Especial medio ambiente
La batalla de las tecnológicas contra el monstruo de la basura electrónica
- La producción de basura electrónica seguirá creciendo esta década
- Las tecnológicas prometen actualizaciones y reparaciones más fáciles
Adrián Raya
La producción de residuos electrónicos no deja de crecer, pese a las iniciativas tomadas por las grandes tecnológicas. Es un problema más complejo de lo que parece, y que empeora de manera exponencial cada año, con cada nuevo lanzamiento.
Según el WEEE Forum, durante este 2021 se generarán unos 57,4 millones de toneladas de basura electrónica; eso es más de lo que pesa toda la Gran Muralla China, hasta ahora la obra creada por la humanidad con más masa de la historia. Son 4 millones más respecto al año pasado, y la tendencia al alza no parará: se prevé que para el fin de la década se generen más de 74 millones de toneladas anuales. Según la ONU, la basura electrónica ya es el desecho doméstico que crece más rápido.
El motivo es bien simple: cada vez compramos más dispositivos electrónicos, y desechamos los viejos; este ciclo de renovación siempre ha existido, por supuesto, pero ahora va más rápido que nunca. Los productos electrónicos duran cada vez menos, ya sea por diseño o porque, simplemente, queremos tener la última versión.
Peor aún es el hecho de que, según el mismo estudio, sólo un 17,4% de la basura electrónica ha sido correctamente tratada y reciclada; los vertederos se llenan de móviles, ordenadores, altavoces e impresoras a los que no les han quitado los materiales peligrosos para el medio ambiente, ni siquiera aquellos que son especialmente valiosos por lo escasos que son.
El método Apple
Ese es uno de los aspectos más desconcertantes de este problema: que estamos tirando dinero cada vez que uno de estos dispositivos acaba en el camión de la basura. Al menos, ya hay algunas apuestas por reaprovechar la tecnología usada, destripándola en busca de materiales reutilizables.
Apple es una de las líderes en este campo, habiendo desarrollado en el 2018 el robot Daisy, especializado en desmontar teléfonos móviles a alta velocidad; cada vez que un iPhone pasa por su 'mesa de trabajo', sólo quedan los tornillos, piezas metálicas y chips por separado, que luego se pueden reciclar o aprovechar para futuros dispositivos. Con un ritmo de 200 iPhone por hora, Daisy es un buen ejemplo de lo que es posible cuando se aplican conceptos como Inteligencia Artificial y aprendizaje automático al reciclaje.
Claro, que la mejor manera de acabar con la basura electrónica es no generarla. El año pasado, Apple tomó una de las decisiones más polémicas de su historia, cuando anunció que ya no incluiría ni el cargador ni los auriculares con el teléfono. La lógica tenía sentido: la mayoría de los usuarios ya tiene un cargador en casa y no necesita otro más, con componentes especialmente difíciles de separar y reciclar. Y en cuanto a los auriculares, la mayoría de la gente opta por unos inalámbricos de todas maneras.
Este cambio también permitió un rediseño de la caja del iPhone, haciéndola más pequeña y permitiendo distribuir un 70% más de unidades al mismo tiempo; una reducción de emisiones que ayudará a Apple a acercarse a su objetivo de ser "carbón neutral" para el 2030.
El tiempo ha dado la razón a Apple, y el nuevo iPhone 13 lanzado este año sigue sin incluir esos accesorios en la caja; y a juzgar por la dificultad de comprar uno de estos nuevos modelos, parece claro que no ha afectado al entusiasmo de los usuarios por renovar su dispositivo.
Sin embargo, estos éxitos de Apple no tienen porqué traducirse en un impacto beneficioso para el medio ambiente, ni siquiera en la generación de basura electrónica. De hecho, el mismo día del anuncio no faltaron quienes advirtieron de que este cambio podría producir más residuos, y no menos. Apple no ayudó a cambiar esta percepción con el lanzamiento de tecnologías como MagSafe, un tipo de recarga inalámbrica que requiere comprar el cargador por separado para aprovechar todo su potencial.
Y por supuesto, estamos hablando de la misma Apple que se niega a instalar un puerto USB-C en el iPhone, usado en la inmensa mayoría de nuevos smartphones y cargadores. Una cabezonería que ha conseguido que la Comisión Europea finalmente tenga que crear una ley que obligue a usar USB-C en todos los móviles y otros dispositivos electrónicos. Aunque para cuando entre en vigor, a Apple seguramente se le ocurrirá otro truco.
Si el lector considera que estamos siendo especialmente duros con Apple, tiene toda la razón; Apple sólo representa a toda la industria tecnológica, que durante su existencia ha puesto otras cuestiones por encima del medio ambiente, y ahora está pagando por ello.
Derecho a reparar
No queda esto más claro que con la reparabilidad de los dispositivos tecnológicos. Una manera sencilla de reducir la basura electrónica es seguir usando el mismo dispositivo durante más tiempo; el problema es que eso casi nunca es posible, por las zancadillas puestas por el sector tecnológico.La propia Apple ha sido la primera que parece haber reconocido la importancia que tiene, con un servicio anunciado recientemente que permitirá a los usuarios comprar piezas y herramientas para reparar sus dispositivos.
Uno de los grandes cambios este año lo hemos visto en el software. Los grandes fabricantes ya están empezando a prometer largos periodos de soporte, en los que lanzarán actualizaciones con 'parches' de seguridad y nuevas funciones.
Han sido 'motivados' por Apple, que aún permite instalar su último sistema operativo en el iPhone 6S, un móvil de hace seis años. En respuesta (y probablemente con algo de vergüenza), Google anunció este año un soporte de cinco años para sus nuevos modelos, los Pixel 6, mientras que Samsung fue más allá y aseguró soporte de cuatro años para más de 130 modelos lanzados desde el 2019.
Estas actualizaciones deberían permitir seguir usando los móviles sin miedo a posibles ataques hacker, por los agujeros de seguridad descubiertos, e incluso usar nuevas funciones que se desarrollen a partir de ahora.
El llamado 'derecho a reparar' también está cobrando fuerza; aunque reparar un smartphone moderno sigue siendo tan difícil como siempre, con 'trampas' puestas por los fabricantes como funciones que se desactivan si cambiamos una pieza.
La aprobación en el Parlamento Europeo de un texto que pide medidas para asegurar la reparabilidad de los dispositivos electrónicos parece haber dado alas a este movimiento. Entre las medidas, algunas ya anunciadas por el Gobierno español, se encuentra un "índice de reparabilidad", una puntuación que indicará cómo de fácil o de difícil es reparar un dispositivo electrónico. A eso se le suman medidas como obligar a aportar la documentación técnica, o la disponibilidad de las piezas necesarias para la reparación, algo que podrán aprovechar centros de reparación y autónomos.
Limpiando lo ensuciado
Además de todas estas medidas para mitigar la producción de basura, también hay iniciativas para limpiar la basura actual usando las últimas tecnologías. La startup ClearBot es el mejor ejemplo de este 2021, un proyecto que busca usar Inteligencia Artificial para eliminar los residuos de los océanos.
ClearBot saltó a la fama gracias al apoyo de Razer, el fabricante de ordenadores y dispositivos para jugadores; una mezcla un tanto extraña, pero que demuestra hasta qué punto el medio ambiente, poco a poco, se está convirtiendo en una prioridad para el sector tecnológico. Como explicó su CEO, Min-Liang Tan a elEconomista.es, desde una perspectiva de negocio no tiene mucho sentido, pero sí que lo tiene como una empresa que quiere llamar la atención con sus productos. En el mercado actual, en el que el consumidor medio da cada vez más importancia a las iniciativas verdes, este tipo de inversiones tiene su hueco.
El primer prototipo nacido de esta alianza es un robot marino, capaz de navegar por el mar buscando diferentes tipos de residuo de plástico. Para la detección de residuos, el ClearBot usa Inteligencia Artificial y visión artificial con las cámaras integradas; de esta manera, es capaz de encontrar piezas a hasta dos metros de distancia, sin importar el estado del mar. Entonces, puede dirigirse a la basura y recogerla, recopilando hasta 250 kilogramos en un solo ciclo; todo esto, funcionando con energía solar para evitar más emisiones.
Sólo el principio
Este tipo de iniciativas son, por el momento, granos de arena en el desierto. Pero están ahí, son reales, y eso ya es más de lo que podíamos decir hasta no hace mucho. La industria tecnológica se enfrenta a su pasado, a su 'monstruo de Frankenstein' particular que creó en un momento en el que parecía que no podía hacer nada mal. La presión del consumidor y de los legisladores no hará mucho si el cambio no viene de dentro, y este 2021 ha demostrado que esa motivación existe.