
Íñigo Urrechu celebra sus 30 años de profesión con la inauguración del nuevo Urrechu Velázquez, hace años Nodo y más tarde un efímero The Hall. El amplio local sigue la estela de este último en distribución de los espacios, pero con significativos cambios. Una barra de cortadores de jamón -enseña de Urrechu-, otra de cócteles con algunas mesas, sala principal, zona de copas de sobremesa, terraza… en el piso de arriba, un bonito comedor con mural audiovisual activo en las paredes.
Ya en la puerta de la entrada, impresa una declaración de intenciones: sueña, saborea, siente, disfruta… "Es mi filosofía y pretendo que mis clientes se sientan así", destaca el chef en el que ya es su cuarto restaurante, junto a los socios de siempre, Manuel Marrón y Antonio Menéndez. Mientras, Urrechu- Pozuelo, su primer establecimiento, se encuentra inmerso en una gran reforma del local.
Puesta en escena cuidada y un equipo que es todo profesionalidad: Alfonso Rodríguez (director), Mario Garrido (primer maître) y el sumiller Manuel Fernández. Éste último gestiona una impresionante carta de 400 referencias, con las mejores etiquetas nacionales y foráneas (gran apartado de champagnes). Déjense aconsejar por él y les mostrará algunos secretos bien guardados de la enología nacional, sorprendentes curiosidades o las últimas novedades del mercado global.
¿Y la cocina?. La trayectoria de Íñigo Urrechu apostó siempre por una gran materia prima y preparaciones reconocibles en los que el pescado o la carne asumen el protagonismo sin complejos. Ahora, estamos ante el mismo estilo tradicional, pero con una vuelta de tuerca: más evolucionada y algunos platos únicos de este restaurante, como el atún a la plancha a la salsa de soja con gnocchis a la crema, pasta y pescado en feliz conjunción. Entre los primeros, desde vermicelli con bogavante, anacardos y verduras al wok a la ensalada de bogavante (excelente marisco), uno de los clásicos en Urrechu.
El ceviche de rape y langostino tigre en su punto perfecto de acidez, suavizado con el aguacate, aunque sobraría perfectamente por la calidad del aliño y la excelente materia prima. Un arroz meloso con cigalas y pulpo (éste acertadamente a la plancha) que resulta algo pastoso, aunque el grano está entero. No faltan los callos a la madrileña: genuinos, de espesa salsa e idóneo punto picante. El coquelet, trinchado en sala, resulta tan jugoso como sabroso. Variedad de postres, hechos en la casa, como la delicada tarta Tatin. Casi toda la carta, también en medias raciones.