La desincronización de la Reserva Federal (Fed) y del Banco Central Europeo (BCE) ha disparado a máximos de los últimos 30 años el diferencial entre la rentabilidad que ofrece la deuda soberana a corto plazo de Estados Unidos y el papel a largo plazo de Alemania, las dos economías consideradas más fiables a nivel global, marcando que la institución comunitaria podría haber entrado en el tiempo de descuento para empezar a subir los tipos de interés oficiales. Sin embargo, los analistas encuestados por Bloomberg esperan que el primer incremento no llegue hasta bien entrado 2019.
El diferencial se sitúa cerca de los 120 puntos básicos, máximos de 2006 -poco antes de que estallara la crisis-, entre el interés del 1,68% que alcanza el bono de EEUU a 1 mes y la rentabilidad que ofrece el Bund a 10 años de Alemania, que es del 0,5%. Entre el bono a 2 años norteamericano y el papel a largo plazo germano la brecha es de casi 180 puntos básicos -ver gráfico-, nivel más alto desde 1989. Solo en el 2000, antes del estallido de la burbuja de las puntocom, y en 2006 se acercó a esta cota.
"El impago o la pérdida de valor es tan imposible en el caso norteamericano como en el caso germano", reconoce Víctor Alvargonzález, analista de mercados, quien no esconde que "el diferencial es histórico y llamativo", y, aunque considera "lógico que haya una brecha", cree que "no está justificado que sea tan elevada".
"Esta brecha responde, sin duda, a la divergencia de las políticas monetarias", apunta Enrique Lluva, subdirector de renta fija de Imantia Capital, quien explica que "los dos bloques económicos están inmersos en un proceso de normalización monetaria, pero con un muy diferenciado ritmo de implementación y de convicción en el mismo". Víctor Alvargonzález suma otras razones, como "los distintos niveles de inflación y de déficit de una y otra economía".
"Mientras EEUU ejecuta una hoja de ruta basada en drenaje efectivo de liquidez de bonos a través de la no renovación de vencimientos y la subida paulatina de tipos de interés, hasta un nivel previsto del 3,40% a finales del 2020, la eurozona sigue en la incertidumbre de cómo, cuándo y cuánto materializar una normalización que se hace necesaria porque la economía no precisa ya de ese estímulo", continúa Enrique Lluva.
Lo cierto es que en la Zona Euro ni el crecimiento económico, ni, sobre todo, el mercado laboral y la inflación, lastrada precisamente por la congelación de los salarios, siguen el ritmo visto en Estados Unidos, donde la Fed subió los tipos de interés hasta el 1,75% en su reunión de marzo y elevó sus pronósticos macroeconómicos.
"Una actitud que eleva el riesgo de un repunte de la inflación", incide Chris Iggo, director de inversiones y responsable de renta fija de AXA IM, quien, incluso, cree que los bonos norteamericanos -el T-Note a 10 años acecha el 3%- no reflejan "las proyecciones más agresivas -que sitúan el precio oficial del dinero en el 5% en 2020-", pero que esto cambiará "a medida que se reduzca el balance de la institución monetaria y aumente el déficit de EEUU". Un escenario que dejaría muy retrasado al BCE.
Y que también es crucial "para el tipo de cambio", advierte Enrique Lluva, quien considera que, "a pesar de la apreciación del euro en el último año, si el BCE fuese más contundente en su política monetaria la divisa probablemente estaría más apreciada, lo que dificultaría tanto la consecución de los niveles de inflación deseados como el sostenimiento del buen tono del sector exportador".