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Desmontando a Venecia, la bella ciudad sin encanto: maldito turismo

Imagen: Wolfgang Moroder

Los turistas comienzan a preparar sus cámaras desde el momento en que se cruza el Puente de La Libertad. El mar a ambos lados del tren es un imponente preámbulo que aviva la ganas del visitante de conocer por fin Venecia. La primera imagen, nada más salir de la Estación de Santa Lucía, deja boquiabierto. El Gran Canal, los vaporettos, el Puente de la Constitución y la Plaza de Roma son retratados por el objetivo ansioso de un foráneo que permanece obnubilado por la belleza de un entorno único. Sin embargo, a las pocas horas la cosa cambia: la belleza y la singularidad inequívoca dan paso a una ciudad desnaturalizada y sin alma que corre el riesgo de ser el próximo 'Veniceland'. Y todo, por culpa del turismo.

Aquellos que estén pensando en viajar a Venecia lo que queda de verano o en las próximas vacaciones deben tener claro que la desilusión es un sentimiento que permanece latente tras la visita, es decir, una emoción casi inevitable que la belleza, historia y patrimonio de esta ciudad no se merece. Para evitarlo cabe autoasumir antes de la visita lo que uno va a ver: los espectaculares vestigios de lo que un día fue una próspera ciudad que gracias a su particular geografía -está construida sobre un archipiélago de unas 118 islas- consiguió independizarse del Imperio Romano de Occidente, dominó el comercio marítimo del mediterráneo y ocupó una fuerte posición comercial respecto a los reinos de China e India.

Después de un rato caminando entre las laberínticas y estrechas calles de la ciudad, cruzando los canales -que no huelen mal- a través de los 445 puentes o disfrutando de un inolvidable viaje en góndola; el turista se percata casi sin quererlo que no está en una ciudad, sino que se encuentra recorriendo las instalaciones de un gran parque de atracciones. Solo falta una música épica de fondo tipo Terra Mítica (algo que sí se experimenta gracias a los cuartetos de cuerda de la plaza de San Marcos).

No hay ancianos sentados en un banco, no hay niños jugando a la pelota o vecinas charlando en el portal de casa. Solo hay una marea de turistas que inundan las calles de la ciudad guiados por los numerosos carteles que indican el camino hacia el Puente Rialto o la Plaza de San Marcos, dos emblemas de todo un centro histórico que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

También destaca la cantidad de cafeterías, restaurantes y resto de establecimientos que dan servicio a los visitantes. Y que muchos tienen colgado el cartel de 'se busca personal'. Además, la ciudad tiene horario de cierre. Como unos grandes almacenes o un parque de atracciones, Venecia a partir de las doce echa el cierre y se queda vacía. El viandante nocturno experimenta la misma sensación que a la salida de un multicine después de la sesión golfa. 

Cada día, más turistas que venecianos

Sin duda, las cifras acompañan a esta apreciación. Y no solo por el agobio de recibir entorno a unos 22 millones de visitantes al año, lo que significa unos 60.000 al día. La ciudad de los canales está sufriendo una acusada caída de población desde los años 50 del siglo pasado -momento en que el turismo comienza a despuntar- hasta la actualidad. De los 175.000 habitantes que contaba Venecia entonces, hoy quedan aproximadamente unos 50.000. Es decir, menos que turistas diarios.

La gran mayoría de los venecianos se están viendo obligados a mudarse a Mestre y Marghera -localidades en el continente que pertenecen al municipio de Venecia- por los altos precios de los productos, las dificultades de la movilidad o por los elevados precios del alquiler a razón de la demanda turística de alojamiento ya sea hotelero o alquiler vacacional.

Esta es una realidad que cuentan los pocos venecianos que siguen viviendo en la isla y que incluso han comenzado a denunciar a través de organizaciones civiles. Venessia.com es una de ellas que es su decálogo defiende: fomentar la función residencial de la isla y conseguir una población local de 100.000 habitantes, apoyar la diversificación económica, mejorar la movilidad y promover una nueva política turística con "una serie de limitaciones administrativas a la especulación de las actividades turísticas".

El 'Síndrome de Venecia', las consecuencias del turismo masivo

El director de cine Andreas Pichler ya contó en imágenes esta desnaturalización de la ciudad autóctona en favor de la industria turística a través de un documental cuyo nombre, Das Venedig Prinzip (El síndrome de Venecia), ya sirve para describir una realidad que recientemente está afectando a muchas otras ciudades del mundo. Y que viene como consecuencia del auge del turismo low cost a través de las aerolíneas de bajo coste y las alternativas de alojamiento vacacional que ofrecen plataformas como Airbnb.

Sin ir más lejos, aquí en España la ciudad de Barcelona está viviendo un repunte de la turismofobia a raíz de los últimos ataques a turistas por parte de la organización Arran. Las capitales de las Illes Balears han visto las dificultades para encontrar pisos de alquiler para los trabajadores de temporada. Y en Madrid los jóvenes y clases medias se ven obligados a vivir en la periferia por el elevado precio de los alquileres en el centro.

Se ha repetido hasta la saciedad que el turismo es la gallina de los huevos de oro, y el porcentaje que representa este sector respecto al PIB lo confirma. Sin embargo, las ciudades las hacen (valga la redundancia) los ciudadanos y sin ellos la gallina seguirá dando huevos pero de otro metal, de hierro oxidado quizá. Por fortuna, una dieta equilibrada (y regulada) mejora sin duda el transito deposicional .

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