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Así era la vida de los tripulantes del galeón San José: marineros encargados del tesoro de monedas oro desde América a España
Cristian Gallegos
Los navegantes de los galeones españoles de la flota de Indias no solo tenían que sortear con las grandes mareas, obstáculos meteorológicos que se aparecían en alta mar y batallas con corsarios británicos. Además, tenían la gran responsabilidad de cuidar y velar por el valioso contenido de los tesoros que llevaban estas embarcaciones conocidas como 'bancos flotantes' de la época. Uno de ellos y por el que existe una pugna internacional, es el famoso galeón San José y su millonario tesoro de más de 20.000 millones en monedas de oro, plata y diamantes. En 1708, el galeón español San José, construido en 1698 por Pedro de Aróstegui, por encargo del duque Arístides Eslava y la familia Eslava, en el astillero de Mapil en Aginaga, Guipúzcoa, naufragó en aguas colombianas. Entre sus pertenencias, se estima que se encontraba uno de los tesoros más valiosos perdidos en el mar, incluidas 200 toneladas de monedas de plata, esmeraldas y oro.
Según relatan los historiadores, el barco zarpó en 1706 desde España y acabó hundido en 1708 durante la llamada Batalla de Barú (Guerra de Sucesión de España) por un buque inglés en aguas de Cartagena de Indias, Colombia. Naufragó con un tesoro muy valioso: 11 millones monedas de oro que hoy, junto a otras, tienen un valor de 20.000 millones de dólares.
"¡Larga trinquete en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero, que sea con nosotros y nos dé viaje a salvamento y nos lleve y vuelva con bien a nuestras casas!". (NG).
Las primeras navegaciones de la Carrera de Indias, que iban desde la isla La Española hacia Castilla comenzaron en 1502. Por ese entonces, una flota de 28 embarcaciones cargaba las riquezas que llegarían a la corona. Sin embargo, por causa de los fuertes temporales muchas se perdieron en la ruta, mientras que otras naufragaron con tesoros de incalculable valor por estos días.
Según relata el historiador Pierre Chaunu a National Geographic (NG), entre 1504 y 1650 (siglo XVI y XVII) la Carrera de Indias tuvo una afluencia de 18.000 embarcaciones que cruzaron ida y vuelta desde España al continente americano. En esta peligrosa ruta, Chaunu estima que "412 embarcaciones se perdieron" debido a la acción de los temporales y diversas causas accidentales, mientras que "107 buques se hundieron" por la acción violenta de corsarios, piratas o marinas enemigas. Es decir, menos del tres por ciento de las embarcaciones no llegó a su destino.
Los galones como 'bancos flotantes'
Entre estas embarcaciones, las que más peso e importancia tenían para la corona eran los galeones de la Carrera de Indias. Y es que estos buques eran los encargados de llevar el oro y plata de propiedad del rey, además, servían de escolta a las flotas y a los comerciantes particulares, que también confiaban sus bienes a los galeones, según explica el medio histórico.
Eran como verdaderos bancos flotantes de la época. Por esta razón, cuando había un registro de naufragio de una de estas embarcaciones había que sospechar que llevaba un tesoro de alto valor, más si se trataba de una flota entera. Fue así que los galeones alcanzaron la fama para los cazatesoros.
La dura vida de los marineros de la flota de Indias
Los marinos de los galeones españoles de la flota de Indias que iba desde el Nuevo Mundo hasta Europa no solo sortearon con el impredecible escenario marítimo del Atlántico y sus temporales. También tuvieron que luchar en batallas contra corsarios británicos. Todo por proteger aquellos tesoros del Imperio español que hoy son reclamados por muchos países.
En esta línea, los hombres y mujeres que formaban la armada española de la época de las largas rutas de navegación hicieron de la alta mar, su nuevo hogar, sobre todo en las cubiertas de aquellas enormes embarcaciones. Con todo el riesgo y coste de lo que eso significaba.
Según datos de NG, "en total, un galeón de 550 toneladas podía llevar unas 1.000 personas. De ellas, entre 60 y 70 componían la tripulación, a la que se sumaban hasta unos 30 pasajeros. La tripulación de un galeón se organizaba jerárquicamente, desde los almirantes, capitanes, pilotos y maestres y contramaestres marineros hasta los grumetes y jóvenes pajes. También había carpinteros, toneleros y calafates, así como capellanes, despenseros y cirujanos. No faltaban tampoco los hombres de guerra, sobre todo soldados de infantería, y los artilleros. A bordo de un galeón también había carpinteros, toneleros y calafates así como capellanes, despenseros y cirujanos".
Según cuenta el relato histórico que recoge NG, la vida en alta mar de los tripulantes podía ser muchas veces monótona. Los marineros, mientras tanto, realizaban tareas que la navegación les exigía. Aunque las dos comidas diarias rompían la rutina a bordo. No había muchos ratos libres para el ocio; además, en cualquier momento alguna maniobra de navegación podía requerir la ayuda de todos los hombres en las jarcias y las velas.
"El juego, sobre todo, era la principal diversión de los marineros. A pesar de estar prohibidos, los naipes y dados corrían por las cubiertas con poco disimulo, y los marinos y pasajeros se jugaban dineros, armas y hasta los calzones", agrega NG.
En la noche se navegaba con guardias de mar, y previo a dormir se apoderaba el silencio de la mano de la oración del paje encargado de la ampolleta, reza el medio de historia. Pese a ello, las rutas de navegación nunca fueron plácidas. Las amenazas de temporales, piratas, corsarios y naufragios nunca permitieron que los tripulantes de un galeón español pudieran cerrar completamente los ojos ante el temor de un desastre que termine con sus vidas.