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Escalar el reciclaje textil en Europa generaría 8.000 millones en ventas
- La entrada en vigor de la recogida selectiva de residuos textiles abre la puerta a la creación de rentables modelos de negocio sostenibles en la industria europea de la moda
- Actualmente se generan más de 12 millones de toneladas de residuos textiles al año y sólo recicla el 1% para producir nuevas prendas
- Reportaje publicado en la revista Agua y Medio Ambiente
Inés Oria
Ropa de calidad ampliamente mejorable pero barata. No de usar y tirar, pero sí de utilizar en pocas ocasiones antes de tener que desecharla. El consumo frenético es también pauta en el ámbito de la moda. Y para muestra, un botón: en los últimos 50 años, la producción de fibras textiles se ha multiplicado por cuatro en un mundo que ha visto duplicado, en el mismo tiempo, su población.
Las ventas de ropa también se han incrementado exponencialmente desde 2010. Hoy, cada europeo consume anualmente 26 kilos de ropa y no termina el año sin haber 'jubilado' al menos 11 kilos. Estas inasumibles cifras han motivado la decisión de la Comisión Europea; desde principios de año, los países miembros deben atender a la normativa que obliga a recoger por separado los residuos textiles que generan sus ciudadanos, procurando así minimizar el impacto contaminante de fibras, tintas y otros elementos como cremalleras y detalles plásticos o metálicos que, hasta ahora, terminaban en los vertederos.
El segundo sector más contaminante
El auge de la moda rápida ha sido el factor que más ha contribuido al aumento del consumo, aunque también se ha visto espoleado por el desarrollo de las redes sociales y la publicidad. Las marcas de moda producen a día de hoy casi el doble de ropa que en el año 2000, fecha en la que se inició el fenómeno fast-fashion como consecuencia del incremento de la demanda y la eficiencia en los sistemas de producción, dos circunstancias que permitieron reducir considerablemente los precios para animar a los consumidores a comprar más y usar con menos frecuencia.
Sin embargo, este popular modelo conlleva un alto coste tanto para la sociedad como para el medio ambiente. El sector textil es, en la actualidad, el responsable del 10% de las emisiones de gases a nivel global, de la producción del 20% del agua residual y del 30% de los residuos plásticos en los océanos, unos datos que lo convierten en el segundo ámbito económico más contaminante, según apunta el informe 'La transformación sostenible del sector textil' elaborado por Women Action Sustainability (WAS) y KPMG. Además, la mayoría de los productos adquiridos en la Unión Europea se fabrican fuera del territorio comunitario, generalmente en países con normas laborales poco exigentes. Y, finalmente, el consumo rápido de las prendas fomenta la acumulación indiscriminada de desechos.
Sólo en la UE se calcula que cada año se generan 12,6 millones de toneladas de residuos textiles y las previsiones de la Global Fashion Agenda señalan que el volumen crecerá un 62% entre 2015 y 2030. Unas cifras alarmantes que se ven agravadas por el hecho de que en un país como España el 87% de los desechos textiles posconsumo van a parar cada año al vertedero, ya que sólo un 12% de la producción total se recoge por separado para su reutilización y menos del 1% se recicla en ciclo cerrado, tal y como señala el último informe elaborado por la cooperativa especializada en la gestión de ropa usada ModaRe.
Hasta la fecha, España no contaba con una normativa específica para hacer frente a esta problemática y era la economía social, principalmente a través de entidades solidarias, la que se ocupaba de recoger selectivamente estos residuos y prepararlos para la reutilización y el reciclaje. No obstante, desde el pasado 1 de enero la ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular -fruto de la transposición de la directiva marco de residuos de la Unión Europea- obliga a implementar un sistema de recogida selectiva de residuos textiles y calzado. También exige que sean los servicios municipales quienes se encarguen tanto de la recogida separada como del transporte a plantas de tratamiento específicas.
La nueva normativa introduce la figura de responsabilidad ampliada del productor (RAP), que transfiere a los fabricantes el coste y la obligación de gestionar los productos una vez convertidos en residuos. Es decir, las marcas deberán reintegrar los costes derivados de esta actividad a las haciendas locales. Para hacer frente a todos los desafíos que plantea la ley desde el punto de vista de la gestión, el sector del textil español ha creado Re-Viste, un Sistema Colectivo de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP) que concentrará todas las acciones de recogida, reciclaje, revalorización y gestión de los residuos textiles. Integrada por Decathlon, El Corte Inglés, H&M, Ikea, Inditex, Kiabi, Mango, Primark, Sprinter/JD Sports y Tendam, la asociación trabaja en el primer programa piloto de recogida de residuos textiles a escala nacional que permitirá evaluar la efectividad y operativa de los puntos de recogida.
El próximo mes de abril se instalarán los primeros contenedores de la prueba en las localidades de Arbo (Pontevedra), Rubí (Barcelona), Zaragoza, San Miguel de Abona (Tenerife), Trujillo (Cáceres) y Titulcia (Madrid). La iniciativa analizará durante un año el funcionamiento de cuatro maneras de realizar la recogida de ropa usada: en lugares públicos, calles, puntos limpios o en puntos de venta que acepten colocar un contendor específico como, por ejemplo, centros comerciales.
A nivel individual las grandes marcas también han empezado a implementar iniciativas para fomentar la circularidad de sus productos. Inditex ha lanzado recientemente un servicio de reparaciones para alargar la vida útil de sus prendas; H&M ofrece un servicio de alquiler de trajes para ocasiones especiales, y Decathlon ha puesto en marcha un programa de recompra de productos.
Asimismo, están comenzando a proliferar las plantas para tratar los residuos de ropa y calzado. Este tipo de instalaciones no sólo serán necesarias para hacer frente a la nueva normativa, sino que las labores que se desarrollen en ellas permitirán obtener material reciclado que servirá a los productores para incorporar fibras textiles recicladas a la fabricación de nuevos productos, otra de las obligaciones que previsiblemente incorporará la legislación europea a medio plazo.
Uno de los proyectos más relevantes es el que llevará a cabo la Xunta de Galicia en el concello de Cerceda (La Coruña), donde prevé construir la primera planta pública especializada en la gestión de residuos textiles posconsumo. Con capacidad para tratar 3.000 toneladas anuales de residuos y la posibilidad de ampliar hasta las 24.000, se espera que la instalación comience a funcionar a mediados de 2026. Por su parte, la cooperativa ModaRe, que agrupa numerosos proyectos textiles y se encarga de gestionar gran parte de los residuos que se generan en España a través de sus plantas ubicadas en Barcelona, Bilbao y Valencia, contempla abrir un cuarto complejo de 6.000 metros cuadrados de superficie en Madrid y otro de 5.000 metros cuadrados de superficie en Galicia.
Convertir los residuos en valor
La recuperación de los residuos posconsumo para producir nuevos productos textiles abre nuevas oportunidades para la creación de modelos de negocio sostenibles a partir del reciclaje y otras tecnologías de aprovechamiento en la moda.
De hecho, el informe Escalando el reciclaje textil en Europa: creando valor a partir de los residuos elaborado por McKinsey & Company, afirma que ampliar el reciclaje escalado de textiles en Europa no sólo reduciría las emisiones de CO2 en cuatro millones de toneladas, sino que también crearía una industria rentable con unos 15.000 empleos y un potencial mercado de entre 6.000 y 8.000 millones de euros en ventas y potenciales retornos anuales del 20% al 25% para 2030.
El documento asegura que extender el reciclaje de ciclo cerrado ayudaría a reducir el impacto ambiental de la moda creando, además, nuevas y valiosas materias primas, pero advierte de que apalancar todo este potencial requiere una inversión total de 6.000 a 7.000 millones de euros en toda la cadena de valor, incluyendo la recolección, clasificación y construcción de centros de reciclaje.