Banca y finanzas

La banca llena los bolsillos de tarjetas de crédito para aumentar sus ingresos

  • Crecen a un ritmo del 8,4%, tres veces más que las de débito
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Eva Contreras

Hace escasos días, el Santander reformulaba su cuenta estrella 123 con la inclusión obligatoria de una tarjeta de crédito al que desee mantener descuentos de hasta el 3% en facturas y retribuciones a tasas similares en los ahorros. Lejos de ser una estrategia aislada, el movimiento del grupo cántabro solo pone en evidencia la penúltima tecla que la banca se ha volcado en tocar en un intento de empujar los alicaídos ingresos: llenar los bolsillos del cliente, particular y empresas, con el dinero de plástico, pero ¡ojo! a crédito, no con la tradicional funcionalidad del débito.

En las billeteras, físicas y virtuales, se ha colado un récord de 48,09 millones de tarjetas a crédito, junto a apenas 25,57 millones de dispositivos de los que abonan los pagos directamente a cuenta. El interés por propagar su utilización se acelera y la emisión avanza a ritmos interanuales del 8,39%, más que triplicando el alza del 2,35% de los soportes a débito registrado a finales de septiembre.

Según estadísticas del Banco de España, hoy coexisten 73,66 millones de unidades en total, un 65,3% acuñadas bajo la modalidad de crédito y el 34,7% con disponibilidad a débito, cuando antes de la crisis los pesos se encontraban equilibrados y en 2005 predominaban los últimos dispositivos.

65% del parque

Los tipos de interés a ras del suelo, junto a los síntomas de agotamiento que ofrecen algunas de las fuentes que han servido a la industria para sujetar las cuentas en los últimos años -el trading con la deuda pública o abaratamiento de los depósitos- empuja a buscar alternativas. Por poner solo un número, la banca doméstica ha visto volatilizarse 2.300 millones de euros o un 21% de los ingresos financieros en el último año -los construidos en la línea del negocio puro bancario por prestar dinero y remunerar el ahorro-. Los mismos supervisores, Banco de España y BCE, promueven reorientar la actividad hacia nichos de negocio, productos y servicios capaces de compensar, vía comisiones, el destrozo en los márgenes de los tipos cero y de una cartera de crédito o stock que pocos confían que vuelva a aumentar antes de finales de 2017 o 2018.

Bajo este difícil escenario, las posibilidades de las tarjetas de crédito cobran relieve creciente por su potencial recaudador. Por la parte del usuario y, al menos en teoría, hay dos palancas factibles para obtener ingresos: una cuota anual superior a otros plásticos y el cargo de un interés si el titular se anima a darle uso real de financiación y paga las compras a plazos. En la práctica, los programas de fidelización han liberado a los buenos clientes de la cuota anual, aunque el movimiento del Santander es suceptible de reabrir el camino, dado que aplica una tarifa mensual de 3 euros por la tarjeta de crédito, ahora obligatoria, y que exige además que se le dé un uso mínimo al que quiera seguir disfrutando de la 123, la cuenta que mejores retribuciones ofrece actualmente en el mercado.

Sin embargo, este cobro de cuotas aún es limitado y que genere o no interés depende de cómo lo utilice el cliente. Lo habitual es que estos medios de pago repercutan las compras en cuenta a fin de mes sin generar interés alguno y asimilable a un plástico a débito, aunque la industria confía en que disponer de un crédito en el bolsillo anime, a la larga, las compras a plazo.

La clave de esta apuesta y que ha llevado a colocar en circulación 3,27 millones de unidades a crédito en solo nueve meses, es fomentar la financiación y el juego de tarifas relacionadas con el pago en tiendas. La comisión que el banco repercute al comercio cada vez que acepta una tarjeta es generalmente superior si la tarjeta permite financiar. Según las últimas estadísticas del Banco de España, la comisión que paga el establecimiento puede ser entre un 0,12 y el 63% más cara o barata en función de que el abono se haga con dinero de plástico a crédito o de débito.