
Jordi Jacas es un emprendedor fiero. Como su padre. Sí, fue este último quien adquirió este molino en L'Escala (que fue el primer sitio en Catalunya donde se produjo la electricidad urbana a finales del siglo XIX) para su venta; pero la tentación de vivir y trabajar el magnífico lugar acabó generando un restaurante.
Luego fue Jordi (Jean Luc Figueras, Casa Irene, El Bulli...) el que tomó el testigo y, en 1999, dio otra vuelta de tuerca al local. Éxito, claro. Hoy, Jordi, además de este transatlántico culinario, regenta un afamado cáterin y es quien da color sápido al palco residencial del Camp Nou. Hasta, recientemente, ha ocupado la primera planta del Molí para ofrecer una propuesta más popular, con las brasas como protagonistas.
Pero todo ello no le ha restado nunca a ordi el orgullo high cuisine; al contrario, ha creado todo ese relato comercial para poder mantener la esencia de su cocina más personal: la que se aposenta en el abovedado restaurante de la planta baja. Excelente iluminación, intimidad, servicio discreto. Las bóvedas. Y Jordi.
Nada mejor para empezar que la metáfora de L'Escala: unas olivas rellenas de anchoa de verdad (El Xillu). Territorio. Refinado bocata de anchoas con tomate seco. Airbag de miel. Y allá vamos. Caballa marinada con toda la potencia el pimentón. Croquetas de Cremós de Mas d'Alba con un toque de confitura de tomate. OK. Nos acomodamos. Sopa de fresas (fragantes) y remolacha, trucha ahumada, helado de yogur, jengibre y hierbas. Frescor. Espardenyes a la brasa con dulces y estallantes guisantes y jugo de pollo asado. Epifanía: mar, tierra, huerto. Y llega el arroz con alsa.
En realidad, un socarrat seco con gambas de Palamós y la esencia de éstas como salsa que se arroja por encima. Un caldoso al momento. Suculenta también la ventresca de atún con romesco de anchoas de l'Escala. He ahí uno de los toques Jacas, conferirle contraste a la célebre salsa con el touch local.
Finalmente, el maigret tibio de oca ibérica de la dehesa con melón Cantaloup, queso Payoyo y guiño de grasa ibérica. Otro descubrimiento feliz. Y versión del daiquiri. Luego está el restaurante de arriba. El Grids. La brasa. Y las anchoas de l'Escala sin disimulos. Elaboradas hibridando sensibilidades del Cantábrico y del Mediterráneo, se limpian al día y se desalan someramente. Potentes. Pero finas. Embutidos de la zona. Entramos en la parrilla, inclinada y ubicada en el antiguo horno de pan. Efectos térmicos sinérgicos. Espárragos verdes a la brasa (con el romesco de anchoas). El chuletón. Perfecto. Flan casero y recuit conmiel y crumble de fresas. Gintonics.