Especial medio ambiente
Por un cambio ordenado hacia las energías verdes
Amador G. Ayora
La defensa del medioambiente, la lucha contra el cambio climático, la sostenibilidad o la economía circular -en la que todos los objetos tienen una segunda vida- están entre los objetivos de las empresas y de los ciudadanos españoles. Es algo que ya nadie discute y que todos debemos apoyar. Pero es importante respetar los tiempos. El anterior Gobierno socialista, el de Zapatero, derrochó miles de millones en ayudas a las renovables, que supusieron una grave hipoteca para las cuentas públicas, que aún estamos pagando todos.
El Ejecutivo de Pedro Sánchez cambió el nombre del Ministerio de Energía por el de Transición Ecológica para remarcar su compromiso con los valores medioambientales y proclama que la nueva revolución verde creará miles de empleos durante los próximos años. España está en una situación privilegiada, al gozar de muchísimas más horas de sol que el resto de Europa. Una circunstancia que nos convertirá en una superpotencia de las energías verdes y que transformará, sin duda, el panorama económico a medio y largo plazo. No hay más que echar un vistazo a la actual dependencia de los combustibles fósiles, como gas y petróleo, que hunden nuestra balanza comercial y encarecen los costes de producción. Pero las transformaciones son complicadas, porque la consecución de la meta siempre se hace esperar y, entre tanto, no podemos tirar por la borda lo que ya tenemos.
Es incomprensible el empeño del Gobierno de demonizar las nucleares, cuya construcción aún pagamos en el recibo de la luz, o el carbón, que contribuyen a moderar los precios en épocas en que el viento o el sol son insuficientes. Acabamos de asistir al anuncio del cierre de dos plantas de aluminio de Alcoa en Asturias y en Galicia porque los costes excesivos de la electricidad las dejó sin competitividad.
Algo similar ocurre con el diésel, sobre el que el Gobierno plantea un impuesto adicional. La industria del motor es el mayor sector en términos de generación de riqueza después del turismo. España es el segundo productor europeo de automóviles, pese a que no tenemos ninguna marca propia. Si queremos mantener esa posición privilegiada, el Gobierno no debería cargar contra el consumo de gasóleo hasta que exista una oferta competitiva en el mercado para su sustitución. Varias factorías anunciaron en los últimos meses paradas parciales por falta de demanda de automóviles con este tipo de motores, una circunstancia que puede crecer si se asusta a la población. Es necesario realizar una transición ordenada para no provocar la huida de inversiones y no incurrir en costes adicionales, como en el pasado, que perjudicaron las cuentas públicas y el empleo.