Empresas y finanzas

Amenaza global a la banca: las 'teleco' también quieren negocio financiero

  • Los nuevos jugadores pueden 'quitar' 40.000 millones a las entidades
Una tarjeta de Orange Bank. <i>Foto: Reuters</i>.

Eva Díaz

En plena batalla del sector bancario contra las tecnológicas, desde los gigantes como Amazon, Google o Facebook a las fintech, que han irrumpido con fuerza en el negocio financiero en los últimos años, una nueva amenaza llega para intentar morder su parte del pastel: las compañías de telecomunicaciones. La consultora Oliver Wyman estima que los nuevos jugadores tienen una oportunidad para captar negocio en Europa por 40.000 millones de euros. En el caso de las teleco, Orange fue la primera que se puso manos a la obra, al poner en marcha en noviembre de 2017 su banco en Francia. La compañía ofrece servicios bancarios a clientes minoristas exclusivamente a través de Internet, y es que la digitalización del negocio es la clave de la avalancha y entrada de los competidores en el sector financiero. La teleco francesa, que lleva un año alargando su aterrizaje en España, ya ha creado sucursal bancaria en nuestro país y confía en comenzar a operar en el cuatro trimestre del año. Telefónica se le ha adelantado. La compañía que encabeza José María Álvarez-Pallete comenzará a ofrecer, de la mano de CaixaBank, créditos al consumo a partir del próximo 10 de abril. Sin embargo, esta alianza marca un punto de inflexión que demuestra que la entrada de estos nuevos actores puede, a su par, convertirse en una oportunidad para el sector.

La banca tradicional arrastra una pesada estructura formada por la red de oficina y personal que, a pesar de enflaquecer a ritmo vertiginoso desde 2012, el elevado coste para mantenerla lastra las inversiones para agilizar el negocio. El otro hándicap es la cada vez mayor y costosa regulación que afronta el sector que, aunque necesaria, sitúa a las entidades en desventaja frente a nuevos competidores, que nacen livianos de estructuras y sin asumir cargar regulatorias. La banca lleva años exigiendo a los reguladores europeos que a misma actividad, misma regulación, aunque de momento las voces se diluyen en la lentitud a la que avanzan las normativas. Precisamente, este apaciguado ritmo contrasta con la velocidad a la que surgen nuevas tecnologías y con ellas, oportunidades de negocio, que el sector financiero, en ocasiones, no puede implantar hasta la siguiente regulación.

Y mientras las entidades tratan de nadar en la misma dirección que las tendencias que llegan con la marea en contra, están obligadas, a través de la normativa de pagos PSD2, a compartir los datos de sus clientes (siempre que estos den permiso) con terceros competidores, cediéndoles la oportunidad de rascar un trozo del pastel, mientras que nadie obliga a estos jugadores a ceder sus datos. Ya han surgido las primeras voces dentro del sector financiero que comienzan a pedir a los reguladores que se quiten las anteojeras para empezar a dialogar las normativas con otros sectores ajenos a la banca pero que realizan negocio financiero.

Moody's fue claro en uno de sus informes publicados a finales de 2018: los gigantes tecnológicos ya son un riesgo real para las entidades, especialmente en el segmento de financiación al consumidor. De momento, el ruido es alto, acompañando a la preocupación del sector, que ve cómo Facebook ya tiene su propia ficha bancaria y Amazon ya ha entrado en EEUU en el negocio de financiación, pero los números son bajos.

A pesar de que las siete grandes tecnológicas (Apple, Microsoft, Google, Amazon, Facebook, Alibaba, Paypal y Ebay) ya suman un valor bursátil igual al de toda la banca mundial, en lo que respecta al volumen de activos, el sector financiero global acumula 74.600 billones de euros, frente a los 1.120 billones de las tecnológicas. Del mismo modo, los ingresos de las entidades son diez superiores a los de estas compañías. De momento, los expertos coinciden en que los usuarios aún son miedosos con el dinero y confían en las entidades tradicionales, pero las tornas cambiarán a medida que las generaciones más jóvenes accedan al mercado laboral.