las conversaciones como combates y los silencios como amenazas. Hay algo de Ingmar Bergman en la disección implacable de las emociones, pero aquí el bisturí es más torpe, más humano, y por eso mismo más doloroso.

Una mujer bajo la influencia

La película no es perfecta: sus irregularidades son las cicatrices inevitables de un rodaje que sigue el pulso de los actores más que el dictado de un guion cerrado. Pero ahí radica parte de su grandeza: cada exceso, cada pausa incómoda, cada explosión verbal forma parte de un retrato que no quiere embellecer la convivencia, sino mostrarla como es cuando se cae la máscara. Y con un sabor setentero que evoca otros tiempos.

Rowlands firma un trabajo homérico, agotador y agotado, que se adentra en los pliegues de la mente sin pedir permiso. El espectador, arrastrado por su energía, acaba tan implicado que a veces desearía apartar la mirada, como en esas discusiones de pareja que uno escucha desde la habitación contigua.

Una mujer bajo la influencia

Una mujer bajo la influencia no es para todos los públicos

No estamos ante un entretenimiento ligero ni un ejercicio académico. Pero es un película que no se olvida, que marca, que obliga a la reflexión. Es una experiencia inmersiva y perturbadora, que exige entrega y paciencia, pero que recompensa con la sensación de haber asistido a algo irrepetible. Cassavetes filma para que miremos donde normalmente no queremos mirar. Plan para quien busque cine de verdad.