La ofensiva de Orcel (UniCredit) con BPM tras encallar en Commerzbank prueba los insalvables obstáculos a las fusiones transfronterizas
Eva Contreras
Andrea Orcel (Roma, 1963) vuelve a dar muestras de su ambición empresarial e imperturbable vehemencia cuando está decidido a gestar operaciones. Formado en la banca de inversión de las fusiones y adquisiciones, el banquero sorprendía ayer con la oferta sobre el italiano banco BPM, competidor nacional del Unicredit que lidera, y en medio de la batalla por controlar Commerzbank que se ha dado de bruces contra el rechazo frontal del gobierno alemán de Olaf Schol.
La lectura del mercado fue que la operación con Commerzbank queda en el congelador, al menos, en el corto plazo, y el veterano banquero toma el atajo de una consolidación transalpina para gestar el tercer banco europeo en tamaño después del español Banco Santander y del galo BNP Paribas.
El poder de los gobiernos
Pero más allá del italiano y salvo nueva sorpresa, el giro de guion supone además una dura cura de realidad para una industria, la bancaria, interesada en forjar grandes grupos europeos anexionando entidades de diferentes países para competir más de igual a igual con los colosos estadounidenses y asiáticos.
El sector seguía con viva atención el arrojo con el que Orcel declaraba el interés por Commerzbank a la vuelta del verano después de que UniCredit copase un 21% de su capital y pidiese permiso para escalar al 29,9%. Hasta ahora las fusiones entre entidades de diferentes países han sido prácticamente imposibles y la ofensiva de UniCredit había despertado expectativas de que pudiese estar incubándose el cambio porque estuvieron precedidas de declaraciones sonadas como la del presidente de Francia, Emmanuel Macron, en favor de esas uniones.
En la misma línea se sitúa el informe de Enrico Letta, donde el exprimer ministro italiano y presidente del Institut Jacques Delors urge favorecer la integración del sector financiero, como también del energético y el de telecomunicaciones, con el objetivo final de impulsar la riqueza y el empleo en el Viejo Continente.
Sin embargo, la realidad es que la Unión Bancaria continúa coja y las operaciones transfronterizas tropiezan con obstáculos insalvables como el poder de gobiernos interesados en proteger la nacionalidad de sus entidades y que lo ejercen de forma directa e indirecta.
Un fuerte escollo a las transacciones es, de hecho, el complejo enjambre de normativas locales que convierten en antieconómicas las transacciones. Hay casi tantas reglas como países para materias como la defensa de los consumidores, la reclamación y ejecución de deuda o la regulación laboral, un panorama que disuade las fusiones porque complicarían su digestión y no podrían actuar, en la práctica, como un único banco.
Se ha construido una supervisión única y el esquema para resolver entidades en crisis, pero más de una década después de que se pusiese el primer ladrillo para la Unión Bancaria falta el necesario acuerdo político para montar un fondo de garantía de depósitos común capaz de asistir a los ahorradores si cae su banco.
A fecha actual, la mejor fórmula y probablemente la única para extraer sinergias continúan siendo las uniones nacionales donde los ahorros llegan con ajustes de estructuras duplicadas. Incluso, la jugada de UniCredit por la totalidad de Commerzbank cabe interpretarse bajo el prisma nacional gracias a la presencia en Alemania del Italiano a través de HVB, aunque, con todo, parece alejarse en el tiempo.