Divisas

El rublo, más atado que nunca al petróleo


    efecom

    Tras varios meses de relativa estabilidad, los rusos vuelven a estar preocupados por la salud de su moneda, el rublo, rendida a los altibajos de los mercados internacionales del petróleo, principal fuente de divisas de Rusia.

    La tendencia a la recuperación que había exhibido desde comienzos del año, tras batir en diciembre el récord histórico negativo en su cotización ante el dólar y el euro, se invirtió este verano, y la moneda rusa volvió a tocar fondo.

    En poco más de un mes, perdió más del 20 por ciento de su valor al pasar de los 55 rublos por dólar, en los que se mantuvo durante buena parte del verano, a los más de 71 rublos por "billete verde" que alcanzó a comienzos de esta semana.

    La peculiaridad de esta nueva vuelta de tuerca en la devaluación de la moneda rusa, en caída libre desde otoño del año pasado, está en su estrecha correlación con los cambios en los precios mundiales del petróleo: apenas sube o baja unos céntimos el crudo, el rublo le sigue en la misma dirección.

    "La nuestra es la divisa de una economía basada en la exportación de materias primas", reconoce en declaraciones a Efe Vladímir Burlachkov, profesor de la cátedra de Finanzas en la Universidad de Economía Plejánov de Moscú.

    Pero en una situación normal, añade, los vaivenes en los mercados del crudo no deberían reflejarse en el rublo hasta pasado más de un mes.

    "La inmediata reacción del rublo a los cambios en el precio del petróleo es el resultado de la actividad de los especuladores", que se aprovechan del alto grado de incertidumbre que caracteriza no sólo el mercado de divisas ruso, sino el futuro económico del país en general.

    Otros expertos, entre ellos el exvicepresidente del Banco Central ruso Serguéi Alexáshenko, señalan al Gobierno y al regulador financiero como responsables de que el rublo se haya convertido en un inseparable del petróleo.

    "El Gobierno y el Banco Central han dejado de reaccionar a lo que pasa en la economía, si no es para decir que todo va bien y que mañana irá aún mejor", denuncia Alexáshenko, muy crítico con el Kremlin y con la política económica de las actuales autoridades rusas.

    Sostiene que la devaluación de la moneda ya no preocupa al poder, porque apenas afecta al presupuesto y a las obligaciones de gasto público.

    Las arcas del Estado se nutren en gran medida de los petrodólares, mientras que los sueldos que cobran los millones de funcionarios, jubilados y trabajadores públicos rusos son en rublos.

    En esa ecuación, los bajos ingresos en divisas derivados de la caída del precio del crudo se compensan con una mayor cantidad de rublos que obtiene el Estado gracias a un tipo de cambio devaluado de su moneda.

    "Una gran devaluación del rublo permite una inyección suficiente de rublos en el presupuesto, incluso si bajan los ingresos" en divisa propia, reconoce Burlachkov.

    Mientras, la silenciosa mayoría de los partidarios del presidente ruso, Vladímir Putin, que desde hace más de un año presume de una popularidad superior al 85 por ciento, aguanta estoica los estragos de la inflación que va de la mano de la devaluación.

    "Los ingresos de la gente han caído un 10 por ciento pero están callados, de vacaciones en Crimea o al grito de "Crimea es nuestra". ¿Para qué preocuparse entonces por la caída del rublo y la inflación? Si el pueblo no pide nada, incluso se le puede arrebatar algo", observa en tono irónico Alexáshenko.

    Por si fuera poco, a la caída del precio del petróleo se suman las sanciones occidentales a Rusia por su postura en la crisis ucraniana, que han privado a Moscú no sólo de importantes fuentes de financiación, sino también del acceso a tecnologías para la industria extractiva de hidrocarburos.

    La moneda rusa ha perdido casi la mitad de su valor en comparación con el arranque de 2014, cuando se cambiaba a poco más de 30 rublos por dólar.

    Aunque el rublo se recuperó hasta las 67 unidades por dólar al cierre de los mercados el viernes, a la zaga de los precios del petróleo, los rusos siguen pendientes como nunca de su sufrida moneda nacional.

    Su recuperación, según un optimista Burlachkov, depende de tres factores: a corto plazo, la estabilización del precio del petróleo; a medio plazo, un cambio en la política monetaria del Banco Central; y por último, a largo plazo, la modernización y diversificación de la economía rusa.