Energía
El sorpasso de China a EEUU llega a la energía: los yacimientos de petróleo americano se están quedando 'huecos'
- Mientras que EEUU se ha convertido en un gran 'petroestado' (petróleo y gas)...
- ... China se ha erigido como el mayor 'electroestado' del mundo
- Wood Mackenzie: "El liderazgo energético de EEUU podría erosionarse en 2030"
Vicente Nieves
EEUU es una auténtica potencia energética. La más grande del mundo (por ahora). La revolución del fracking (fracturación hidráulica) ha permitido que el mayor consumidor del mundo de energía sea autosuficiente en términos agregados. Con un 20% de la producción mundial de petróleo y gas, EEUU se ha convertido en un jugador dominante en un mercado que otrora estaba completamente controlado por un puñado de países en Oriente Medio. Sin embargo, este reinado energético podría estar llegando a su fin. La misma tecnología y ambición que han llevado a EEUU al trono de la energía global de forma rápida es que la que está detrás de las decadentes previsiones. Los yacimientos de petróleo y gas se están quedando 'huecos' ante el rápido ritmo de producción (están llegando a su punto de maduración y cada vez expulsan menos crudo), mientras que la otra potencia económica global (China) tiene está siguiendo un estricto plan para convertirse en la nueva potencia energética global: inversiones masivas en energía nuclear y renovables.
Esta es la conclusión que se desprende de un nuevo informe publicado por Wood Mackenzie en el que se analiza cómo EEUU ha llegado a dominar la energía global y cómo puede perder el trono (salvo revolución tecnológica o algún otro tipo de hallazgo inesperado) ante el rápido desarrollo de la energía nuclear y las renovables en China. Todo hace indicar que no solo habrá un sorpasso económico (tamaño de PIB) de China a EEUU en los próximos años, sino que también podría producirse un sorpasso energético (algo lógico y que va de la mano del económico).
La historia de la hegemonía de EEUU
En lo que a EEUU se refiere, cabe destacar que, durante años, la industria del petróleo y el gas ha sido un símbolo del poderío económico y geopolítico de Estados Unidos. Con una producción que hoy representa el 20% del suministro global de petróleo y gas, el país ha logrado una posición dominante que parecía inquebrantable. "EEUU produce más hidrocarburos que sus dos mayores competidores juntos", recuerda el informe de Wood Mackenzie. Pero esa hegemonía, construida sobre la innovación en el fracking, la flexibilidad del mayor mercado de capitales del mundo y un marco fiscal favorable, empieza a mostrar grietas ante la imponente irrupción energética de China.
La revolución del shale convirtió a EEUU en el mayor exportador mundial de gas natural licuado (LNG) y el tercero en crudo y condensado. Este auge permitió al país blindarse frente a crisis de suministro, imponer sanciones más estrictas a otros productores y reforzar su influencia en Asia y Europa. "EEUU produce más petróleo que Arabia Saudí y más gas que Rusia", señala Wood Mackenzie. Sin embargo, el contexto geopolítico, los compromisos financieros de las empresas y la madurez de los yacimientos comienzan a socavar esta era dorada. En términos absolutos, EEUU produce en la actualidad unos 13,4 millones de barriles de petróleo diarios, frente a los 9 millones de Arabia Saudí y Rusia. Estos impresionantes datos esconden una evolución aún mayor, puesto que EEUU apenas producción 5 millones de barriles en 2010, pero la vertiginosa irrupción de fracking (fracturación hidráulica para extraer el petróleo de esquisto) ha permitido multiplicar la producción de 'oro negro' en EEUU.
Los pilares del milagro energético de EEUU
El modelo estadounidense se sustentó sobre cuatro pilares: recortes de costes a través de la innovación, inversión flexible, un entorno fiscal amigable y consolidación empresarial. Las breakevens de los pozos, que rondaban los 70 dólares por barril en 2005, se han reducido hasta los 35 dólares en las mejores cuencas (las más eficientes y productivas). Además, el capital puede moverse con una rapidez inaudita: el capex del shale puede multiplicarse hasta veinte veces más rápido que la inversión convencional global. Esta agilidad es un arma poderosa, pero también una fuente de vulnerabilidad ante precios bajos o condiciones financieras más estrictas.
Pero al mismo tiempo, las empresas afrontan retos crecientes. Según este estudio, EEUU necesita añadir cada año una producción equivalente a la de Noruega entera solo para mantener estable su producción actual. Es decir, los productores americanos tienen que producir mucho nuevo petróleo para reemplazar el de los yacimientos que se están quedando 'vacíos' o 'huecos', hablando de forma coloquial. Y lo que es peor: "La recuperación por pie perforado ha dejado de crecer en los mayores yacimientos del país", lo que indica que los recursos fáciles ya se han explotado. La presión para entregar dividendos fijos también limita la capacidad de reinversión, y los aranceles o impuestos al carbono transfronterizos podrían frenar la competitividad en mercados clave.
Wood Mackenzie advierte que, bajo su escenario base, "el liderazgo de EEUU empezará a erosionarse en la década de 2030, cuando la producción (especialmente de petróleo) entre en declive". Y si los precios caen hacia los 50 dólares, ese declive llegará antes de lo esperado y será más brusco. Las implicaciones serían profundas: menor acceso a capital, desinversión internacional y clientes energéticos que podrían dar un paso atrás en sus compromisos con EEUU, buscando alternativas más fiables o sostenibles.
El mayor 'electroestado' del mundo
Además, Wood Mackenzie pronostica que, entre 2035 y 2040, la producción estadounidense de petróleo y gas disminuirá en aproximadamente 1,7 millones de barriles equivalentes de petróleo por día (bep/d). Durante el mismo período, "esperamos que su producción de energía baja en carbono aumente aproximadamente en la misma cantidad en términos de energía equivalente. Sin embargo, a escala global, el crecimiento estadounidense en tecnologías bajas en carbono está siendo significativamente superado por el de China", advierte estos expertos.
"Con su rápido progreso en vehículos eléctricos (VE), almacenamiento en baterías, energías renovables y energía nuclear, China ha demostrado que es posible construir un ecosistema energético alternativo, aunque aún dependa en gran medida del carbón. La preocupación por el cambio climático puede haber quedado relegada a un segundo plano en la agenda política de muchos países, pero a medida que vuelve a cobrar protagonismo, el potencial de descarbonización en este ecosistema alternativo podría otorgar a China una ventaja competitiva", explican estos expertos. En términos de energía nuclear, Pekín ha logrado levantar en 10 años la misma capacidad que a EEUU le llevo 40.
"Mientras que Estados Unidos es un petroestado, China es un electroestado", aseguran estos expertos. En términos de participación de mercado, su dominio de las cadenas de suministro para tecnologías como baterías de iones de litio, vehículos eléctricos y células solares es mucho mayor que el de Estados Unidos en el sector del petróleo y el gas. La planificación estratégica y el apoyo gubernamental han ayudado a China a acelerar la electrificación del transporte por carretera y el desarrollo de energías renovables y nuclear (incluso baterías nucleares), con miras a reducir la dependencia de la energía importada y frenar la contaminación atmosférica local.
En 2025, se espera que China represente el 20% de las exportaciones mundiales de vehículos eléctricos y el 30% del mercado global de baterías para almacenamiento y automoción. "China no solo electrifica su sistema energético, sino que está creando una industria exportadora que ya moldea los mercados internacionales", señala el informe. Esta ventaja estructural en tecnologías limpias puede terminar desplazando a los combustibles fósiles de EEUU como pilar energético mundial.
EEUU aún puede reaccionar, según los expertos que realizan el informe. La innovación tecnológica sigue siendo su baza. ExxonMobil, por ejemplo, está desarrollando modelos de subsuelo basados en inteligencia artificial que permiten rediseñar pozos en tiempo real para reducir costes. "Si estas herramientas logran bajar los breakevens en 5 dólares por barril, el tight oil seguirá siendo competitivo frente a cualquier fuente global", asegura el documento.
Pero no basta con tecnología. Hace falta explorar nuevos yacimientos, revitalizar la inversión en infraestructuras y reformar los marcos regulatorios. Hoy, la exploración ha caído un 65% si se compara con 2012, y muchas zonas prometedoras requieren apoyo en redes de transporte y permisos federales más ágiles.
Aunque todos estos esfuerzos dieran sus frutos, hay una amenaza mayor: la transición energética global. Si el mundo se acelera hacia energías bajas en carbono, EEUU podría quedarse atrapado en un modelo que ya no lidera. "La emoción por el crecimiento del upstream no debe ocultar que el mundo no se detiene", advierte Wood Mackenzie. Y concluye con una advertencia clara: "Si EEUU quiere seguir siendo el proveedor energético dominante del mundo, no puede quedarse de brazos cruzados".
En este nuevo tablero global, el liderazgo energético ya no se decide solo en los pozos o las refinerías, sino también en las fábricas de baterías, los laboratorios de IA y los parques solares. La hegemonía de EEUU está en juego, y China no solo ha entrado en la partida, sino que está cambiando las reglas.