Evasión

El pueblo a dos horas de Barcelona que ha revalidado su título como "el más bonito del mundo", según la Organización Mundial del Turismo

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María León

Pensar en Cataluña es viajar con la mente a la espectacular ciudad de Barcelona y sus monumentos que quitan el aliento, es trasladarse a las hermosas playas de la Costa Brava durante un día soleado o disfrutar de una deliciosa comilona donde los auténticos protagonistas son los calçots o la crema catalana. Y aunque todo ello es cierto y forma parte de la esencia de esta zona de España, Cataluña es mucho más.

En el corazón de la comarca de Osona, se encuentra un pequeño pueblecito medieval que conquista a todo aquel que lo conozca. Y es que, más allá de su impresionante ubicación, situado en un desfiladero rocoso a 822 metros de altura, Rupit destaca por sus acogedoras casitas de piedra y su ambiente encantador. Quien lo ha sabido valorar como se merece ha sido la Organización Mundial del Turismo (OMT), quien por segundo año consecutivo lo califica como la población más bonita del mundo.

En una ubicación privilegiada

Podría decirse pasear por las calles de Rupit es prácticamente como viajar al pasado, o por lo menos, es una de las sensaciones más parecidas. Para llegar hasta él, primero hay que pasar por su icónico puente colgante, que fue construido en 1945 y que a día de hoy sigue siendo la estampa de bienvenida para cualquier turista que se acerque a conocerlo.

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Desde el primer momento nos queda claro que le sobran motivos para ser el pueblo más bonito del mundo, con callejuelas empedradas y casitas de piedra seca y sus balcones de madera repletos de vida, queda claro que cada rincón es una parada obligatoria. Su casco histórico alberga tesoros arquitectónicos, como la iglesia de Sant Miquel y su altísimo campanario o la plaza de la Vila.

Además, aunque parece un trabalenguas, su nombre oficial es Rupit i Pruit, pues el trazado municipal incluye a este segundo pueblo, ubicado a unos 2,5 km de distancia y donde también se encuentra un puñado de casitas de piedra y una pequeña iglesia, la de Sant Andreu de Pruit.

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