Murcia y Extremadura, las comunidades con más empleos amenazados por la automatización
- Madrid y País Vasco son las que mejor resisten
- España es uno de los países con mayor porcentaje de empleos vulnerables de la OCDE
- Fedea advierte de que la automatización del empleo amenaza a la clase media
Javier Esteban
El impacto de la automatización del empleo sigue acrecentándose tras la pandemia, y apunta a convertirse en una de los mayores riesgos para el empleo en los próximos años. España es uno de los países peor preparados para este desafío.
Más de la mitad de los empleos de nuestro país tendrán que adaptarse en los próximos años para poder convivir con robots e inteligencias artificiales. Aunque casi una cuarta parte ni siquiera tendrán la oportunidad de hacerlo y serán directamente reemplazados.
Este impacto no afectará a todas las comunidades por igual. Según los datos de la OCDE, son Murcia y Extremadura las autonomías con mayor porcentaje de empleos en riesgo de desaparecer, un 27,3% y un 26,1% respectivamente.
En el otro extremo se sitúan Madrid, con un 19% de empleos y País Vasco, donde se quedan en el 22%. Sin embargo, todas las regiones españolas superan con creces la media de la OCDE, fijada en el 14%.
Aunque lo que se refiere a los empleos en los que el cambio tecnológico obligará a los trabajadores a recualificarse, los niveles son similares y las regiones españolas se sitúan en una franja entre el 31% y el 32%. Es decir, la diferencia la marcan los empleos en riesgo de desaparecer.
Esto también se aplica si comparamos con el resto del mundo. El porcentaje de puestos que tendrán que pasar por una transición tecnológica en nuestro país se alinea con la media de la OCDE.
Pero el elevado peso de empleos en riesgo de desparecer nos sitúa en los puestos de cola del ránking, solo superado por Eslovenia, Eslovaquia y Grecia. España puede perder entre tres y cuatro veces más empleos por la automatización que los países nórdicos.
Pero precisamente, Eslovenia, uno de los peores países del ránking, demuestra que este proceso no tiene por qué traducirse en una destrucción de empleo neto. Y es que se trata de uno de los países que mayor apuesta ha realizado en los últimos años para la digitalización, de su economía.
¿Qué empleos están en mayor riesgo?
En un reciente estudio sobre la Economía digital en tiempos de pandemia publicado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), sus autores José Ignacio Conde-Ruiz y Juan José Ganuza señalan que el impacto positivo o negativo depende de tres factores.
El primero, es cómo el resto de industrias situadas en la cadena de producción se benefician de la innovación; el segundo es el impacto que tenga la aparición de nuevos bienes y servicios; y el tercero, especialmente determinante, es la creación de empleos asociados al "aumento de la demanda final".
"La caída en los costes permite a los consumidores pagar menos por los bienes y servicios producidos con mejores tecnologías y con ello disponer de una mayor renta disponible para comprar otros bienes y servicios que necesitaran contratar trabajadores para ser producidos", explican los autores.
En este sentido, cobra especial relevancia el tejido productivo de la economía afectada por la automatización y su capacidad de adaptación, que depende no solo de las habilidades y formación que demanda a sus trabajadores, sino de las tareas que les encomienda.
La tarea pesa más que la formación
Pese a la idea generalizada de que los robots sustituirán a los trabajadores con peor formación, la experiencia durante la pandemia hace que cada vez más estudios pongan en duda este pronóstico.
Las tareas más rutinarias, que implican la repetición de procesos predeterminados, como en una cadena de montaje o en los trabajos administrativos, tradicionalmente realizadas por trabajadores con nivel educativo medio, son las más fáciles de hacer para una máquina.
Por otro lado, las máquinas se complementan mejor con las "tareas abstractas", es decir, aquellas que implican las denominadas habilidades blandas, como la resolución de problemas, la intuición, la capacidad de persuasión y liderazgo, así como la creatividad. Estas tareas son tradicionalmente realizadas por trabajadores de mayor cualificación, que pueden aprovechar la tecnología como herramienta, no sustituto, para su trabajo.
Pero las tareas manuales tampoco se pueden automatizar, al requerir interacciones personales, adaptabilidad, reconocimiento visual y del lenguaje... A la tecnología aún le queda un largo camino para poder competir con un humano en estos ámbitos.
Pero son competencias fundamentales para trabajos agrarios, la hostelería, el servicio doméstico, la seguridad, el transporte, etc. Aunque se trate de trabajos asociados a baja cualificación y menores sueldos. En este caso, el coste de la automatización, sencillamente, no compensaría.
Las consecuencias de esto son claras para Fedea: "los trabajadores, normalmente de clase media, que realizan mayoritariamente tareas rutinarias van a verse remplazados por la tecnología y esto va a suponer una un aumento de la polarización del empleo y por tanto de la desigualdad."
El desafío de la inteligencia artificial
Dentro de estos trabajadores de clase media, la automatización de las tareas rutinarias puede afectar especialmente a los trabajadores de oficina, incluso más rápido que a los de la industria manufacturera.
La implantación de los robots industriales sigue aumentando, aunque España sigue muy por detrás de las economías más punteras en este ámbito.
Sin embargo, diversos estudios, también publicados por la OCDE, apuntan a que la tecnología no ha avanzado tanto como para suponer que la sustitución de humanos por robots en las fábricas se acelere sustancialmente, al menos respecto al ritmo actual que sigue el proceso.
Pero la inteligencia artificial sí tendrá un gran impacto en sectores que hasta hace unos años nunca se habían preocupado por ellos, como las tareas administrativas, de desarrollo de software, la selección de personal, el marketing o incluso el periodismo.
Aunque el grado de desarrollo es desigual para cada uno de estos oficios, todos ellos usan ya algoritmos más o menos 'listos' para la gestión de datos y la toma de decisiones.
Y una inteligencia artificial más avanzada puede ser mucho más barata que un robot industrial de última generación preparado para realizar tareas físicas.
Solo es cuestión de tiempo que las inteligencias artificiales pasen a realizar tareas más complejas, como auditar las cuentas de una empresas, redactar artículos o incluso decidir a qué trabajadores se contrata o se despide. Y seguramente ocurra mucho antes de que veamos consolidarse el uso de robots camareros o de camiones autónomos en la logística.