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Así funciona el canal secreto para intercambiar prisioneros de Ucrania y Rusia: más de 10.000 combatientes liberados
- Todo empezó cuando un soldado ucraniano encontró el móvil de un oficial ruso muerto
- Aunque se trata de un proceso humano, también tiene dimensiones económicas
- El mejor 'barómetro' para conocer a ciencia cierta como fueron las negociaciones entre Trump y Putin en Alaska
elEconomista.es
Ucrania y Rusia acaban de concretar uno de los mayores intercambios de prisioneros desde el inicio de la guerra: más de 1.200 combatientes liberados en las últimas semanas, y otro centenar de heridos y enfermos previstos para los próximos días mediante corredores humanitarios en Bielorrusia. En total, ya son más de 10.000 los soldados restituidos mediante este mecanismo discreto –una rareza en la brutalidad del conflicto– que opera como uno de los pocos canales de cooperación directa entre Moscú y Kiev.
Esta actividad contrasta con las recientes turbulencias diplomáticas tras la Cumbre de la Paz que Donald Trump celebró el viernes en Alaska con Vladimir Putin, y donde no se acordó un alto el fuego. De hecho, se planteó que el fin de la guerra depende en buena medida de concesiones territoriales por parte de Ucrania.
Lo que pocos saben es que todo comenzó de forma improvisada, casi accidental, en los primeros compases de la guerra. Un soldado ucraniano encontró un teléfono en el bolsillo de un oficial ruso muerto y lo entregó al general de brigada Dmytro Usov, adjunto al jefe del servicio de inteligencia militar HUR. Tras perder a dos de sus hombres en combate cerca de Kiev, Usov decidió llamar a un número de la agenda del dispositivo. Al otro lado respondió un comandante ruso. "Su oficial ha muerto¡. Le envío una foto. Propongo un trato: los cuerpos de sus hombres por los nuestros", le dijo entonces.
Aquel atrevimiento abrió un canal que pronto se transformó en una práctica sistemática: el intercambio de cadáveres primero, y después de prisioneros vivos, muchos en estado crítico tras semanas de cautiverio. Lo que nació de un teléfono hallado en el campo de batalla acabaría derivando en la mayor operación de canje de combatientes que ha visto Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Una logística inédita
Desde 2022, más de 10.000 combatientes han sido liberados gracias a este canal discreto. Tan solo en las últimas semanas, 1.200 soldados han cruzado la frontera, y otro centenar de heridos y enfermos lo hará en los próximos días. Se trata de un fenómeno inusual en la historia militar reciente.
La URSS mantuvo prisioneros de guerra alemanes hasta 1956. Estados Unidos y Vietnam tardaron casi dos décadas en consolidar un proceso de liberación. Incluso Irán e Irak, tras ocho años de enfrentamientos, no culminaron la repatriación de prisioneros hasta 2003, quince años después de su alto el fuego.
Frente a estos precedentes, la fluidez con la que Ucrania y Rusia sostienen este canal plantea una paradoja fascinante: en un conflicto donde no hay avances diplomáticos formales, sí existe una cooperación sostenida, pragmática y eficiente en torno a la gestión de prisioneros.
Aunque se trata de un proceso profundamente humano, también tiene dimensiones económicas. Mantener a miles de prisioneros representa una carga considerable para ambos bandos: alimentación, alojamiento, vigilancia y atención médica en sistemas ya sobreexigidos por el esfuerzo bélico. Cada intercambio libera recursos, alivia presión logística y permite concentrar esfuerzos en el frente.
Además, existe un incentivo político interno. Las repatriaciones son presentadas como victorias ante las familias y la opinión pública. En Ucrania, donde la moral social es un activo estratégico, cada grupo de soldados liberados fortalece la cohesión y la confianza en las instituciones. En Rusia, la narrativa oficial utiliza los canjes para reforzar la idea de que el Kremlin no abandona a sus hombres, a pesar de las crecientes bajas.
Por último, los intercambios envían señales al exterior. Para Kiev, muestran un sistema institucional capaz de operar mcon disciplina en medio del caos. Para Moscú, constituyen una carta de negociación en un tablero donde las sanciones económicas y el aislamiento internacional han reducido sus márgenes de maniobra.
Diplomacia encubierta
La existencia de este canal revela otra dimensión: la guerra no es solo un enfrentamiento de trincheras, sino también un proceso en el que subsisten espacios de comunicación indirecta. Los negociadores militares de ambos países se han visto obligados a establecer protocolos, rutas seguras y hasta cierta "ética de trabajo". Usov lo resume así: "Es difícil luchar contra ellos y es difícil negociar con ellos. Pero lo hacemos con honestidad".
La paradoja no pasa desapercibida a los analistas. Se trata de un raro ejemplo de cooperación entre enemigos acérrimos, que podría servir en el futuro como cimiento para conversaciones de mayor alcance. No hay que olvidar que algunos de los acuerdos más inesperados de la historia nacieron de canales humanitarios: desde la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial hasta los intercambios de rehenes en Oriente Medio.
En el trasfondo de este mecanismo también aparece Vladimir Putin como un actor clave. El presidente ruso, descrito por analistas como el mayor "traficante de prisioneros" del mundo, ha utilizado esta herramienta en múltiples escenarios. En 2023, autorizó un canje internacional de gran escala que liberó a periodistas y disidentes –ncluyendo al reportero estadounidense Evan Gershkovich–a cambio de espías y criminales rusos en el extranjero. El precedente muestra que el Kremlin concibe a los prisioneros no solo como una carga, sino como una divisa estratégica de alto valor.
El origen fortuito de esta maquinaria –un teléfono encontrado en un cadáver– parece casi anecdótico, pero encierra una enseñanza más amplia. En medio de un conflicto que redefine el orden geopolítico, los intercambios de prisioneros son un recordatorio de que la guerra tiene también una lógica subterránea, donde la humanidad, la economía y la política se entrelazan.